Mientras
que en el pasado y en el presente muchos aspiraron y aún aspiran permanecer en
el poder contrariando el recto principio de la alternabilidad democrática, la
vida política del Mariscal Antonio José de Sucre nos ofrece admirable lección
de desprendimiento y de consagración a los intereses superiores de la patria.
La:
"Gaceta de Colombia" del 17-02-1827 daba noticia de un hecho
singular: el General Sucre había sido presentado por los Colegios Electorales
de la naciente Bolivia para ocupar la Presidencia Vitalicia de la República,
acto que se acordaba: "por unanimidad de votos", y ante lo cual el
ínclito héroe debía pronunciarse. ¿Quién podía entonces, salvo el Libertador,
disputarle ese nombramiento ofrecido a los méritos sublimes de su conducta y al
temple de su espada? ¿Qué contestaría el joven general a quien la gloria
sonreía colocando sobre su frente al mismo tiempo la corona de laurel y la rama
de olivo?
La
respuesta de Sucre para los hombres de su tiempo y el nuestro fue la siguiente:
"Los pueblos de Bolivia suspiraban por alcanzar la libertad que
proclamaron los primeros en América Meridional, y la independencia para
constituirse una Nación era el término de sus anhelos... Los pueblos de Bolivia
arrastrados del agradecimiento me han prodigado consideraciones y respetos, que
pudieron comprometer su propia suerte y su libertad misma: alguna vez me
entregaron su dirección en un mando discrecional; otra me han forzado sus
representantes a aceptar el gobierno, cuando ellos ya debían sustraerse de la
autoridad de un general apoyado de la victoria y extranjero... Mi consciencia
me aconsejó resistir estos pronunciamientos que arrancaba la gratitud de una
nación...; y ofendido hasta el noble orgullo de un soldado en tolerar que el
brillo de los triunfos tuvieran parte en el acto augusto de dar Jefe a Bolivia,
me atreví a rogar a la representación nacional para que diese la ley de 3 de
julio, que dejó por fin a la discreción de los pueblos el nombramiento de
Presidente de la República...".
En
ese acto, Sucre solicitó a los fundadores de Bolivia: "que se me borre
entre los llamados al peligroso cargo de dirigir la nación" e imploró al
soberano Congreso que considerara: "insuficientes los votos con que se me
ha honrado", ya que asistido por: "los prestigios y el poder..., debe
prescindirse de todos los sentimientos que no sean la prosperidad del Estado,
las libertades públicas, la independencia de Bolivia".
Ofrecía
de esa manera Sucre, al inicio de la independencia y la instauración de la
República en las naciones americanas, el raro ejemplo de la inexistencia de
ambiciones personales, ansias de poder y deseos de figuración política que
tanto ha impulsado a los otros desconociendo en muchos casos los deberes
ciudadanos, la fidelidad y compromiso con los valores democráticos que exigen
inalte rablemente la renovación de los poderes, el reemplazo de los cuadros
políticos, la transformación de las ideas, el cambio de los hombres, el examen
de sus actuaciones, sujetos al frecuente y riguroso juicio de la conciencia
nacional. Temporales y subordinados a los pueblos los gobernantes nunca deben
pretender sustituirlos, colocándose por encima de ellos, infringiendo el
mandato, la soberanía y la libertad de la Nación. Tales fueron las
preocupaciones y el llamamiento excepcional a la ética y a la virtud política
que formuló en nuestra historia Antonio José de Sucre.
Jose
Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfdiazbermudez
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