Haciendo
seguimiento al caso de la corrupción de Petrobras, uno no puede dejar de pensar
en la PDVSA bolivariana, porque en Brasil a pesar de estar gobernada por la
misma izquierda bolivariana, en ese país todavía existe institucionalidad y
autonomía de los poderes que se activan cuando los abusos del poder ocurren, lo
cual en Venezuela no existe, sin embargo,
ha sido precisamente esa institucionalidad democrática la que ha salvado al Brasil de no caer en el hueco o
precipicio en la que se desmorona la actual autocrática Venezuela chavista y
madurista, que con el control y sometimiento institucional han degradado los
valores éticos y morales, a extremos, que los actos de corrupción de Petrobras
palidecen en comparación de los supuestos actos de corrupción de la PDVSA
bolivariana que han llegado a los extremos de acusarla de ser supuestamente una
gran lavadora financiera.
Los venezolanos
fuéramos felices si tuviéramos una institucionalidad democrática como la que
tiene Brasil y la forma como el pueblo y la oposición democrática la han
defendido contra los intentos de las política de centralización del gobierno
izquierdista bolivariano brasileño, con lo cual, han logrado frenar la arremetida autoritaria
que existe en Bolivia, Ecuador, Argentina, Nicaragua y Venezuela. En las recientes elecciones, el pueblo brasileño con
sabiduría y aprensión por las embestidas desde el gobierno, así como, el uso indebido y la manipulación populistas de los programas
sociales por parte de Dilma y Lula, que en Venezuela han sido claves para el
fortalecimiento de la autocracia venezolana y su prolongación en el
tiempo, los ciudadano brasileños por el
contario, votaron para darle equilibrio a la oposición frente al gobierno, con
lo cual, han construido un muro de contrapesos que le da sustentabilidad y
equilibrio a la democracia carioca,
contra los abusos, la corrupción y los intentos autoritarios de los
izquierdistas bolivarianos brasileiros.
El caso de
corrupción de Petrobras ha revolucionado a la sociedad brasileña y a la
comunidad internacional, no solo por el hecho en sí sino por la red mafiosa de
corrupción construida entre el sector político,
el empresarial privado y el gubernamental con Petrobras, que han
ocasionado un defalco de 4.000 millones de dólares y la caída de su valor en la
bolsa con pérdida del 60%, que traerá consecuencias que pudieran llegar
hasta la misma cima del gobierno. En el caso venezolano, supuestamente el
desfalco a la empresa petrolera PDVSA, que además, es la encargada de la
importaciones y distribuciones de los alimentos en Venezuela, entre muchas
otras cosas absurdas, los 4.000 millones
de dólares por lo que está escandalizada la sociedad brasileña resulta un
minucia en comparación con los miles de millones de dólares supuestamente que
se ha han llevado, peor aún, se afirma
que la industria petrolera venezolana es una caja negra e inauditable. Las
dimensiones del asalto al erario público de la revolución bolivariana son tan
gigantescas que la denuncia del exministro de Economía de Chávez durante los
últimos 12 años, Jorge Giordani, solo en relación al ente gubernamental de
divisas –CADIVI- acuso y confirmó que
defraudaron al estado más de 20.000 millones de dólares con empresas de
maletín. Irónicamente, hasta la fecha no hay ningún acusado. Imaginemos las
cantidades de miles de millones de dólares que se han ido por el desaguadero de
la venta de petróleo y divisas, el contrabando, el bachaqueo, las compras de
armas, las importaciones, los contratos de construcción, etc.
La gran diferencia
entre la corrupción de Brasil y la de Venezuela es precisamente que en Brasil
todavía funciona la institucionalidad democrática y la autonomía de los poderes
se preserva. Allá en el país carioca, los casos políticos como el del Mensalao son investigados y llegaron
hasta tocar a Lula y las responsabilidades recaen sobre los corruptos que
terminan yendo a la cárcel. En el caso de Petrobras, la justicia ha asumido con
independencia sus funciones y no solo hay acusados, sino presos, devolución de
los dineros robados y su brazo pudiera
llegar también hasta la misma presidencia; lo contrario de lo que ocurre en
Venezuela, en donde el gobierno autocrático bolivariano tiene secuestrado todos los poderes del estado comenzando por
la justicia, con lo cual, los antivalores y la corrupción se han convertido no
solo en la tabla de salvación sino en la estructura misma de la revolución
bolivariana, pero además, es la garantía de la impunidad. Sin lugar a dudas, la
corrupción se ha convertido en Venezuela en el sostén institucional del
gobierno bolivariano, por el contrario, quien ose acusar o denunciar un acto de
corrupción resulta preso como ha ocurrido con frecuencia en esta Venezuela
inmoral y desnaturalizada, peor aún, si un medio usa el derecho a la
información veraz y oportuna o remite una información aparecida en un medio
internacional son demandados. He allí, la gran diferencia entre la corrupción
bolivariana del Brasil democrático donde hay castigo y la autocracia bolivariana
venezolana donde la corrupción y los abusos del poder son impunes. En
conclusión, en democracia hay castigo para la corrupción, por el contrario, las
autocracias viven de ella y la
impunidad, por supuesto, estos regímenes no son para siempre sino solo hasta cuando los pueblos se cansan o
haya un relevo político.
Luis Ochoa Teran
luisrey.ochoa@gmail.com
@lot8a
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