Había una vez….
…un país en el que
uno hacía “carreteroterapia”: agarraba su mujer y sus muchachos y los llevaba a
pasear, conocer, algún punto de la geografía que valiese la pena visitar. Las carreteras estaban en buen estado, no
había ni malandros asaltando ni cierres de vías por protestas, los agentes no
matraqueaban y —en el eventual caso de un accidente— había mecánicos que sabían
y tiendas de repuestos surtidas. Al
final de la jornada, uno regresaba a casa habiendo drenado las tensiones del
trabajo, los muchachos con la mente más fresca para el estudio y la señora con
bolsas llenas de hortalizas y demás productos para colmar la alacena
familiar. Pero eso ya pasó; un régimen
inepto y corrupto que no es capaz de tapar los huecos en las carreteras; ni,
mucho menos, siendo que se apoya en maleantes, dar seguridad en las vías; y que
acabó con la producción del campo, convirtió esa suerte de terapia carreteril
en un encerramiento forzoso los fines de semana, con los muchachos poniéndose
obesos por no corretear por los campos, y la señora cantaleteando escaseces, precios
altos y colas.
Había una vez….
…un país en el cual
no había odio social, en el que a la gente se la medía de las cejas para
arriba, por lo que tenía debajo del cráneo.
Y eso era más que suficiente para el progreso de los individuos, sus
familias y la sociedad. Uno de los
venezolanos más insignes y que es uno de los muchos ejemplos que se puede poner
de superación y avance personales fue Alberto Quirós Corradi, quien desde las
más humildes posiciones fue ascendiendo en la industria petrolera hasta llegar
a ser su presidente. Pero no solo fue
reconocido en ese campo; tanto dentro como fuera del país era distinguido como
hombre de bien, experto en su materia, administrador eficiente, e interesante
escritor de libros y artículos. Como él,
muchos otros venezolanos. Todos tenemos
en nuestras memorias otros paisanos admirables por sus logros esforzados e
íntegros. Ahora todo cambió. Hoy, para ser embajadora en las Naciones
Unidas lo que se necesita es ser hija de un “prócer” y saberse algunos secretos
de los jerarcas actuales. Para ser
magistrado los únicos requisitos son haber gritado “¡Uh, ah!”, comprometerse a
nunca pasar una sentencia en contra de los validos del régimen y haber torcido
el derecho para hostigar a quienes se atrevan a pensar diferente. Si no creen, échenle una miradita a Maikel…
Había una vez….
…un país en el cual
los mandatarios no robaban tanto, ni mentían tan descaradamente. A lo largo de la historia venezolana han
abundado los robos al erario y los embustes; pero nunca tan frecuente,
descarada, chabacana y prosaicamente como ahora. Con un perjuicio añadido: la especie de
frenesí rapiñador de los jerarcas están resultando en un mal ejemplo en
cascada: ahora, hasta el tipo que atiende en una ventanilla busca un
“complemento de sueldo”. Y, con la
aparición de la lista de clientes del HSBC, debe haberse acelerado la
rapacidad. En fin, que los de antes
resultaron unos roba-gallinas…
¡Y las mentiras! No las piensan; las vomitan sin meditar. Alguno de los aviadores que son afectos al
régimen —y que hasta, desobedeciendo la Ley, tienen carné del PUS— que me
explique: 1. Cómo un avión subsónico, monomotor, “que viene del exterior”,
pudiera atravesar, sin ser detectado, el sistema de radares que el inmortal
fallecido le compró a los rusos y que nos costó carísimo entre precio y
comisiones. 2. Cómo sería la cinemática
de ese vuelo; porque el alcance de un Tucano no da para que llegue desde el
exterior, armado, hasta el centro del país, ataque y se escape. En aviación, el cargamento (en este caso, el
armamento) y el combustible están en proporción inversa. Para aumentar el uno hay que sacrificar al
otro. Por el caso ya hay presos unos
oficiales. Pero, ¿acaso es la primera
vez que el régimen se vale de denuncias falsas y prisiones indebidas para
tratar de no hundirse más? Tratan de
enlodar a alguien como Maximiliano Hernández, un oficial probo, todo un
caballero y alguien incapaz de dobleces.
Lo conozco, serví con él dos años y por mi mente no puede pasar que está
en una componenda inconstitucional.
Hasta los mismos aviadores rojos-rojitos que mencioné antes tienen que
reconocer los méritos y la rectitud del general Hernández y —como no serían
capaces de un gesto gallardo y de protestar— quedarse callados y no justificar
el bulo presidencial.
A ese país que añoro
tenemos que regresar —pero sin las falencias que también tenía. Todos debemos propiciar un relevo en las
personas y en filosofía que desgobiernan a Venezuela. Para que el país salga del hueco en que lo
han metido, la nación debe enseriarse en el empleo de los instrumentos que le
concede la Constitución. Y para eso se
debe arrancar desde la propiciación de
la solidaridad social; pero con justicia y equidad, entendiendo al otro como
prójimo, no como adversario; mucho menos como enemigo. Hay que evitar que siga la centralización del
poder en el Ejecutivo. Vertical y
horizontalmente. Lo que implica que los
otros poderes actúen con independencia, cooperando entre ellos aunque sin sumisiones
indebidas; pero también que los mandatarios interioranos puedan ejercer sus
atribuciones sin abusivas usurpaciones caraqueñas.
Ayudar a cambiar el
país es un imperativo categórico, para usar la terminología kantiana…
Humberto Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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