El año pasado China experimentó el
crecimiento más lento de los últimos 28 años. El primer ministro Li Kengiang ha
calificado este hecho como la “nueva normalidad” del país y hasta lo ha
anunciado como un logro porque así había sido planificado..
Y este año han hecho oficialmente un
compromiso interno de no sobrepasar una expansión del 7 %, es decir casi medio
punto menos que lo alcanzado en el 2014. Después de haber mantenido una rata
expansiva promedio de 10% durante tres décadas resulta heroico pretender poner
en cintura la más importante variable macroeconómica hasta ese nivel.
Sin embargo las economías son rebeldes en
ocasiones… hasta en China. El primer trimestre de este año la expansión
anualizada lograda apenas fue de 5 %, bastante lejos de la meta oficial y esto
ha puesto en guardia a los planificadores nacionales. Algunos observadores
financieros han llegado a afirmar que el ritmo expansivo más bien se va
acercando a 0%.
Otra variable planificada milimétricamente
por Beijing ha sido la inflación, la que desean colocar en 3% anual;, pero al
contrario de lo que aspiran los gurús económicos, el primer trimestre ni de
lejos llegó a esta meta, tampoco. Apenas alcanzó 1,2%. Así que la “nueva
normalidad” china pudiera estar
yéndoseles de las manos con perversas consecuencias internas.
El peligro deflacionario es real ya que por
séptimo mes consecutivo los precios al consumidor se han venido abajo. ¿Cómo
hacer para estimular a una sociedad
prudente como la china a que gaste más hoy – lo que es la estrategia del
Partido Comunista para el impulso al desarrollo en estos tiempos- si la misma
está consciente que , con precios a la baja, lo sensato para la población de a
pie es esperar a que bajen aún más?.
Algunas ciudades ya han introducido medidas
para dinamizar el gasto con resultados muy magros en el sector de la
construcción, por ejemplo. Los precios de los apartamentos de nuevas viviendas,
en 49 de las 70 ciudades más importantes, han seguido bajando con índices harto
preocupantes. 6,1 % fue el tamaño de
bajón experimentado en marzo en comparación con el año anterior. Ni el
consumidor siente inclinación a destinar sus ahorros a compras de viviendas ni
los promotores a construirlas.
Si se toma en cuenta que más de 40 industrias
dependen del dinamismo de la demanda de bienes raíces – cemento, materiales de
construcción, muebles y otros bienes de consumo- es fácil percatarse del efecto
que una deflación puede tener en la actividad económica. En 15% del PIB puede
verse afectado con la desaceleración del solo sector de construcción. Sin
contar con que el inversionista del sector se inhibe en espera de tiempos
mejores.
Todo lo anterior demuestra que nada es blanco o negro en la China de hoy, impactada por eventos nacionales e internacionales fuera de su control. Los anuncios de las metas oficiales ahora incluyen la palabra “aproximadamente”, signo de que las equivocaciones y los ajustes serán bienvenidos en función de hacia dónde sople el viento. Asi que la “nueva normalidad” del país que lleva la batuta del mundo no está labrada en piedra. Viviremos todos- de eso si podemos estar seguros- al ritmo de sus vaivenes.
Preguntemos, si no, a los mineros australianos
como como enfrentarán una caída de los precios internacionales del hierro, lo
que no es sino la consecuencia del frenazo de la economía del gigante de
Asia.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
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