La
democracia que sirvió de modelo a los libertadores, la de Estados Unidos de
América, debe su existencia prolongada, que excede los dos siglos, al
funcionamiento efectivo de las instituciones, sobre todo el Poder Judicial. En
Venezuela ha sido diferente. Hasta 1958 subsistía una situación lamentable que
fue descrita por Martín Pérez Guevara, que llegó a presidente de la Corte
Suprema de Justicia, con estas palabras: “El Poder Judicial ha sido pura y
simplemente un apéndice del Poder Ejecutivo. Ha estado maniatado hasta ahora
por la intervención directa que tiene el Poder Ejecutivo.” El juez subalterno
del mandón de turno y obediente a sus órdenes fue retratado por Rómulo Gallegos
en la novela “Doña Bárbara” con el personaje llamado Mujiquita, que hizo fama.
Tanta que a los jueces sumisos a los gobernantes se les despreciaba con ese
mote. Estudiado bien el personaje se observará un detalle: Mujiquita no
enjuiciaba a políticos en la novela. Sólo conocía de causas de derecho privado
(en su caso, civiles). La caracterización se ajustaba a la verdad. Hasta
entonces los dictadores no usaban a los jueces para perseguir a los adversarios
políticos. Se valían de la policía, que los ponían presos sin fórmula de
juicio. Los jueces quedaban al margen. Esto explica que la dictadura militar
(1948-1958) haya creado el Ministerio de Justicia, inexistente hasta entonces,
designando a un jurista muy respetado en la Universidad y en el gremio. Una aparente incoherencia que sólo se entiende
porque esa dictadura, igual que las anteriores, no usó a los jueces para
perseguir a los políticos. Los mantenía apartados de una tarea encomendada
exclusivamente a los policías o esbirros. Pero también atados, bien atados,
para evitar que se entrometieran en los asuntos del gobierno. Sus nombramientos
se hacían siguiendo el procedimiento establecido en la Ley Orgánica, conforme a
la cual los jueces de mayor jerarquía (superiores y de primera instancia) eran
postulados por el Ministro de Justicia, el cual presentaba una terna a la Corte
Federal, subalterna de la tiranía, la que escogía el titular quedando los otros
dos como suplentes. El Ejecutivo nombraba directamente a los jueces de inferior
categoría, incluyendo los de instrucción.
Los
redactores de la Constitución de 1961, la primera y única de consenso en
nuestra historia, decidieron un cambio transcendental destinado a independizar
al Poder Judicial del Ejecutivo. Retomaron la iniciativa que apenas se había
esbozado en la Constitución de 1947: “La ley podrá establecer un Consejo
Supremo de la Judicatura con representantes de los Poderes Legislativo,
Ejecutivo y Judicial, a fin de asegurar la independencia, eficacia y disciplina
del Poder Judicial y la efectividad de los beneficios en éste de la carrera
administrativa” (Art. 213). Y la convirtieron en orden expresa al legislador:
“La ley orgánica respectiva creará el Consejo de la Judicatura, cuya
organización y atribuciones fijará con el objeto de asegurar la independencia,
disciplina y decoro de los Tribunales y de garantizar a los jueces los
beneficios de la carrera judicial.”
La
idea de crear el Consejo de la Judicatura tiene en Venezuela una paternidad
indiscutible. Pertenece a Rafael Caldera, quien la planteó por primera vez a la
Constituyente de 1947. La extrajo de la Constitución de Francia (1946), copiada
por la de Italia (1947). Ambos países venían saliendo de la ocupación
extranjera que implantó el nazismo (caso de Francia) y de la tiranía del
fascismo (caso de Italia), en las cuales los tribunales fueron instrumentos de
persecución y represión políticas. Esta experiencia convenció definitivamente a
franceses e italianos que sin jueces independientes no hay democracia ni
libertad. Optaron por igualar al Poder Judicial con los otros poderes públicos,
separándolo de ellos, bajo el gobierno de un órgano ejecutivo (Consejo Supremo
de la Magistratura), a cuyo cargo está la administración de la carrera judicial
(nombramientos, ascensos y régimen disciplinario). Con su creación los europeos
introdujeron el AUTO-GOBIERNO, un mecanismo de garantía de la independencia
judicial, no sólo de la independencia del Poder Judicial en su conjunto sino de
todos y cada uno de los jueces y magistrados, lo que ha funcionado muy bien
durante 69 años.
En
cambio, en Venezuela se ha producido la regresión judicial. Estamos en la
situación de Francia ocupada por la Alemania nazi, ya que estamos bajo la
ocupación de Cuba comunista. Estamos en la situación de Italia bajo la tiranía
de los camisas negras, aquí camisas rojas. Nos juzgan políticos con togas.
Tenemos una justicia militarizada, evidente porque somos el único país de
América con un militar como Ministro de Justicia. Suficiente para mostrar el
desprecio por la palabra justicia. Estamos peor que bajo la dictaduras anteriores,
y por ello ésta terminará peor que las anteriores. Y como forzosamente llegará
a su fin cuando menos lo esperamos es hora de plantearnos la pregunta: ¿qué
vamos a hacer con el Poder Judicial cuando caiga la tiranía comunista que nos
ha impuesto Cuba? Ensayemos la respuesta.
Jesus
A. Petitt Da Costa
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