" El trabajo anual de cada nación es el fondo, en principio, que la provee de todas las cosas necesarias y convenientes para la vida y que anualmente consume el país". Con esta frase comienza la obra fundamental de economía política escrita por Adam Smith. La escuela clásica inglesa asignó al trabajo la categoría de sustancia del valor económico. Carlos Marx sostuvo el principio de que el trabajo es la fuente de la plusvalía y de la acumulación de capital. Todos los autores de economía conceden al trabajo la importancia mayor en las combinaciones productivas.
La oportunidad del tema se refiere a la disposición del Presidente de decretar días feriados los tres primeros de la Semana Santa. El calendario oficial en el país contemplaba, antes de los feriados del Presidente, 110 días no laborables, incluidos sábados y domingos. Con los nuevos feriados el número se eleva a 113, un total de 30% de los 365 días del año. Es posible que otros feriados sean decretados en el transcurso del año. En la Asamblea Nacional, al parecer, se discute una reforma de la Ley del Trabajo y parece que se contempla la reducción de la jornada. Si ello es así y se hace ley, el volumen de horas laborables efectivas se contrae considerablemente. La economía venezolana, en situación recesiva, podría caer en mayor proporción en razón de esa circunstancia.
Soy un militante de la causa de los trabajadores. Lo he sido a través de mi vida. Lo que realmente favorezca a esta causa mejoras salariales reales, protección, empleo productivo, seguridad social, estabilidad, bonificaciones merece el apoyo de la colectividad. Si la nuestra fuera una economía desarrollada la reducción de la jornada laboral y la multiplicación de los feriados, sería una señal de progreso y bienestar social. La liberación de la fuerza de trabajo en términos de creciente productividad y con plenitud de necesidades esenciales satisfechas, cuando la economía alcanza altos niveles de desarrollo, es procedente y justa. No lo es cuando la economía padece no sólo subdesarrollo, sino también recesión, caída del producto interno bruto, desempleo apreciable, deficiencia de servicios, incertidumbre e inestabilidad, baja inversión y desaliento de productores. Este conjunto de calamidades no puede menos que ocasionar una baja productividad económica. Si a ello se le agrega que el número de días trabajados en el año se reduce, hay que llegar a la conclusión de que el PIB no puede alcanzar la tasa mínima que se considere normal para economías como la venezolana, de alrededor de 4% anual. En un escenario de inflación crónica los efectos de una baja productividad se acentúan y ello perjudica, como decía Smith, la magnitud del fondo de bienes que permite a la población satisfacer sus necesidades básicas. En términos de Marx se explicaría este hecho como la disminución de la posibilidad de aumentar la acumulación de capital y, por tanto, de aumentar el empleo que depende de esa variable.
El tiempo libre implica que parte del PIB se consume en actividades que proporcionan satisfacción cultural, moral e intelectual. Para que ello sea viable es necesario que el PIB sea suficientemente elevado y sostenible. La ilusión que aún se mantiene en el país es que el petróleo da para todo, que, por tanto, todos somos beneficiarios de la riqueza petrolera y que ésta tiene una duración prácticamente infinita. Esto no se corresponde con la realidad.
Si no contamos con una economía diversificada, con fuentes renovables de producción, orgánicamente estructurada, la ilusión de riqueza perturba las conductas, da lugar a falsas expectativas, altera las actitudes positivas. El trabajo es la fuente primordial de la riqueza de un país. Sin el trabajo el mundo de la economía no podría existir.
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES ASAMBLEA NACIONAL, UNIDAD ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA
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Soy un militante de la causa de los trabajadores. Lo he sido a través de mi vida. Lo que realmente favorezca a esta causa mejoras salariales reales, protección, empleo productivo, seguridad social, estabilidad, bonificaciones merece el apoyo de la colectividad. Si la nuestra fuera una economía desarrollada la reducción de la jornada laboral y la multiplicación de los feriados, sería una señal de progreso y bienestar social. La liberación de la fuerza de trabajo en términos de creciente productividad y con plenitud de necesidades esenciales satisfechas, cuando la economía alcanza altos niveles de desarrollo, es procedente y justa. No lo es cuando la economía padece no sólo subdesarrollo, sino también recesión, caída del producto interno bruto, desempleo apreciable, deficiencia de servicios, incertidumbre e inestabilidad, baja inversión y desaliento de productores. Este conjunto de calamidades no puede menos que ocasionar una baja productividad económica. Si a ello se le agrega que el número de días trabajados en el año se reduce, hay que llegar a la conclusión de que el PIB no puede alcanzar la tasa mínima que se considere normal para economías como la venezolana, de alrededor de 4% anual. En un escenario de inflación crónica los efectos de una baja productividad se acentúan y ello perjudica, como decía Smith, la magnitud del fondo de bienes que permite a la población satisfacer sus necesidades básicas. En términos de Marx se explicaría este hecho como la disminución de la posibilidad de aumentar la acumulación de capital y, por tanto, de aumentar el empleo que depende de esa variable.
El tiempo libre implica que parte del PIB se consume en actividades que proporcionan satisfacción cultural, moral e intelectual. Para que ello sea viable es necesario que el PIB sea suficientemente elevado y sostenible. La ilusión que aún se mantiene en el país es que el petróleo da para todo, que, por tanto, todos somos beneficiarios de la riqueza petrolera y que ésta tiene una duración prácticamente infinita. Esto no se corresponde con la realidad.
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