La comunidad internacional no puede permanecer por más tiempo cerrando los ojos ante lo que está sucediendo en Venezuela. Hugo Chávez está llevando a su país hacia la autodestrucción en el camino de una dictadura con ambiciones expansionistas.
No pasa un día en que no salgan a la luz nuevos escándalos de corrupción y podredumbre del régimen, a lo que se añaden evidencias cada vez más incontestables de su complicidad con la narco-guerrilla colombiana de las FARC, lo que es un hecho gravísimo.
Su última decisión de acabar con la libertad de expresión en Venezuela es un paso que eliminaría los últimos resquicios de democracia en el país.
El cierre de treinta y dos emisoras de radio y dos televisiones, coincidiendo además con la tramitación de una ley que le permitirá encarcelar a cualquier periodista con argumentos arbitrarios, no deja lugar a dudas sobre la voluntad del régimen de someter a todos los medios de comunicación a su antojo. Se trata de una decisión incompatible con la libertad e intolerable desde cualquier punto de vista.
Chávez atormenta a los venezolanos con interminables monólogos televisivos. Todas las emisoras de radio y televisión están obligadas a transmitir los discursos que se le antojan. Él mismo controla numerosas emisoras de televisión, incluyendo el canal internacional Telesur, con el que se permite interferir en los asuntos de otros países alentando movilizaciones de masas.
Y sin embargo, todavía no le parece suficiente y se propone amordazar a cualquier pensamiento disidente, aun a costa de arrasar con la sociedad venezolana. Ayer mismo, en pleno debate sobre estas medidas, una horda de partidarios suyos irrumpió con armas y granadas lacrimógenas en la sede de Globovisión, prácticamente la única emisora que no se le ha sometido, lo que es un síntoma nefasto de la situación social que está provocando Chávez.
Resulta escandaloso que la misma Organización de Estados Americanos mire para otro lado y se empeñe en ignorar lo que está pasando en Caracas, sobre todo porque tiene un efecto negativo para la democracia en Iberoamérica. No es casualidad que ayer mismo el dirigente ecuatoriano, Rafael Correa, acólito de Chávez, anunciase una clausura masiva de emisoras similar a la venezolana. Tolerar ese comportamiento totalitario de Chávez ha sido la causa de la crisis de Honduras; seguir cerrando los ojos nos llevará a situaciones mucho más graves.
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