0tro de los índices de desarrollo más
importantes para medir los avances de un país, son sus niveles de formación
tecnológica y académica en todos sus aspectos.
Factores como número de estudiantes en
verdadero proceso formativo, de especialización, de cantidad de profesionales
ejerciendo, cantidad y calidad de docentes disponibles, estándares óptimos de investigación y volumen o porcentaje de
dinero que se invierte en investigación aplicada, de acuerdo a los presupuestos
de la nación, entre tantos otros, conforman esa especie de vitrina que exhibe
la grandeza de un país plenamente civilizado, como con las características que
le proyectan en sus alcances de verdadero progreso integral.
Cuanta mayor relevancia tengan -o les
reconozcan sus propios ciudadanos- mayor fortaleza vanguardista, inclusive,
apreciarán los otros pueblos vecinos o lejanos.
No hacen muchos años que Venezuela tenía un estatus académico reconocido a nivel internacional. Sus universidades gozaban de prestigio en el concierto de las naciones, cuando el tema de análisis era el de la educación académica. Eso lo reafirmaba la ventaja de tener convenios y acuerdos con muchas y reconocidos centro de formación superior y de postgrado de prestigio mundial. El nivel de sus graduandos era de respeto y aprecio fuera de sus fronteras. Lamentablemente, eso se ha perdido. Inclusive, actualmente hay especialidades y estudios superiores suspendidos por falta de académicos o de estudiantes interesados.
El país, sencillamente, está dejando de
calificar en los caminos de avanzada, incluso
en los que tienen que ver con el intercambio o el envío de estudiantes a
otras latitudes, y a universidades de
reconocido prestigio académico más allá de las fronteras. Ahora es casi
imposible fortalecer y diversificar el plantel de profesionales en las especialidades, especialmente en las
atinentes al área de la salud.
Es como si, repentinamente, Venezuela hubiera
sufrido lo equivalente a un " paro cardiaco" en su interés por
evolucionar; formar recursos humanos; salir de su condición de país
subdesarrollado. Triunfar.
De hecho, los estudiantes de primero y
segundos niveles y universitarios están desertando. Y está sucediendo en todos
los colegios, públicos y privados, a lo largo y ancho del país. ¿ Motivos?. Son
múltiples. Pero las razones económicas están liderando dichas decisiones. Ellas
están obligado a los estudiantes a ir al rebusque monetario para colaborar con
los endémicos presupuestos familiares.
Una gran parte ha decidido incorporarse a la
economía informal o al buhonerismo; asimismo, a la nueva y
perniciosa modalidad calificada en el neolenguaje gubernamental como "bachaqueo". Eso que no es otra
cosa que comprar productos de primera necesidad subsidiados por el Gobierno, en
su afán por pretender ocultar los estragos económicos y sociales de la más alta
inflación del mundo, para luego revenderlos en el denominado “mercado negro”
por un valor de hasta cuatro veces, según el precio referencial gubernamental.
Por supuesto ¿y cómo no participar en un
negociado de ese tipo, cuando, por otra parte, las llamadas mafias que
controlan ese nuevo tipo de comercio son las mismas que facilitan el acceso a
las fronteras, que es en donde se siente la verdadera fuerza de los controles
de cambio y de precios venezolanos?.
Tristemente, pero el comercio ilegal que se desarrolla en las fronteras de Venezuela con Colombia, Brasil y las Islas
del Caribe, ha pasado a ser la verdadera Bolsa referencial que destruye a
diario el derecho a vivir mejor de cada venezolano que no está directamente
relacionado con la práctica de ese tipo de delito.
De igual manera, a ese panorama ahora también hay que añadirle
que el presupuesto gubernamental -o envió de remesas estudiantiles- ha sufrido
demoras lamentables por la caída de los ingresos petroleros. Eso ha obligado a
los estudiantes venezolanos que están en el exterior, a quedar a la buena de
Dios; a depender también del
rebusque, o verse obligados a retornar al país con el fracaso pintado en la
frente.
A todo ello se suma el significativo éxodo de
profesionales de todas las especialidades y hasta de niveles superiores que han
decidido residenciarse en otros países, en procura de justas remuneraciones y
seguridad.
Para Venezuela, es definitivamente grave
dicha situación. Y alarmante cuando la migración incluye a miles de profesionales de la medicina en
toda su gama de especialidades. Porque representa una pérdida vital para la
nación entera, por ser ellos la médula espinal de la salud del pueblo.
La medicina es la carrera universitaria más larga de todas las profesiones, además de
ser muy costosa y valiosa para la nación y su ciudadanía en general. Es un
éxodo profesional que hoy es imposible de detener, tanto por su pobre nivel de
ingresos o sueldos que perciben los médicos en Venezuela, como por la grave inseguridad a la que están
expuestos, indistintamente del sitio donde trabaje. Un médico en los hospitales
venezolanos devenga un salario de $400,oo mensuales; y en cualquier país (
menos en Cuba ) percibe un pago por encima de los $ 4000,oo; es decir, diez
veces más.
Lo que está sucediendo con la migración de
los médicos venezolanos, no se le puede
seguir viendo como un problema ideológico, de odios o de rivalidades
políticas. Este es un problema que demanda y exige una urgente solución.
Apartando la incidencia de la inseguridad, el primer paso que debe darse es en
respuesta a una realidad de orden económica. Y eso se puede –y se debe-
solucionar a la mayor brevedad.
Si algo es peligroso para la seguridad y la
verdadera paz social del país es no contar con un sistema médico y sanitario
apoyado en la disponibilidad de un recurso humano formado académicamente, en
consonancia con el propio avance tecnológico de la medicina y el crecimiento
vegetativo de la población. Hay que atender y evitar urgentemente que continúe
el desagüe de profesionales, y muy especialmente el de los médicos.
Con voluntad y amor al prójimo –y pensando
siempre en los seres queridos de cada familia venezolana, hay que defender el
derecho de cada médico venezolano a vivir dignamente en su país; a gozar de las
condiciones apropiadas y de respeto que les permitan no verse obligados a huir
del sitio en donde, seguramente, quisieran estar permanentemente.
Hay que detener con respuestas apropiadas y adecuadas, la fuga de nuestros tan queridos y valiosos BATAS BLANCAS. Y que, por otra parte, Dios bendiga a nuestros médicos que ya están en distintas partes del mundo, muchos de ellos dispuestos a regresar, siempre y cuando aquí puedan disponer de las alternativas con las que están prestando servicios fuera del país.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
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