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jueves, 14 de mayo de 2015

EGILDO LUJAN NAVAS, LOS BATAS BLANCAS SE VAN

 0tro de los índices de desarrollo más importantes para medir los avances de un país, son sus niveles de formación tecnológica y académica en todos sus aspectos.

Factores como número de estudiantes en verdadero proceso formativo, de especialización, de cantidad de profesionales ejerciendo, cantidad y calidad de docentes disponibles, estándares óptimos  de investigación y volumen o porcentaje de dinero que se invierte en investigación aplicada, de acuerdo a los presupuestos de la nación, entre tantos otros, conforman esa especie de vitrina que exhibe la grandeza de un país plenamente civilizado, como con las características que le proyectan en sus alcances de verdadero progreso integral.

Cuanta mayor relevancia tengan -o les reconozcan sus propios ciudadanos- mayor fortaleza vanguardista, inclusive, apreciarán los otros pueblos vecinos o lejanos.

No hacen muchos años que Venezuela tenía un estatus académico reconocido a nivel internacional. Sus universidades gozaban de prestigio en el concierto de las naciones, cuando el tema de análisis era el de la  educación académica. Eso  lo reafirmaba la ventaja de tener convenios y acuerdos con muchas y reconocidos centro de formación superior y de postgrado de  prestigio mundial. El nivel de sus graduandos era de respeto y aprecio fuera de sus fronteras. Lamentablemente, eso se ha perdido. Inclusive, actualmente hay especialidades y estudios superiores suspendidos por falta de académicos o de estudiantes interesados.

El país, sencillamente, está dejando de calificar en los caminos de avanzada, incluso  en los que tienen que ver con el intercambio o el envío de estudiantes a otras latitudes, y  a universidades de reconocido prestigio académico más allá de las fronteras. Ahora es casi imposible fortalecer y diversificar el plantel de profesionales en  las especialidades, especialmente en las atinentes al área de la salud.

Es como si, repentinamente, Venezuela hubiera sufrido lo equivalente a un " paro cardiaco" en su interés por evolucionar; formar recursos humanos; salir de su condición de país subdesarrollado. Triunfar.

De hecho, los estudiantes de primero y segundos niveles y universitarios están desertando. Y está sucediendo en todos los colegios, públicos y privados, a lo largo y ancho del país. ¿ Motivos?. Son múltiples. Pero las razones económicas están liderando dichas decisiones. Ellas están obligado a los estudiantes a ir al rebusque monetario para colaborar con los endémicos presupuestos familiares.

Una gran parte ha decidido incorporarse a la economía informal  o  al buhonerismo; asimismo, a la nueva y perniciosa modalidad calificada en el neolenguaje gubernamental como  "bachaqueo". Eso que no es otra cosa que comprar productos de primera necesidad subsidiados por el Gobierno, en su afán por pretender ocultar los estragos económicos y sociales de la más alta inflación del mundo, para luego revenderlos en el denominado “mercado negro” por un valor de hasta cuatro veces, según el precio referencial gubernamental.

Por supuesto ¿y cómo no participar en un negociado de ese tipo, cuando, por otra parte, las llamadas mafias que controlan ese nuevo tipo de comercio son las mismas que facilitan el acceso a las fronteras, que es en donde se siente la verdadera fuerza de los controles de cambio y de precios venezolanos?.  Tristemente, pero el comercio ilegal que se desarrolla en las fronteras  de Venezuela con Colombia, Brasil y las Islas del Caribe, ha pasado a ser la verdadera Bolsa referencial que destruye a diario el derecho a vivir mejor de cada venezolano que no está directamente relacionado con la práctica de ese tipo de delito.

De igual manera,  a ese panorama ahora también hay que añadirle que el presupuesto gubernamental -o envió de remesas estudiantiles- ha sufrido demoras lamentables por la caída de los ingresos petroleros. Eso ha obligado a los estudiantes venezolanos que están en el exterior, a quedar a la buena de Dios; a depender también  del rebusque,  o verse obligados a  retornar al país con el fracaso pintado en la frente.

A todo ello se suma el significativo éxodo de profesionales de todas las especialidades y hasta de niveles superiores que han decidido residenciarse en otros países, en procura de justas remuneraciones y seguridad.

Para Venezuela, es definitivamente grave dicha situación. Y alarmante cuando la migración incluye  a miles de profesionales de la medicina en toda su gama de especialidades. Porque representa una pérdida vital para la nación entera, por ser ellos la médula espinal de la salud del pueblo.

La medicina es la carrera universitaria  más larga de todas las profesiones, además de ser muy costosa y valiosa para la nación y su ciudadanía en general. Es un éxodo profesional que hoy es imposible de detener, tanto por su pobre nivel de ingresos o sueldos que perciben los médicos en Venezuela, como por  la grave inseguridad a la que están expuestos, indistintamente del sitio donde trabaje. Un médico en los hospitales venezolanos devenga un salario de $400,oo mensuales; y en cualquier país ( menos en Cuba ) percibe un pago por encima de los $ 4000,oo; es decir, diez veces más.

Lo que está sucediendo con la migración de los médicos venezolanos, no se le puede  seguir viendo como un problema ideológico, de odios o de rivalidades políticas. Este es un problema que demanda y exige una urgente solución. Apartando la incidencia de la inseguridad, el primer paso que debe darse es en respuesta a una realidad de orden económica. Y eso se puede –y se debe- solucionar a  la mayor brevedad.

Si algo es peligroso para la seguridad y la verdadera paz social del país es no contar con un sistema médico y sanitario apoyado en la disponibilidad de un recurso humano formado académicamente, en consonancia con el propio avance tecnológico de la medicina y el crecimiento vegetativo de la población. Hay que atender y evitar urgentemente que continúe el desagüe de profesionales, y muy especialmente el de los médicos.

Con voluntad y amor al prójimo –y pensando siempre en los seres queridos de cada familia venezolana, hay que defender el derecho de cada médico venezolano a vivir dignamente en su país; a gozar de las condiciones apropiadas y de respeto que les permitan no verse obligados a huir del sitio en donde, seguramente, quisieran estar permanentemente.

Hay que detener con respuestas apropiadas y adecuadas, la fuga de nuestros tan queridos y valiosos BATAS BLANCAS. Y que, por otra parte,  Dios bendiga a nuestros médicos que ya están en distintas partes del mundo, muchos de ellos dispuestos a regresar, siempre y cuando aquí puedan disponer de las alternativas con las que están prestando servicios fuera del país.

Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan

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