[Edición
del «Consejo de Publicaciones» de la Universidad de Los Andes, 1978. Por
petición del fallecido médico, artista plástico y poeta Carlos CONTRAMAESTRE
-con quien participé en la fundación de la editorial de la citada casa de
estudios superiores- estuve a cargo de la edición del poemario]
La
víspera escribí (1), si mal no recuerdo, que LISCANO es hacedor de una poesía
de fundamentación «heroica»: porque, a despecho de sus investigaciones
folklóricas, su lírica no está invadida por la boga del «criollismo
venezolano». Producto, tal moda, de una bien dirigida campaña de envilecimiento
intelectual por parte
de algunos autores. En ningún caso, no pretendo
subestimar al «Folklore Nacional»: empero, lo confieso sin rencor, sí necesito
darle el lugar que exacto merece en la «Literatura Universal». A mi juicio,
mediante argumentos de obcecado criollismo, en nuestro país se hace mucha y
fácil poesía.
Juan,
en cuyo Nuevo Mundo Orinoco (1959) ya anuncia cierta influencia «gnóstica»,
parece admitir con su madura creación poética su veneración por «lo intuitivo».
En un breve comentario sobre el citado libro, dije: «[…] LISCANO abre una ruta
hacia la ejecución de una Poesía Paleontológica: donde el todo interior
despierta al consciente […]» El «Ser», su develamiento y la sabia quietud del
alma que representa evoca la antiquísima «Secta de los Metafísicos». Lo ha
confesado en algunas entrevistas: «[…] La Literatura Venezolana requiere de una
dosis de metafísica […]» Hace tan acertada afirmación y sus textos la abundan.
Ahora
me ocupa El Viaje (2), su más reciente libro de poemas. Según él, un texto
«accidentado». Hace diez años, cuando estaba en manuscrito, uno entre sus
amigos lo extravió. A partir de El Viaje, el intelectual habita un lugar
perfectamente suyo: y, la obra a la cual confía la misión de reflejarlo, igual
adquiere el rigor «óntico» ya consagrado en Nuevo Mundo Orinoco. He aquí El
Viaje: «[…] He viajado dentro del viaje hacia fuentes escondidas/he sentido el
horror del océano en tinieblas de fuegos nebulosos […]»
Una
vez instalado en su espíritu/ego/conciencia, Juan LISCANO deja escapar una
poesía de «dictados religiosos». Se siente, sin embargo, solo. Desterrado, al
parecer a voluntad: «[…] Me he visto en un escudo de águila con las alas
podadas/Soy Martín Pascual, Don Nadie, Juan de nauta/Juan de la noche/Juan sin
apellido, el desterrado […]»
Es
importante advertir en LISCANO a un náufrago, hombre cuyo largo tránsito por la
vida le ha dejado luces pero también decepciones: «[…] Hace tiempo vago sin la
paz de un rumbo […]» -confiesa-. Es ahí donde se gesta el «estoicismo» del
hacedor que, en ese inexistente camino porque no es rumbo, siembra un canto
metafísico. Su musicalidad irrumpe poética y la fluida escritura que la ejecuta
propaga mensajes. Existe, en este punto, correspondencia con Rafael CADENAS.
Que no llega a ser semejanza o influencia. Porque el segundo se acerca más a la
creación aforística explícita y el primero a los problemas del «Ser».
La
«existencia» asume al «ente», aunque
parezca absurdo, como el «ente» a ella: situación paradójica, sin duda, que
hace realidad las cuestiones del espíritu. El Hombre requiere de su intuición
sensible, de sus facultades más profundas y desconocidas, para sobrevivir al
cálculo. Nos gestan en el vientre de una tierra furiosa y morimos en su siquis.
Es el recorrido infalible de un poeta que ve «otra orilla». Ruta hacia la cual
la percepción extrema conduce. Primero la angustia, luego la reflexión por
sobre los actos, para culminar en la quietud. Juan yace ahí, en la paz de un tiempo
que (pese habitarlo) le es misterioso.
Porque el tiempo no pertenece al Ser Humano como entidad física, sino a la
conciencia ella. Las inferencias del escritor sostienen mis afirmaciones: «[…]
Escribir es sacar a los muertos de sus tumbas/representar las interminables
tramas del olvido del amor y del recuerdo/revolver la memoria en procura de
fragmentos y restos de civilizaciones extintas […]»
El
tiempo es misterioso porque nos hace existentes fuera de los sentidos. Agota
los campos verdes, las mujeres hermosas y envejece igual que la bondad. Pero se
vuelve senil por partículas, en seres aislados. Es, además, implacable consigo:
destino del que participamos, de una u otra forma, quienes interpretamos la
vida a través de las letras. LISCANO enfila y con él yo: «[…] Recuerda que
recordarás al final asomado al borde del
vacío/manoteando tú ya de vidrio y de circuitos […]»
NOTAS.-
(1)
En el diario «El Impulso», Barquisimeto, Venezuela, Noviembre de 1977.
(2)
LISCANO, Juan: EL VIAJE. Edición del «Consejo de Publicaciones» de la
Universidad de Los Andes, 1978. Por petición del fallecido médico, artista
plástico y poeta Carlos CONTRAMAESTRE (con quien participé en la fundación de
la editorial institucional) estuve a cargo de la edición del poemario.
Alberto
Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
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