*SIXTO MEDINA ESCRIBE EN EL MUNDO DE VENEZUELA: VOTAR PARA MANTENER LAS LIBERTADES
Caracas, 08/08/2008
Es cierto, en Venezuela hay libertades, pero cada día que pasa están siendo limitadas. Es vital de necesidad construir la unidad para hacer frente a esta terca política negativa del gobierno; para estar asistido de la confianza mayoritaria de la población y organizar la movilización de todas las fuerzas sanas del país en un firme designio de recuperar las gobernaciones y alcaldías: para impedir importar el socialismo marxista negador de la justicia y la libertad, de la democracia y de la propiedad, del derecho a elegir y ser elegido. Para concertar un conjunto de ideas coherentes, comprensibles, realizables y aplicables con el propósito de tomar en las manos los problemas reales de la gente; que ponga en marcha un proyecto socio- político de cambio para Venezuela
De todas las elecciones se suele decir que son decisivas, neurálgicas, que a partir de lo que revelen aquellas ánforas ocurrirán cambios fundamentales, para bien o para mal, en el país llamado a votar. Pero es muy posible que este lugar común sea una estricta verdad en el caso de las elecciones regionales para elegir gobernadores y alcaldes que tendrán lugar en Venezuela el próximo 23 de noviembre.
Los candidatos, que en verdad, los favorezcan los sondeos, representan no sólo dos tendencias políticas, sino también una alternativa radical: la continuidad del sistema democrático, que la sociedad venezolana inicio con el 23 de enero de 1958, a la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, o el fortalecimiento de un régimen populista y autoritario que ha empobrecido mucho más al país y lo ha dividido; que ha dejado tan atrás el progreso en materias esenciales para la nación, como la seguridad, la vivienda, el empleo, la economía, su higiene pública, la salud, la educación y la asistencia social.
Ante el desafío que nos presenta la necesidad de reconstruir la sociedad venezolana sobre la base de la honestidad, eficacia, solidaridad y sentido común en la acción, hay que precisar con claridad dos actitudes presentes, dos comportamientos que rebasan el activismo político y militante, dos posiciones, dos filosofías a adoptar: Una es la filosofía pesimista, sostenida por el actual gobierno y sus seguidores, que nos dicen que la sociedad en que vivimos es una sociedad miserable y podrida. No es posible mejorarla. No hay otro remedio que destruirla, para levantar sobre sus ruinas un supuesto “socialismo”, un nuevo hombre, una nueva sociedad.
Quienes se colocan en esta posición, como aceptan esta teoría, no se detienen a pensar cómo será el nuevo orden a construir. Esto por ahora no interesa, afirman, en este momento se trata de destruir. Y entonces, con este criterio pesimista, negativo, destructor, todos los esfuerzos se vuelcan en realizar esta tarea, no importando el daño causado y se prive a alguien de los medios de vida. Así aparecen los apóstoles de la violencia, porque para destruir, desde luego, es necesario emplear la violencia, es necesario el hombre violento; que no ayuda a resolver los problemas, sino que los agrava.
La otra actitud, la otra posición, es la filosofía del optimismo. Los optimistas, hallaran siempre la manera de avanzar- y no retroceder- buscan mayor justicia, mayor libertad, mayor felicidad para la gente. La solución la tiene el propio ciudadano que tiene el derecho a escoger sus gobernantes, que debe encarar con optimismo los problemas existentes y exigir rectificaciones, bien a través de su voto, como expresión de la democracia y la libertad. Estamos seguros que en este momento de nuestra historia hombres y mujeres darán el ejemplo de madurez de conciencia política y de plena capacidad para no ceder ante las pretensiones de imponer desde el poder líneas de conducta de vida y de política.
sxmed@hotmail.com
Caracas, 08/08/2008
Es cierto, en Venezuela hay libertades, pero cada día que pasa están siendo limitadas. Es vital de necesidad construir la unidad para hacer frente a esta terca política negativa del gobierno; para estar asistido de la confianza mayoritaria de la población y organizar la movilización de todas las fuerzas sanas del país en un firme designio de recuperar las gobernaciones y alcaldías: para impedir importar el socialismo marxista negador de la justicia y la libertad, de la democracia y de la propiedad, del derecho a elegir y ser elegido. Para concertar un conjunto de ideas coherentes, comprensibles, realizables y aplicables con el propósito de tomar en las manos los problemas reales de la gente; que ponga en marcha un proyecto socio- político de cambio para Venezuela
De todas las elecciones se suele decir que son decisivas, neurálgicas, que a partir de lo que revelen aquellas ánforas ocurrirán cambios fundamentales, para bien o para mal, en el país llamado a votar. Pero es muy posible que este lugar común sea una estricta verdad en el caso de las elecciones regionales para elegir gobernadores y alcaldes que tendrán lugar en Venezuela el próximo 23 de noviembre.
Los candidatos, que en verdad, los favorezcan los sondeos, representan no sólo dos tendencias políticas, sino también una alternativa radical: la continuidad del sistema democrático, que la sociedad venezolana inicio con el 23 de enero de 1958, a la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, o el fortalecimiento de un régimen populista y autoritario que ha empobrecido mucho más al país y lo ha dividido; que ha dejado tan atrás el progreso en materias esenciales para la nación, como la seguridad, la vivienda, el empleo, la economía, su higiene pública, la salud, la educación y la asistencia social.
Ante el desafío que nos presenta la necesidad de reconstruir la sociedad venezolana sobre la base de la honestidad, eficacia, solidaridad y sentido común en la acción, hay que precisar con claridad dos actitudes presentes, dos comportamientos que rebasan el activismo político y militante, dos posiciones, dos filosofías a adoptar: Una es la filosofía pesimista, sostenida por el actual gobierno y sus seguidores, que nos dicen que la sociedad en que vivimos es una sociedad miserable y podrida. No es posible mejorarla. No hay otro remedio que destruirla, para levantar sobre sus ruinas un supuesto “socialismo”, un nuevo hombre, una nueva sociedad.
Quienes se colocan en esta posición, como aceptan esta teoría, no se detienen a pensar cómo será el nuevo orden a construir. Esto por ahora no interesa, afirman, en este momento se trata de destruir. Y entonces, con este criterio pesimista, negativo, destructor, todos los esfuerzos se vuelcan en realizar esta tarea, no importando el daño causado y se prive a alguien de los medios de vida. Así aparecen los apóstoles de la violencia, porque para destruir, desde luego, es necesario emplear la violencia, es necesario el hombre violento; que no ayuda a resolver los problemas, sino que los agrava.
La otra actitud, la otra posición, es la filosofía del optimismo. Los optimistas, hallaran siempre la manera de avanzar- y no retroceder- buscan mayor justicia, mayor libertad, mayor felicidad para la gente. La solución la tiene el propio ciudadano que tiene el derecho a escoger sus gobernantes, que debe encarar con optimismo los problemas existentes y exigir rectificaciones, bien a través de su voto, como expresión de la democracia y la libertad. Estamos seguros que en este momento de nuestra historia hombres y mujeres darán el ejemplo de madurez de conciencia política y de plena capacidad para no ceder ante las pretensiones de imponer desde el poder líneas de conducta de vida y de política.
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