¿Cuándo la ciudad de los techos rojos contará con un gobierno local eficiente? El caos, la suciedad, los malos olores, la contaminación y el stress que produce la posibilidad de que en cualquier momento podemos ser víctimas del hampa, es lo cotidiano en nuestra querida Caracas.
Da dolor ver nuestro río Guaire convertido en colector de todo tipo de desechos. De nuestros barrios y urbanizaciones bajan toneladas de desperdicios cuando llueve, y todos ellos van a parar al río. Aquella promesa de saneamiento quedó como tantas otras.
Da dolor ver nuestro río Guaire convertido en colector de todo tipo de desechos. De nuestros barrios y urbanizaciones bajan toneladas de desperdicios cuando llueve, y todos ellos van a parar al río. Aquella promesa de saneamiento quedó como tantas otras.
El transporte público está en un marcado deterioro, con camionetas de pasajeros que contaminan de forma grotesca. Los motorizados se han convertido en una verdadera amenaza que recuerdan con su comportamiento, aquellos tiempos en que los bárbaros destruían ciudades enteras.
De los cuerpos de seguridad, ni hablar. El abuso de poder y la complicidad con que actúan al no enfrentar el caos en que estamos sumidos es desalentador, para decir lo menos.
Caracas desde hace más de 40 años se ha convertido en la quimera de los venezolanos que vienen desde el interior del país buscando mejorar su condición de vida, con la esperanza de encontrar un empleo decente o alguna forma de g anarse la vida. Pero nada más alejado de la realidad. A estos hay que sumarle los miles de inmigrantes venidos de países hermanos bolivarianos, que pensaron igualmente encontrar en Venezuela una salida a las crisis económicas y políticas de sus propios países.
Todo esto ha hecho posible el desarrollo de las mayores barriadas de Latinoamérica, comparadas únicamente con las llamadas favelas de Brasil. Conglomerados de individuos que son excluidos de una sociedad que no ha logrado dar respuestas efectivas para superar la pobreza. En esos barrios, sus habitantes tienen sus propias leyes y códigos de conducta, en los cuales la vida no es una prioridad.
Los índices de homicidios que se cometen en los sectores populares nos reafirma que la violencia es la manera que encuentran nuestros jóvenes para poder sobrevivir. El tráfico de droga y el delinquir son las herramientas con que cuentan para obtener algunos recurso, un ciclo perverso que genera mayor violencia.
Lo del sistema penitenciario y de justicia, es otro capítulo a parte, la violación de los derechos humanos, y la falta de políticas claras para la reeducación del que ha cometido un delito brillan por su ausencia. Muy por el contrario, es obligante para estos individuos el perfeccionarse en el delito para poder sobrevivir dentro y fuera de las cárceles.
A esta realidad social es a la que hay que dar pronta respuesta. El tiempo se nos agota y existe la posibilidad cierta de que sea irreversible el daño social al cual estamos sometiendo a nuestras nuevas generaciones.
danielsantolo@gmail.com
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