Más allá de los infames atropellos cuyas pacíficas y democráticas víctimas fueron Rectores de Universidades, periodístas, estudiantes, señoras y señores honestos de una población vilmente sometida a la voluntad fascista y la mentalidad totalitaria de un grupejo que ha asaltó y usurpó un poder en su origen legítimo, es menester detenerse para considerar el significado y la trascendencia de lo ocurrido en la madrugada de hoy, cuando una mayoría espúrea --derivada de una votación, en diciembre de 2005, cuya concurrencia no alcanzó ni el diez por ciento de la población electoral de este país llamado Venezuela-- decidió sola, entre oscuridades de la madrugada y tiniebas de sus espíritus y conciencias, probar, por vías ilegítimas de fuerza y cohecho, imponerle al país un sistema educativo, valga decir, un conjunto general de orientaciones cognoscitivas y de normas sociales de conducta, asuntos sobre los cuales ni el Estado, como estructura de la Sociedad Política República de Venezuela, ni el gobierno como mero agente de dirección de ese Estado, tienen la más mínima potestad.
Es sabido que la finalidad de una Sociedad Política es el alcance y realización del Bien Común General; que éste, tiene primacía sobre el Bien Común Particular que es aquél de las sociedades y comunidades intermedias que se integran en el seno de la Sociedad Política; y que ambos, Bien Común General y Bien Común Particular --cada cual en el limitado alcande del dominio de relaciones que en tal sentido les corrresponde-- tienen primacía sobre el Bien Personal Inmanente de las personas miembros de la Sociedad General y de las Sociedades o Comunidades Intermedias, respectivamente. Bien Personal cuya inmanencia corresponde a la vinculación de las de esas personas con esos tipos de Sociedades; esto es, que la primacía opera en tanto en cuanto la persona sea miembro de la Sociedad General o de cada Sociedad o Comunidad Intermedia.
Pero la persona humana, tiene el dominio o señorío sobre sí misma -lo que es uno de los aspectos de su eminente dignidad-- y por ello, en tanto en cuanto su relación con valores, pensamientos o acciones escapen de sus vinculaciones con la Sociedad General (o Política) o con las Sociedades y Comunidades Intermedias, es decir, no pertenezca dicha relación a éstos tipos de Sociedades, los trasciende pues dicha relación es de otro orden, que no es ni el de la Sociedad Política ni los de las Sociedades y Comunidades Intermedias.
Ejemplos de una secillez y simplicidad suprema pueden ser traídos a colación: Ningún gobierno en nombre de ningún Estado puede imponer a miembro alguno de la Sociedad General o Política el tomar obligatoriamente un alimento determinado; sopa de cebollas, por ejemplo. Tampoco puede imponerle que escuche una música, una melodía determinada; ni que le guste o no le guste un cuadro de Picasso. Tampoco tienen que ver las relaciones con la Sociedad General o con las instancias Intermedias, las preferencias deportivas, las escogencias de profesión, de esposas o esposos, de cultos religiosos, de lugares de residencia, de tránsito, y tampoco, señores ministros de gobiernos totalitarios, tienen nada que ver con los sistemas de enseñanza, porque de alguna manera conducen u orientan el pensamiento y la conducta de las personas.
Más aún, la democracia no puede imponer a los miembros de la Sociedad General el que sean demócratas; ni siquiera puede impedir que en el seno de ésta haya personas que pretendan destruir la democracia. Se dice que es esa una de sus debilidades como sistema de gobierno. Pero no es talmente así, porque lo que se permite en una democracia es la creencia política que niegue la democracia, pero no se puede permitir su acción destructora. Cuando, infortunadamente, una banda simplificadamente denominada de nazis tomó el poder en uno de los países más desarrollados y cultos del orbe, el protervo pensamiento que le animaba le condujo irremisiblemente a la destrucción de ese gran país, del pueblo hebreo y intentó la de los demás países del planeta. También los comunistas lo hicieron en la Rusia transformada en URSS y en los países que por la fuerza subyugaron. En ambos casos, gracias a Dios, la utopía se derrumbó antes de que se alcanzara el caos definitivo.
Tenemos los venezolanos el compromiso irrenunciable de impedirlo en nuestra Patria.
PEDRO PAÚL BELLO
(www.paulbello.blogspot.com)
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ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO,POLÍTICA, INTERNACIONAL,
Es sabido que la finalidad de una Sociedad Política es el alcance y realización del Bien Común General; que éste, tiene primacía sobre el Bien Común Particular que es aquél de las sociedades y comunidades intermedias que se integran en el seno de la Sociedad Política; y que ambos, Bien Común General y Bien Común Particular --cada cual en el limitado alcande del dominio de relaciones que en tal sentido les corrresponde-- tienen primacía sobre el Bien Personal Inmanente de las personas miembros de la Sociedad General y de las Sociedades o Comunidades Intermedias, respectivamente. Bien Personal cuya inmanencia corresponde a la vinculación de las de esas personas con esos tipos de Sociedades; esto es, que la primacía opera en tanto en cuanto la persona sea miembro de la Sociedad General o de cada Sociedad o Comunidad Intermedia.
Pero la persona humana, tiene el dominio o señorío sobre sí misma -lo que es uno de los aspectos de su eminente dignidad-- y por ello, en tanto en cuanto su relación con valores, pensamientos o acciones escapen de sus vinculaciones con la Sociedad General (o Política) o con las Sociedades y Comunidades Intermedias, es decir, no pertenezca dicha relación a éstos tipos de Sociedades, los trasciende pues dicha relación es de otro orden, que no es ni el de la Sociedad Política ni los de las Sociedades y Comunidades Intermedias.
Ejemplos de una secillez y simplicidad suprema pueden ser traídos a colación: Ningún gobierno en nombre de ningún Estado puede imponer a miembro alguno de la Sociedad General o Política el tomar obligatoriamente un alimento determinado; sopa de cebollas, por ejemplo. Tampoco puede imponerle que escuche una música, una melodía determinada; ni que le guste o no le guste un cuadro de Picasso. Tampoco tienen que ver las relaciones con la Sociedad General o con las instancias Intermedias, las preferencias deportivas, las escogencias de profesión, de esposas o esposos, de cultos religiosos, de lugares de residencia, de tránsito, y tampoco, señores ministros de gobiernos totalitarios, tienen nada que ver con los sistemas de enseñanza, porque de alguna manera conducen u orientan el pensamiento y la conducta de las personas.
Más aún, la democracia no puede imponer a los miembros de la Sociedad General el que sean demócratas; ni siquiera puede impedir que en el seno de ésta haya personas que pretendan destruir la democracia. Se dice que es esa una de sus debilidades como sistema de gobierno. Pero no es talmente así, porque lo que se permite en una democracia es la creencia política que niegue la democracia, pero no se puede permitir su acción destructora. Cuando, infortunadamente, una banda simplificadamente denominada de nazis tomó el poder en uno de los países más desarrollados y cultos del orbe, el protervo pensamiento que le animaba le condujo irremisiblemente a la destrucción de ese gran país, del pueblo hebreo y intentó la de los demás países del planeta. También los comunistas lo hicieron en la Rusia transformada en URSS y en los países que por la fuerza subyugaron. En ambos casos, gracias a Dios, la utopía se derrumbó antes de que se alcanzara el caos definitivo.
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