No estoy seguro de que pueda hablarse de República en nuestro caso, puesto que la Asamblea Nacional y los demás poderes públicos han abdicado en sus funciones y, por tanto, la separación de poderes ha dejado de existir. El Legislativo ha delegado sus funciones esenciales en el Ejecutivo. Los legisladores se aferran a sus bancas al solo efecto de percibir dietas. Un verdadero suicidio del sistema republicano y una inaceptable concentración de poder, similar a todos los regímenes militares que a decir del escritor Jean-Francois Revel, hacen gala de una acentuada hemiplejia moral.
Vaya esto como introducción, pero quiero en esta líneas puntualizar un tema de naturaleza distinta: el presidente Hugo Chávez, después de 11 años en el gobierno, sigue haciendo referencia a hechos del pasado recientes o lejanos en el tiempo, con el señalamiento de responsabilidades públicas, como si los problemas del presente y los desafíos del futuro no fueran lo suficientemente importantes para ocuparse de ellos. Se necesita no vivir en este país, ser un despistado de primera o ser fanatizado por el gobierno para no darse cuenta- o no admitir- lo que está sucediendo. Cualquier dato que sea examinado con objetividad, cualquier aspecto relacionado con la obra administrativa y con la presente gestión de gobierno arroja un saldo negativo ¿Es este acaso el estilo de gobierno que más conviene a toda Venezuela? Nada perjudica más a un país que el atraso político.
Pero siempre el presidente hace alusiones sobre el pasado, al calor de lo que está pasando sobre el presente en nuestro país. Uno no quisiera imputarle la exclusiva responsabilidad de la actual situación, pero es indudable, como conductor de la nación que él la tiene. Muchos aspectos de la crisis actual debieron preverse, evitarse mediante la realización de modalidades progresistas, de planes administrativos. Y nada nos hace pensar que el régimen político vigente es mejor; que se van a corregir los esquemas que ya hicieron fracasar. Y no es que uno se regodea ante su fracaso. El país marcha al garete. La confianza se ha roto. De un extremo a otro de la nación se alza el clamor de las necesidades insatisfechas y de las hambres no colmadas.
Es bueno recordarle al presidente, que cita mucho el pasado, que la verdad histórica-parcial, perfecta y siempre refutable-busca desenmascarar; las verdades de que se vale el poder buscan, en cambio, encubrir. Que hubo fracasos y tropezones en el largo esfuerzo democrático, es indudable. Pero ¿Que hubiese sido de nuestra Republica democrática sin esa voluntad del 23 de enero de 1958? Y no se necesita ser analista, con criterio sociológico para saber bien que la compactación de los venezolanos no podrá forjarse sino alrededor de un sistema democrático, cabal y de justicia social distributiva. La solidaridad mecánica impuesta por los gobiernos de fuerza no fue nunca capaz de crear nada grande ni nada estable en nuestro país.
Vaya esto como introducción, pero quiero en esta líneas puntualizar un tema de naturaleza distinta: el presidente Hugo Chávez, después de 11 años en el gobierno, sigue haciendo referencia a hechos del pasado recientes o lejanos en el tiempo, con el señalamiento de responsabilidades públicas, como si los problemas del presente y los desafíos del futuro no fueran lo suficientemente importantes para ocuparse de ellos. Se necesita no vivir en este país, ser un despistado de primera o ser fanatizado por el gobierno para no darse cuenta- o no admitir- lo que está sucediendo. Cualquier dato que sea examinado con objetividad, cualquier aspecto relacionado con la obra administrativa y con la presente gestión de gobierno arroja un saldo negativo ¿Es este acaso el estilo de gobierno que más conviene a toda Venezuela? Nada perjudica más a un país que el atraso político.
Pero siempre el presidente hace alusiones sobre el pasado, al calor de lo que está pasando sobre el presente en nuestro país. Uno no quisiera imputarle la exclusiva responsabilidad de la actual situación, pero es indudable, como conductor de la nación que él la tiene. Muchos aspectos de la crisis actual debieron preverse, evitarse mediante la realización de modalidades progresistas, de planes administrativos. Y nada nos hace pensar que el régimen político vigente es mejor; que se van a corregir los esquemas que ya hicieron fracasar. Y no es que uno se regodea ante su fracaso. El país marcha al garete. La confianza se ha roto. De un extremo a otro de la nación se alza el clamor de las necesidades insatisfechas y de las hambres no colmadas.
Es bueno recordarle al presidente, que cita mucho el pasado, que la verdad histórica-parcial, perfecta y siempre refutable-busca desenmascarar; las verdades de que se vale el poder buscan, en cambio, encubrir. Que hubo fracasos y tropezones en el largo esfuerzo democrático, es indudable. Pero ¿Que hubiese sido de nuestra Republica democrática sin esa voluntad del 23 de enero de 1958? Y no se necesita ser analista, con criterio sociológico para saber bien que la compactación de los venezolanos no podrá forjarse sino alrededor de un sistema democrático, cabal y de justicia social distributiva. La solidaridad mecánica impuesta por los gobiernos de fuerza no fue nunca capaz de crear nada grande ni nada estable en nuestro país.
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