Además de ser el nombre de un álbum de música
del grupo The Police, la frase fue originalmente acuñada por el filósofo ingles
Gilbert Ryle (1900-1976) en su libro, The Concept of Mind (1946), y se refiere
a la idea desarrollada por Descartes sobre la dualidad cuerpo-alma, como
metáfora a la creencia, que la maquina, el cuerpo, esta conducido por un alma o
espíritu, el fantasma.
Ryle fue profesor de la universidad de Oxford
y es considerado uno de los pioneros del movimiento de la psicología
conductista que ya venias siendo desarrollada por los norteamericanos
J.W. Watson y posteriormente por B.F. Skinner.
Como buen filosofo de la escuela analítica, y
desbrozando la lógica del lenguaje utilizado por Descartes, se dio cuenta que
este había cometido un error categorial
cuando- según lo explica Alex Scout-
“intenta analizar la relación entre la “mente” y el “cuerpo”, como si
fueran términos pertenecientes a la misma categoría lógica. Esta confusión de
categorías lógicas puede observarse en otras teorías sobre la relación entre
mente y materia. Por ejemplo, la teoría idealista de la mente efectúa un error
categorial cuando intenta reducir la realidad física al mismo estatus de la
realidad mental. La teoría materialista de la mente esta en un error categorial
básico cuando intenta reducir la realidad mental al mismo estatus de la
realidad física”.
Cuando vemos a una persona actuar en
situaciones ordinarias, los que creen en el dualismo cartesiano, buscan razones
en un mundo interior , oculto, al que llaman ‘mente’, y al que le atribuyen las
directrices de esas acciones, a estas personas les resulta inverosímil que esas mismas acciones de la persona
actuante sea su manera de pensar, Ryle
nos conmina no a buscar ‘causas interiores’ sino mas bien, capacidades, basta
con ‘saber como’ para que el sujeto actúe en una determinada circunstancia.
El planteamiento de que el cuerpo corresponde
al mundo físico y sus leyes, y el mental al mundo espiritual, pero aun así, a
pesar de que cuerpo y alma pertenecen a dos mundos y sustancias diferentes, se
encuentran estrechamente interrelacionados, esto plantea una serie de problemas
y contradicciones insolubles, el darle un lugar a la mente en el mundo físico
fue, durante mucho tiempo, una de las interrogantes fundamentales de la filosofía.
Si bien en la época que Ryle escribe no había
explicación para fenómenos como los sueños, escuchar música o ver colores
dentro de la cabeza, éste los denominaba “estados mentales” o “eventos
mentales” y aceptaba, que algunos de ellos estuvieran asociados al campo de la
imaginación, bien fuera consciente o inconsciente.
Para Ryle lo que se llama mente, debe ser el
cuerpo, los procesos mentales son procesos físicos, las propiedades mentales no
pasan de ser patrones de comportamiento, ve cómo actúa una persona y sabes cómo
piensa, y esos otros fenómenos como las conversaciones mentales que sostenemos
con nosotros mismos son simples abreviaciones del discurso verbal que queremos
decir o vamos a decir.
La memoria, el conocimiento, la voluntad o
los sentimientos no son sino comportamientos explicados por disposiciones,
habilidades del individuo, no por procesos mentales, y dice algo importante,
una persona “sabe” algo, cuando tiene la disposición de estar en lo correcto al
presentarse la situación y “cree” algo, si tiene la disposición para actuar de
cierta manera cuando la situación se presenta.
Los comportamientos observables de las
personas son el final de una cadena de procesos cerebrales, no hay nada mas
allá de este desempeño, lo no observable, como por ejemplo las creencias y los
conocimientos, los denomina como
‘conductas potenciales’, pero las deja para futuros estudios y ampliación de la
teoría.
Ryle conjuntamente con Wittgenstein abarcaron
el problema de los lenguajes privados en las personas, por supuesto, cada uno a
su manera y por su lado, dichos lenguajes afectan con mucho la forma como
percibimos a nuestro prójimo, atribuyéndoles características y dimensiones
equivocadas, estos lenguajes privados son usos de palabras y expresiones que los
individuos emplean para hablar de sí mismos y de lo que les sucede en
determinado momento como por ejemplo, cuando alguien dice “me duele” o “estoy
triste”, donde asumimos a una persona en control de sus actos y reconociendo
una sensación, o sentimientos, respondiendo a supuestos procesos interiores, en
vez de describir un comportamiento producto de una cadena de causales físicas.
Uno de los problemas a los que apunta Ryle es
la gran cantidad de predicados mentales que usamos en el lenguaje ordinario,
para aludir a procesos internos, esta profusión de palabras y constructos son
el legado de varios siglos de permanencia del concepto dualista cartesiano
considerado como verdad indiscutible en la cultura occidental.
Ryle llama la atención sobre un punto extremadamente
difícil de notar en las acciones humanas, lo que distingue el movimiento de un
cuerpo de otro, es un aspecto casi imperceptible, y es el hecho de si ese
movimiento es intencional o no. Y aquí
surgen las palabras que califican esa intencionalidad, gusto, volición, razón.
Julia Tanney, filosofa experta en la obra de
Ryle nos dice que para entender esta diferencia debemos comprenderlo con este
otro símil: “De manera similar, lo que distingue la significación de un
pronunciamiento de una persona, de una expresión fonética similar hecha por un
loro, es el aditivo, en el primer caso de el acto mental de ‘significar’. Lo
que distingue un acto de oír de uno de escuchar es el acompañamiento de
‘entender’.”
Los comportamientos inteligentes, no todos,
pueden ser atribuidos a operaciones teóricas a priori hechas por un sujeto,
alguien que ejecute una rutina como jugar ajedrez o realizar el desarrollo de
una compleja explicación en una pizarra, muchas veces esa persona no pasa de
ser tan hábil como una foca de circo bien entrenada en su acto, o como el
exacto funcionamiento de un reloj de precisión, a estas acciones no las
llamamos “inteligentes”, para que sean inteligentes no solamente deben
satisfacer criterios, sino aplicarlos, debe actuar de manera critica detectando
y corrigiendo lapsos, repetir y superar los éxitos, enriquecerse de los errores
y observaciones de otros.
Es por ello que sea tan común equivocarse
juzgando a una persona en sus actos y atribuyéndole características que no
están allí, admirar una habilidad mental cuando en realidad se trata de
comportamientos aprendidos y repetidos.
Recomiendo la lectura de la obra de Ryle,
sorprenderá a muchos la claridad de su pensamiento, y no puedo dejar de
mencionar que este filosofo fue el maestro y tutor de la tesis de ese otro gran
teórico de la conciencia y otros de mis héroes intelectuales, Daniel Dennet
quien fue su alumno en su pasantía por Oxford.-
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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