El socialismo del siglo XXI, reducido al
límite de un esquema populista y en un orden económico radicalmente injusto,
carece de valor para las grandes mayorías, que hacen colas producto de la
escasez y sin un mínimo de condiciones sociales que les garanticen una vida
digna, mediante el trabajo y la educación.
Mientras no se hayan satisfecho esos
requerimientos, además de seguridad, de alimentación adecuada, de vivienda,
salud pública, de empleo, todo propósito “revolucionario” y discurso
politiquero serán vanas ilusiones.
El testimonio más difícil de explicar y más
desafiante para el gobierno es el crecimiento de la pobreza que, lejos de haber
disminuido, se ha incrementado contribuyendo a formar esa especie de barrera
nacional integrada por un gobierno derrochador
y corrompido, y una Venezuela cada día más pobre que vive en condiciones
absolutamente inaceptables.
Para esta otra Venezuela debe resultar una
dolorosa paradoja oír hablar de radicalizar la revolución, mientras trata de
ocultar el cuadro de miseria del venezolano que vivió momentos de esperanza.
Ese modelo fracasado, se caracterizó por una
desconfianza total en los sectores que saben producir, en la potencialidad
creativa de la provincia, hasta en los propios ciudadanos individualmente
considerados.
Por contraposición, ese modelo descansa en la
ilimitada estructura del poder del Estado que ha sumido al país en el caos y en
la incertidumbre. Supone entonces, una limitación del ejercicio del poder.
El mecanismo esencial diseñado para el cambio
en Venezuela es el de la separación de poderes. Ahora, la complejidad de
funciones del Estado democrático y social de derecho y de justicia, que postula
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, ha concentrado en el
poder ejecutivo un peso tal que ya no existe equilibrio entre los poderes.
El peso del ejecutivo afecta todo, por cuanto
la Asamblea Nacional aparece hoy como un
poder subordinado a Miraflores. Lo cual se requiere cambiar en el país,
pues la realidad pura y simple es que el parlamento no legisla ni controla.
La reflexión es pertinente para entender el
mensaje del drama que significan los gobiernos que usurpan los poderes. Se
trata de recuperar nuestro sentido de propósito común, el cambio. Pero más allá
que sobre el significado del cambio, se trata del significado de la esperanza
porque la gente anda desesperanzada.
Jesús Alberto Barrios R.,
jesusalbertob@hotmail.com
@jesus_albertob
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