La participación electoral opositora para las inseguras elecciones de 2010 es, en general, compartida. Unos estiman que es el todo de la estrategia democrática, otros creen que es una táctica adecuada dentro de una estrategia más global. Se conjuga el entusiasmo desmemoriado de unos con el sano escepticismo de otros. La unidad es exigida; muchas voces se suman a la idea de que debe englobar a los partidos y a la sociedad civil. Sin embargo, asoma un problema muy serio y es que hay partidos y dirigentes que basan su estrategia electoral en pregonar que muchas de las luchas realizadas, en las que la sociedad se involucró hasta la extenuación, son errores, desastres, pasos en falso, necedades radicales y otras pamplinas por el estilo. Tesis históricamente incorrectas, pero, lo más peligroso es que pueden ser el factor de incremento de los impropiamente llamados ni-ni, la mayor parte de los cuales quiere la salida de Chávez de Miraflores.
Extraño Caso. En Venezuela se ha asistido a un caso atípico en el cual una porción de los dirigentes se ha dedicado con cierta fruición a demostrarle a las masas opositoras que son minoría. Siempre se usa el argumento según el cual hay que construir (hacia el futuro) una nueva mayoría y que Chávez ha ganado no por el fraude y el ventajismo sino porque ha sido mayoría. El fundamento de esta posición es que las encuestas lo han dicho y el CNE lo ha ratificado con los resultados. Poco ha importado el fraude que todos denunciaron en 2004, poco ha importado que las cifras finales del referéndum revocatorio de 2007 no se sepan, poco ha importado que la Asamblea Nacional no llegue a representar sino menos de 10 % del electorado (lo demás fue abstención del 83 % y votos nulos). Este deseo obsesivo de convencer a la sociedad democrática que es minoría ejerce efectos devastadores no en la actitud de resistencia de la sociedad sino en la confianza hacia estos dirigentes laxos con la historia.
No se sostiene acá que Chávez no ha sido mayoría repetidas veces; lo que se plantea es que también ha sido minoría varias veces. Minoría política sin duda, cuando ha perdido la calle, iniciativa en el debate, punch, y minoría electoral en varios momentos antes de distintas elecciones que luego se muta en mayorías difícilmente explicables.
Un problema adicional es el que presentan varias encuestadoras que tienen más o menos el siguiente ritmo: ¡Betulio pelea! ¡Tremenda derecha de Betulio! ¡Betulio va por el KO!... ¡Se cayó Betulio! Afirman que el Gobierno se deteriora, que Chávez ya es minoría, que el Gobierno es percibido como un desastre, pero que Chávez es fuerte, que no está derrotado, que es un líder extraordinario y que, por tanto, puede ganar.
En una dirección estimulan las esperanzas electorales opositoras y en otra dicen que Chávez gana. Sin necesariamente suponer mala fe en esas empresas, lo cierto es que los dirigentes aúpan el reconocimiento a las encuestas cuando les dan buenos números y luego se convierten en sus rehenes cuando -por efecto del fraude y el ventajismo- Chávez "gana" aun perdiendo o incrementa su exigua ventaja electoral. No pueden contradecir lo que antes han ensalzado de modo acrítico.
Lo que está perdido en algunas de estas encuestas es el terror de los electores ante la autocracia militarista. Menudo detalle. No hay que olvidar que la guerra de las encuestas, todas serísimas, daban resultados diferentes, lo que condujo a la división y al conflicto con ocasión de las elecciones regionales y locales de noviembre de 2008; situación opacada por las importantísimas victorias obtenidas en varios estados y pocos municipios.
Autogoles Predilectos. Un aspecto similar es el que se expresa en la frecuente imprecación de ciertos dirigentes contra las luchas que la sociedad ha realizado, luchas acompañadas, por cierto, por los partidos políticos. Como ha sostenido el psiquiatra Roberto De Vries, el momento en que los venezolanos experimentaron con mayor fuerza su poderío fue en los eventos del 11 de abril que determinaron la desobediencia militar y la renuncia de Chávez. La posterior confiscación del poder de las masas no le quita significado a una victoria que logró materializar la consigna "Chávez ¡Vete Ya!".
Luego vino el paro cívico nacional, iniciado por la necesidad de defender las luchas democráticas y la meritocracia petrolera. Fue un paro apoyado por todos, como recientemente le recordó Juan Fernández a Julio Borges, en el que muchos pusieron alma y bienes, especialmente la Gente del Petróleo, con un balance de 23.000 despedidos. Hubo quienes perdieron no sólo su empleo, sino su tranquilidad, su hogar, su futuro, su salud, su patria y algunos hasta la vida. Denostar esa gesta gloriosa como una aventura de locos es no entender nada.
La lucha por el referéndum revocatorio fue otra jornada majestuosa, en la que la sociedad civil tuvo el rol esencial junto a los partidos, expresada en la conjunción extraordinaria que significó la Coordinadora Democrática, hasta que ésta murió de mengua en la noche del revocatorio, después de todos los fraudes oficiales y con dirigentes opositores mudos, con una sola excepción. Sin olvidar que el proceso que condujo a la victoria gubernamental (con o sin comillas, según las visiones) se basó en la nueva recolección de firmas ordenada por el CNE debido a que existían supuestas "firmas planas". Varios dirigentes introdujeron una solicitud de amparo constitucional cautelar contra la reparación de las llamadas "firmas planas", amparo que fue acordado por el TSJ en ponencia de Alberto Martini Urdaneta; pero luego esta sentencia fue desconocida por el Gobierno y por una parte de la dirección opositora que renunció a acostarse en el suelo para defenderla. Tiempo precioso que aprovechó el Gobierno y el fraude.
El impacto causado por el fraude del revocatorio, el que la Asamblea Nacional de entonces tuviera en su seno casi la mitad integrada por opositores y el Gobierno cambiara el reglamento interno cada vez que quería para aprobar lo que quisiera, condujo en 2005 a la abstención del 83% del electorado. Victoria fulminante, apoyada por todos los partidos, que después han considerado que deben avergonzarse de ella para fundar la posterior política electoral; lo cual puede evidenciar que no entendieron aquel momento ni el actual. Allí la sociedad civil se creció y ese empuje se perdió porque careció de seguimiento y dirección política.
Son las luchas de entonces las que explican buena parte de la sólida base social democrática de hoy. Como lo fue la participación electoral posterior que a pesar de haber sido también confiscada por el Gobierno muestra la reciedumbre de una sociedad que no se ha dejado vencer. No hay victorias sin derrotas, esguinces, idas y venidas, que son lo que constituye la escuela de las masas, patrimonio colectivo y base de las victorias que pueden venir. Burlarse del coraje puesto en las luchas sólo conduce a la decepción.
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Extraño Caso. En Venezuela se ha asistido a un caso atípico en el cual una porción de los dirigentes se ha dedicado con cierta fruición a demostrarle a las masas opositoras que son minoría. Siempre se usa el argumento según el cual hay que construir (hacia el futuro) una nueva mayoría y que Chávez ha ganado no por el fraude y el ventajismo sino porque ha sido mayoría. El fundamento de esta posición es que las encuestas lo han dicho y el CNE lo ha ratificado con los resultados. Poco ha importado el fraude que todos denunciaron en 2004, poco ha importado que las cifras finales del referéndum revocatorio de 2007 no se sepan, poco ha importado que la Asamblea Nacional no llegue a representar sino menos de 10 % del electorado (lo demás fue abstención del 83 % y votos nulos). Este deseo obsesivo de convencer a la sociedad democrática que es minoría ejerce efectos devastadores no en la actitud de resistencia de la sociedad sino en la confianza hacia estos dirigentes laxos con la historia.
No se sostiene acá que Chávez no ha sido mayoría repetidas veces; lo que se plantea es que también ha sido minoría varias veces. Minoría política sin duda, cuando ha perdido la calle, iniciativa en el debate, punch, y minoría electoral en varios momentos antes de distintas elecciones que luego se muta en mayorías difícilmente explicables.
Un problema adicional es el que presentan varias encuestadoras que tienen más o menos el siguiente ritmo: ¡Betulio pelea! ¡Tremenda derecha de Betulio! ¡Betulio va por el KO!... ¡Se cayó Betulio! Afirman que el Gobierno se deteriora, que Chávez ya es minoría, que el Gobierno es percibido como un desastre, pero que Chávez es fuerte, que no está derrotado, que es un líder extraordinario y que, por tanto, puede ganar.
En una dirección estimulan las esperanzas electorales opositoras y en otra dicen que Chávez gana. Sin necesariamente suponer mala fe en esas empresas, lo cierto es que los dirigentes aúpan el reconocimiento a las encuestas cuando les dan buenos números y luego se convierten en sus rehenes cuando -por efecto del fraude y el ventajismo- Chávez "gana" aun perdiendo o incrementa su exigua ventaja electoral. No pueden contradecir lo que antes han ensalzado de modo acrítico.
Lo que está perdido en algunas de estas encuestas es el terror de los electores ante la autocracia militarista. Menudo detalle. No hay que olvidar que la guerra de las encuestas, todas serísimas, daban resultados diferentes, lo que condujo a la división y al conflicto con ocasión de las elecciones regionales y locales de noviembre de 2008; situación opacada por las importantísimas victorias obtenidas en varios estados y pocos municipios.
Autogoles Predilectos. Un aspecto similar es el que se expresa en la frecuente imprecación de ciertos dirigentes contra las luchas que la sociedad ha realizado, luchas acompañadas, por cierto, por los partidos políticos. Como ha sostenido el psiquiatra Roberto De Vries, el momento en que los venezolanos experimentaron con mayor fuerza su poderío fue en los eventos del 11 de abril que determinaron la desobediencia militar y la renuncia de Chávez. La posterior confiscación del poder de las masas no le quita significado a una victoria que logró materializar la consigna "Chávez ¡Vete Ya!".
Luego vino el paro cívico nacional, iniciado por la necesidad de defender las luchas democráticas y la meritocracia petrolera. Fue un paro apoyado por todos, como recientemente le recordó Juan Fernández a Julio Borges, en el que muchos pusieron alma y bienes, especialmente la Gente del Petróleo, con un balance de 23.000 despedidos. Hubo quienes perdieron no sólo su empleo, sino su tranquilidad, su hogar, su futuro, su salud, su patria y algunos hasta la vida. Denostar esa gesta gloriosa como una aventura de locos es no entender nada.
La lucha por el referéndum revocatorio fue otra jornada majestuosa, en la que la sociedad civil tuvo el rol esencial junto a los partidos, expresada en la conjunción extraordinaria que significó la Coordinadora Democrática, hasta que ésta murió de mengua en la noche del revocatorio, después de todos los fraudes oficiales y con dirigentes opositores mudos, con una sola excepción. Sin olvidar que el proceso que condujo a la victoria gubernamental (con o sin comillas, según las visiones) se basó en la nueva recolección de firmas ordenada por el CNE debido a que existían supuestas "firmas planas". Varios dirigentes introdujeron una solicitud de amparo constitucional cautelar contra la reparación de las llamadas "firmas planas", amparo que fue acordado por el TSJ en ponencia de Alberto Martini Urdaneta; pero luego esta sentencia fue desconocida por el Gobierno y por una parte de la dirección opositora que renunció a acostarse en el suelo para defenderla. Tiempo precioso que aprovechó el Gobierno y el fraude.
El impacto causado por el fraude del revocatorio, el que la Asamblea Nacional de entonces tuviera en su seno casi la mitad integrada por opositores y el Gobierno cambiara el reglamento interno cada vez que quería para aprobar lo que quisiera, condujo en 2005 a la abstención del 83% del electorado. Victoria fulminante, apoyada por todos los partidos, que después han considerado que deben avergonzarse de ella para fundar la posterior política electoral; lo cual puede evidenciar que no entendieron aquel momento ni el actual. Allí la sociedad civil se creció y ese empuje se perdió porque careció de seguimiento y dirección política.
Son las luchas de entonces las que explican buena parte de la sólida base social democrática de hoy. Como lo fue la participación electoral posterior que a pesar de haber sido también confiscada por el Gobierno muestra la reciedumbre de una sociedad que no se ha dejado vencer. No hay victorias sin derrotas, esguinces, idas y venidas, que son lo que constituye la escuela de las masas, patrimonio colectivo y base de las victorias que pueden venir. Burlarse del coraje puesto en las luchas sólo conduce a la decepción.
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