*ELIDES J. ROJAS L. ESCRIBE: “MERCADEO SOCIALISTA Y REVOLUCIONARIO”
La fórmula para tomar por asalto, de manera científica, los ricos bolsillos revolucionarios.
El último aumento de los precios petroleros sí que preocupó a los estrategas del imperio. La revolución venezolana se está metiendo unos 400 millones de dólares diarios que mandan las transnacionales capitalistas con absoluta puntualidad y eso es mucho dinero. No para construir una América Latina roja, que también vale, sino para gastar como locos.
Y ese es el punto. Hasta ahora hay un tremendo desorden. Venezuela gasta sin miramientos, sin reflexión, sin un momento de calma. Los dólares entran por un lado y salen por el otro. Nunca antes Estados Unidos había vendido a Venezuela tal cantidad de productos que van desde comida para Mercal hasta bolserías capitalistas como camisetas originales de Chicago Bulls. Ganan los gringos, claro.
Pero el negocio tiene que ser sustentable. No puede depender, como todo, de los caprichos del jefe del proceso. Se impone, pues, la asesoría de los que saben: la gente de mercadeo, sus estudios de consumo y el ataque certero al bolsillo desprevenido. Un tiro al piso.
Primero lo primero. ¿Quién tiene los reales y quién gasta los reales?
Sencillo. La cúpula de la revolución. Golpistas del 92, militares y algunos civiles adoptados transitoriamente. ¿En qué gastan los dólares? Así por encimita, en productos premium desarrollados en el mundo del capitalismo salvaje, pero establecer eso sí amerita invertir un realero en encuestas, focus groups, entrevistas y confesiones cuerpo a cuerpo, si queremos ser serios.
Los expertos escogieron un revelador estudio psicodemográfico etario hecho por la cooperativa Yankee go home.
Primer grupo. De 40 a 50 años. Todos golpistas del 92. Después de los años sabáticos en Yare, estudiaron ingeniería o derecho. Se pegaron al sabor en 1997, justo a tiempo. No creen mucho en el líder, pero sí en sus reales. Capitalistas de testaferro, franela roja y desfile cada vez que los manden. Con hijos en los mejores colegios privados sin adoctrinamientos ni pajas bolivarianas. Prefieren whisky 18 años, carros de lujo europeos y casas en Florida.
Segundo grupo. De 50 a 60 años. Lideraron los golpes del 92. No estudiaron nada. Militares medios a empujones. Educación incompleta. Manejan esto como les da la gana. Con hijos bien lejos del socialismo, bonchones y aprovechadores. Les encanta, en esta etapa de preancianidad, una hacienda, una viajadera al exterior y trapos de marca. Cuba es el sitio preferido para el turismo de moño suelto.
Tercer grupo. De 60 en adelante. El viejero de la izquierda anacrónica. Vislumbraron el botín en 1992. Mañosos hijos de la cuarta con mucha hambre de poder y plata. Casi todos estudiosos empíricos y antiguos revolucionarios de botiquín. Con hijos maduros chupando que da gusto en puestos clave. Se mueren por una camionetota o mansiones de retiro en el exterior.
Listo. A consolidar ese mercado.
La fórmula para tomar por asalto, de manera científica, los ricos bolsillos revolucionarios.
El último aumento de los precios petroleros sí que preocupó a los estrategas del imperio. La revolución venezolana se está metiendo unos 400 millones de dólares diarios que mandan las transnacionales capitalistas con absoluta puntualidad y eso es mucho dinero. No para construir una América Latina roja, que también vale, sino para gastar como locos.
Y ese es el punto. Hasta ahora hay un tremendo desorden. Venezuela gasta sin miramientos, sin reflexión, sin un momento de calma. Los dólares entran por un lado y salen por el otro. Nunca antes Estados Unidos había vendido a Venezuela tal cantidad de productos que van desde comida para Mercal hasta bolserías capitalistas como camisetas originales de Chicago Bulls. Ganan los gringos, claro.
Pero el negocio tiene que ser sustentable. No puede depender, como todo, de los caprichos del jefe del proceso. Se impone, pues, la asesoría de los que saben: la gente de mercadeo, sus estudios de consumo y el ataque certero al bolsillo desprevenido. Un tiro al piso.
Primero lo primero. ¿Quién tiene los reales y quién gasta los reales?
Sencillo. La cúpula de la revolución. Golpistas del 92, militares y algunos civiles adoptados transitoriamente. ¿En qué gastan los dólares? Así por encimita, en productos premium desarrollados en el mundo del capitalismo salvaje, pero establecer eso sí amerita invertir un realero en encuestas, focus groups, entrevistas y confesiones cuerpo a cuerpo, si queremos ser serios.
Los expertos escogieron un revelador estudio psicodemográfico etario hecho por la cooperativa Yankee go home.
Primer grupo. De 40 a 50 años. Todos golpistas del 92. Después de los años sabáticos en Yare, estudiaron ingeniería o derecho. Se pegaron al sabor en 1997, justo a tiempo. No creen mucho en el líder, pero sí en sus reales. Capitalistas de testaferro, franela roja y desfile cada vez que los manden. Con hijos en los mejores colegios privados sin adoctrinamientos ni pajas bolivarianas. Prefieren whisky 18 años, carros de lujo europeos y casas en Florida.
Segundo grupo. De 50 a 60 años. Lideraron los golpes del 92. No estudiaron nada. Militares medios a empujones. Educación incompleta. Manejan esto como les da la gana. Con hijos bien lejos del socialismo, bonchones y aprovechadores. Les encanta, en esta etapa de preancianidad, una hacienda, una viajadera al exterior y trapos de marca. Cuba es el sitio preferido para el turismo de moño suelto.
Tercer grupo. De 60 en adelante. El viejero de la izquierda anacrónica. Vislumbraron el botín en 1992. Mañosos hijos de la cuarta con mucha hambre de poder y plata. Casi todos estudiosos empíricos y antiguos revolucionarios de botiquín. Con hijos maduros chupando que da gusto en puestos clave. Se mueren por una camionetota o mansiones de retiro en el exterior.
Listo. A consolidar ese mercado.
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