A toda prisa, llevándose por delante el sentido común y los artículos 102, 103, 210 y 211 de la Constitución, por lo menos, aprobó la Asamblea Nacional el proyecto de Ley de Educación que el gobierno le pidió con carácter perentorio. La mayoría parecía hasta orgullosa de hacer semejante papelón. Detrás del penoso simulacro de debate parlamentario, torneo de ripios, arengas y adulaciones, se esconde mal el grave problema que los venezolanos tenemos: los que mandan, poseídos por una fantasía ideológica, pretenden imponerla al país sin escrúpulos, cuidados o atención a sus consecuencias en la vida real de las personas que las sufren.
La ofensiva de gobierno busca debilitar a la sociedad pero produce su empobrecimiento. Imponer una Ley de Educación de inspiración cubana es más que una muestra de carencia de ideas propias. El gobierno importa ideas por lo mismo que importa carne, leche y café, porque es incapaz de producirlas. Evidencia una decisión insensata, pero coherente, de empobrecer a los venezolanos. Y en esa misma línea van el cierre de las emisoras y todos los ataques a la libertad de expresión, la burla a los derechos laborales, el desconocimiento de facto del derecho de propiedad, el retroceso en la descentralización y la perversa devaluación del voto. Empobrecernos como ciudadanos y como personas para someternos como sociedad.
Empobrecernos con un modelo educativo que de implantarse, produciría aquí lo mismo que allá, como se lee en un estudio técnico reciente: “…deterioro de las escuelas, predominio de la ideología sobre la docencia y mala preparación de los maestros.”
El profundo desprecio hacia los venezolanos que revela esta ofensiva empobrecedora, es agravado con la agresión de los que mandan contra cualquiera que se les atraviese. Agresión de palabra, más soez que arrogante, en la Asamblea, contra los diputados que expresaron su criterio discrepante en el debate, contra los expertos en Educación que han hablado, contra los profesores y los estudiantes, contra los obispos y hasta contra el Cardenal Arzobispo de Caracas. Todo el que se atreve a no estar de acuerdo es por lo menos un mentiroso traidor al servicio de los privilegios.
Agresión verbal y moral en el hemiciclo, y agresión física, violenta, en la calle. “Gas del bueno” a la manifestación pacífica de los universitarios, encabezada por los rectores. Ellos no tenían derecho a expresar pacíficamente su posición, mientras que los movilizados por el gobierno actuaban como amos y señores de la calle, investidos con la representación del pueblo por decreto ejecutivo. Golpes a los periodistas de la Cadena Capriles que se manifestaban por la libertad de expresión. Palos, piedras y patadas por parte de pandillas patrocinadas y protegidas por el gobierno a quien osa expresarse en “territorio del pueblo”.
Ningún país progresa así.
MENOSPRECIO
Lo que queda claro de todo eso es el menosprecio oficialista hacia usted y hacia mí, y hacia toda manifestación de la sociedad. Medios, sindicatos, organizaciones empresariales, iglesias, instituciones educativas, partidos políticos. En nosotros está aceptar ese menosprecio o responderle, apreciándonos y apreciando a nuestras organizaciones. Valorando lo que somos y lo que tenemos. El gobierno cuenta con que nosotros no confiamos en nosotros mismos. Con que nos consumiremos en pequeñas rivalidades y diferencias, en ansias individuales de figuración. Los partidos, tan frecuentemente subestimados, han dado un ejemplo de unidad que debería ser emulado en la sociedad toda.
INSEGURIDAD
Cuando el Presidente habla, otra vez y con inexplicable gozo, de “vientos de guerra” en América del Sur, aquí el Ministro del Interior rectifica y decide coordinar con alcaldes del área metropolitana los planes de seguridad. Qué bueno. Pero el saludable viraje tiene que ser integral, porque el problema de la delincuencia es demasiado grande. No es cosa de “concesiones” parciales o maniobras de propaganda. La lucha contra la violencia debe ser concertada y ejecutada con todo el Estado, poder nacional, regional y local, sin el menor asomo de discriminación política. La gente es la que sufre cuando sus gobernantes no actúan responsablemente.
La ofensiva de gobierno busca debilitar a la sociedad pero produce su empobrecimiento. Imponer una Ley de Educación de inspiración cubana es más que una muestra de carencia de ideas propias. El gobierno importa ideas por lo mismo que importa carne, leche y café, porque es incapaz de producirlas. Evidencia una decisión insensata, pero coherente, de empobrecer a los venezolanos. Y en esa misma línea van el cierre de las emisoras y todos los ataques a la libertad de expresión, la burla a los derechos laborales, el desconocimiento de facto del derecho de propiedad, el retroceso en la descentralización y la perversa devaluación del voto. Empobrecernos como ciudadanos y como personas para someternos como sociedad.
Empobrecernos con un modelo educativo que de implantarse, produciría aquí lo mismo que allá, como se lee en un estudio técnico reciente: “…deterioro de las escuelas, predominio de la ideología sobre la docencia y mala preparación de los maestros.”
El profundo desprecio hacia los venezolanos que revela esta ofensiva empobrecedora, es agravado con la agresión de los que mandan contra cualquiera que se les atraviese. Agresión de palabra, más soez que arrogante, en la Asamblea, contra los diputados que expresaron su criterio discrepante en el debate, contra los expertos en Educación que han hablado, contra los profesores y los estudiantes, contra los obispos y hasta contra el Cardenal Arzobispo de Caracas. Todo el que se atreve a no estar de acuerdo es por lo menos un mentiroso traidor al servicio de los privilegios.
Agresión verbal y moral en el hemiciclo, y agresión física, violenta, en la calle. “Gas del bueno” a la manifestación pacífica de los universitarios, encabezada por los rectores. Ellos no tenían derecho a expresar pacíficamente su posición, mientras que los movilizados por el gobierno actuaban como amos y señores de la calle, investidos con la representación del pueblo por decreto ejecutivo. Golpes a los periodistas de la Cadena Capriles que se manifestaban por la libertad de expresión. Palos, piedras y patadas por parte de pandillas patrocinadas y protegidas por el gobierno a quien osa expresarse en “territorio del pueblo”.
Ningún país progresa así.
MENOSPRECIO
Lo que queda claro de todo eso es el menosprecio oficialista hacia usted y hacia mí, y hacia toda manifestación de la sociedad. Medios, sindicatos, organizaciones empresariales, iglesias, instituciones educativas, partidos políticos. En nosotros está aceptar ese menosprecio o responderle, apreciándonos y apreciando a nuestras organizaciones. Valorando lo que somos y lo que tenemos. El gobierno cuenta con que nosotros no confiamos en nosotros mismos. Con que nos consumiremos en pequeñas rivalidades y diferencias, en ansias individuales de figuración. Los partidos, tan frecuentemente subestimados, han dado un ejemplo de unidad que debería ser emulado en la sociedad toda.
INSEGURIDAD
Cuando el Presidente habla, otra vez y con inexplicable gozo, de “vientos de guerra” en América del Sur, aquí el Ministro del Interior rectifica y decide coordinar con alcaldes del área metropolitana los planes de seguridad. Qué bueno. Pero el saludable viraje tiene que ser integral, porque el problema de la delincuencia es demasiado grande. No es cosa de “concesiones” parciales o maniobras de propaganda. La lucha contra la violencia debe ser concertada y ejecutada con todo el Estado, poder nacional, regional y local, sin el menor asomo de discriminación política. La gente es la que sufre cuando sus gobernantes no actúan responsablemente.
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