Hace algunos años, una de las plantas de televisión transmitía un programa
de concurso que era animado por el popular Guillermo González, hombre de dilatada trayectoria en dicho
medio, quien solía chacharear con los concursantes y utilizaba una frase que luego fue cotidiana
en las charlas entre amigos y conocidos, ya que cuando algún interlocutor, se
la echaba de avispado, solía decirle: “rolo e’ vivo”. Viene a la memoria de
este columnista, el mencionado programa televisivo, no solo porque era entretenido
y ameno, sino porque observando el espectáculo tragicómico que todos los días y
muchas veces en cadena, el régimen por medio de su animador estrella desliza
cualquier disparate, éste nos induce mentalmente a preguntarle: ¿Cuánto vale el
show?.
Y es que los actores de la comedia oficial, todos los días montan un show,
con el fin único de distraer la atención de millones de venezolanos, que con
angustia viven una desesperada situación ante la crisis que hace mella en sus
bolsillos y afecta su calidad de vida, por la escasez de productos
alimenticios, medicinas, bienes y servicios, desempleo, inseguridad y la
migración de miembros de sus familias en busca de nuevos horizontes allende las
fronteras, situación que se ha convertido en una verdadera y dolorosa tragedia
para cientos de miles de hogares.
Es común escuchar a la gente, en calle, plazas, comercios, bancos y otros lugares, que Maduro y quienes se encuentran enquistados en el gobierno, todos los días esgrimen un tema, aunque sea venial, como para distraer la atención de la caótica situación que mantiene en vilo a hombres, mujeres, ancianos y niños de todo el país, huérfanos de políticas sociales y económicas, que tiende a agravarse más aún en los próximos meses, según opinión de los más calificados economistas y de estudiosos de esta materia, en Universidades Nacionales.
Es risible, por no decir ridículo, y ello forma parte del show, escuchar a
quien tiene los hilos del poder, manifestar olímpicamente que “los Estados
Unidos planificó los saqueos de San Félix y que tiene en sus manos las
pruebas”, cuando de todos es conocido que el desabastecimiento de alimentos
viene ocurriendo desde hace bastante tiempo, y que el régimen no ha podido
solucionar por ninguna circunstancia. El tema del Esequibo, que Guyana lo ha
tomado por los cachos, y ahora de víctima se ha convertido en victimario, lejos
de conciliar mediante oficios diplomáticos, se empeña en agredir a su par
guyanés, refiriendo que “la Exxon Móbil lo está llevando por un barranco.” Desconoce, sin duda alguna, que las
Relaciones Internacionales responden a los fines del Estado, y que la
Constitución establece los principios de independencia, igualdad entre los
estados, libre determinación y no intervención, y que la defensa de estos
principios impone a la República, la práctica democrática en la participación y
toma de decisiones, en el seno de organismos e instituciones internacionales.
Y para escribir una página más del absurdo cotidiano, tenemos una Asamblea
Nacional en la que los militantes del partido del oficialismo, sin el menor
pudor levantan su manos y aprueban por mayoría, cuando de castigar al contendor
de la oposición se trata, bien sea para despojarlo de su curul, o manejar los
hilos del poder y subliminalmente ordenar a los demás órganos sumisos al
régimen, inhabilitar a ciudadanos que les estorba en el diario acontecer
político. Y qué decir de determinados integrantes de la Fuerza Armada, que no
acatan las disposiciones contempladas en la Carta Magna, en la ejecución de los
altos fines que les ha sido encomendado, como institución esencialmente
profesional, sin militancia política alguna, subordinada a la autoridad civil,
organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la
Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa
militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno y la
participación activa en el desarrollo nacional, de acuerdo con la ley y la
Constitución. Los parlamentarios del oficialismo y algunos oficiales de la
Fuerza Armada, exhiben escasa comprensión, del lugar que les corresponde a cada
uno en el ordenamiento democrático.
Sin detenerse a pensar en verdades tan elementales y sin medir las
consecuencias de sus actos, parlamentarios y militares han hecho lo posible por
debilitar aún más la frágil y maltrecha institucionalidad del país. Lo que
queda después de este episodio es penoso, preocupante y sombrío. No solo por la
tamaña irresponsabilidad de los diputados oficialistas que han levantado lanzas
en contra de uno de los cimientos del convivir democrático y de la separación y
control de poderes, sino sobre todo por las señales que vienen desde las
Fuerzas Armadas, a las que se les ha visto metida de lleno en la política. En
su predio, es común ahora – como un asunto cotidiano – por lo menos es lo que
inferimos luego de las recientes declaraciones del titular de la cartera de
Defensa, tocar el tema político sin
ningún recelo ni disimulo, bajo el pretexto de la defensa de un proceso de
cambio arropado bajo una mal llamada revolución bolivariana. Los enemigos de
antaño- viejos guerrilleros de los años 60 – a quienes combatieron ferozmente,
ahora hacen vida común en el alto gobierno. Por eso ahora, con más fuerza,
rigor y sin recelo alguno, Maduro afirma una y otra vez en sus largas peroratas
discursivas, que el gobierno que preside es cívico-militar, al que habría que
alternar su denominación para llamarlo, militar-cívico, pues sus más altos
funcionarios en los cargos que detentan en la administración pública, llámense Ministerios,
Gobernaciones, Alcaldías y empresas del Estado, llegan a sus despachos con
botas, charreteras, condecoraciones, y por supuesto, armas.
Sin embargo, ante este desalentador cuadro, millones de venezolanos
mantienen la esperanza y la fe de un nuevo amanecer democrático, y un mañana
mejor para nuestros hijos y para la Patria. No se puede permitir, que la
ceguera y el oportunismo sigan haciendo de las suyas, y que estas dos
instituciones: Asamblea Nacional y Fuerza Armada, sean el péndulo para mantener
en el poder a quienes han defraudado por espacio de 16 años, a todo un pueblo
merecedor de mejores destinos.
Sabias palabras, las que contiene una de las cartas que Bolívar le dirige a
Santander, en la que refiere: “Catorce años ha que estoy renunciando al mando
que contra todos mis deseos he conservado, unas veces por necesidad y otras por
compasión. Hasta ahora he sido dócil a los ruegos; pero no lo seré más porque
me es insoportable sufrir el oprobio de oirme llamar tirano y usurpador. Yo sé
padecer todo menos esto. El horror que profeso a la opresión no me permite ser
víctima de este sacrificio. Esta es mi pasión dominante, no la puedo doblegar,
y mi mayor flaqueza es mi amor a la libertad; este amor me arrastra a olvidar
hasta la gloria misma. Quiero pasar por todo, prefiero sucumbir en mis
esperanzas, a pasar por tirano, y aun aparecer sospechoso, Mi impetuosa pasión,
mi aspiración mayor es la de llevar el nombre de amante de la libertad”
Carlos E.
Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador
del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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