Se trata de un militarismo legalizado, de la reinvención de un golpe militar desde el interior mismo del Estado.
Lo que más me sorprende es que todo les parezca tan lógico, coherente, tan natural. Lo que más me asusta es que todo esto les parezca normal.
Lo que más me sorprende es que todo les parezca tan lógico, coherente, tan natural. Lo que más me asusta es que todo esto les parezca normal.
El artículo 11 de la propuesta de ley que presentó la fiscal general puede ser un ejemplo excelente: “Instigación: el que por cualquier medio de comunicación social, realizare publicaciones o transmisiones destinadas a promover la guerra, la violencia o el odio u hostilidad entre habitantes o colectividades, en razón de su raza, sexo, religión, nacionalidad, ideología o militancia política, será sancionado con pena de prisión de dos a cuatro años. Con igual pena serán castigados los responsables o directivos del medio de comunicación social que publique o transmita estos mensajes”.
No se puede estar de acuerdo con este párrafo y, al mismo tiempo, militar en el PSUV. No se puede suscribir esta propuesta y, a la vez, estar de acuerdo con un gobierno que, en casi todos los espacios mediáticos públicos, carajea a cualquiera que piense de manera distinta acusándolo de “escuálido”, “golpista”, “traidor”, “conspirador”… No se puede decirle que sí a Luisa Ortega Díaz y, también, encima, decirle que sí al Presidente cada vez que brama, exigiendo reducir y pulverizar a sus adversarios. Eso no es coherente. No es normal Se necesita, al menos, una mínima dosis de esquizofrenia para celebrar una ley que, de entrada, deja sin trabajo al compañero Mario Silva y abre la posibilidad de meter en prisión a casi toda la dirigencia del partido de gobierno.
No se puede estar de acuerdo con este párrafo y, al mismo tiempo, militar en el PSUV. No se puede suscribir esta propuesta y, a la vez, estar de acuerdo con un gobierno que, en casi todos los espacios mediáticos públicos, carajea a cualquiera que piense de manera distinta acusándolo de “escuálido”, “golpista”, “traidor”, “conspirador”… No se puede decirle que sí a Luisa Ortega Díaz y, también, encima, decirle que sí al Presidente cada vez que brama, exigiendo reducir y pulverizar a sus adversarios. Eso no es coherente. No es normal Se necesita, al menos, una mínima dosis de esquizofrenia para celebrar una ley que, de entrada, deja sin trabajo al compañero Mario Silva y abre la posibilidad de meter en prisión a casi toda la dirigencia del partido de gobierno.
Me cuesta mucho, en verdad, entender cómo se produce, de dónde sale, tanta sensatez bolivariana. Si por un segundo pensaran en otro escenario, en la posibilidad de que el futuro los sorprenda no en el gobierno sino en la oposición, tal vez las cosas serían diferentes. Quizás ese es su mayor delirio: naturalmente, se piensan desde la eternidad.
El aparte dedicado a la omisión de informaciones es una pieza única en el gran museo de la estulticia nacional. ¿Cómo alguien, afecto al Gobierno, puede entusiasmarse con un instrumento legal como éste? Siguiendo esos parámetros, el canal del Estado estaría obligado a dejar de ser el canal privado del PSUV y tendría que comenzar a pasar informaciones de los otros partidos. ¡Por favor! ¿Qué vaina es esa? ¡Patria, socialismo o muerte! ¿Alguien se imagina un titular de Vea destacando una protesta popular en contra del Gobierno? ¿Es posible soñar con una investigación seria e independiente, en Últimas Noticias, sobre la corrupción en el estado Barinas?…
La omisión, al menos en este caso, más que una categoría legal parece un paradigma religioso. No aplica para los fieles. Sólo tiene que ver con los paganos: si no hablas bien de mí, estás pecando. Tu subjetividad también puede ser un delito.
El poder desarrolla su propio sentido común. De acuerdo con sus ambiciones, con su dinámica. Fomenta y trata de contagiar su particular manera de razonar la realidad. Cuando, ante los ojos de todos los venezolanos, Lina Ron invadió un canal privado, una de las reacciones de la ministra Blanca Eckhout fue acusar a Globovisión de victimizarse.
Es tan insólito que parece irreal. Como si, ante un caso de violencia y abuso sexual, el Estado saliera prontamente a denunciar que la mujer agredida se está haciendo la víctima. El país está al revés.
Nos gobierna la lógica del absurdo.
Lo mismo puede decirse de la manera puntualmente selectiva con la que se quiere ejercer la censura en la radiodifusión venezolana. El poder diseña la ley, o simplemente busca los mecanismos para imponerla, aún desconociendo la voluntad electoral. El poder convierte la popularidad en un mecanismo de dominación. El poder invoca una nueva democracia para lograr su hegemonía. El poder apela a una falsa libertad de expresión para someter al resto de la sociedad a su monólogo, a su única versión del silencio.
Será tarea de los estudiosos ponerle nombre a estos procedimientos con los que, ahora, se quiere instalar el pensamiento único en nuestra sociedad. Se trata de un militarismo legalizado, de la reinvención de un golpe militar desde el interior mismo del Estado, desde sus fórmulas legales y desde sus instituciones. Todo aderezado con una retórica de izquierda, además. Es algo aberrante.
Siempre paradójico e inverosímil. Sólo se puede justificar si se vive en esa otra lógica, en ese nuevo género de lo políticamente correcto que ha inventado este gobierno.
“La peor locura decía el poeta Thomas Merton, refiriéndose a las dinámicas en las sociedades autoritarias es no tener en absoluto angustia, es estar totalmente cuerdos”.
ALBERTO BARRERA TYSZKA
ALBERTO BARRERA TYSZKA
abarrera60@gmail.com
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