No me queda duda, pasaremos
hambre y la pasaremos haciendo una cola para comprar. Sol y lluvia con las
tripas sonando.
No escucho ninguna medida en la
dirección de corregir nuestros males, pero muchas que lograrán empeorar nuestra
situación. El gobierno da tumbos; crea comisiones de trabajo, vicepresidencias
e instituciones al tiempo que cambia sus muñequitos de un puesto a otro, sin
lograr un solo resultado favorable. Convirtieron a Venezuela en un desastre, lo
cual era difícil con la inmensa fortuna que manejaron y ahora no la pueden
arreglar, lo cual es extremadamente difícil con la falta de recursos por la que
atravesamos. Somos un condominio quebrado que no le puede pagar a los
vigilantes, pero tampoco puede arreglar el ascensor.
Un presidente con 22% de
popularidad y la brújula extraviada, no parece entender que se requiere
consenso, acuerdos y humildad suficiente para poner en marcha acciones que nos
ayuden a enfrentar el problema que se nos vino encima. Estamos ya muy tarde y seguimos dando vueltas
como el perro cuando se quiere morder la cola. Venezuela pide a gritos una
gerencia de primer nivel. Se acabó el tiempo de improvisar.
Acabarán con la menguada
actividad privada que valientemente se sostiene en pie y entonces tendremos que
llenar las barrigas con gritos en lugar de comida. Si tenemos que depender del
gobierno para comer nos quedaremos esperando por el café Fama de América, el
aceite Diana la leche, el azúcar de sus procesadoras y la poca harina de maíz
que alcanzan a entregar. La misma historia del cemento y las cabillas.
El hambre siempre termina en
libertad. Sumiso el que come completo.
Las revoluciones producen los
grandes cambios. Revolución –en términos físicos- es una vuelta completa y en
términos políticos significa cambios en las estructuras sociales, de gobierno,
producción y doctrina. El hambre empuja el cambio con mayor velocidad que los
cuerpos de pensamiento El hambre produce anarquía y hace perder los miedos a
las sociedades. Bueno no es, ro es así.
Los venezolanos hemos sido muy
pacientes ante los atropellos de un gobierno que hace rato pasó la línea de la
normalidad. El librito azul ha recibido pisotones, al tiempo que lo muestran a
las cámaras de televisión como soporte de sus acciones. La Venezuela libre se llenó
de presos políticos, de poderes dependientes y de conveniencias groseras que
tapan la necesaria transparencia de un gobierno manirroto que está acabando con
Venezuela.
La sociedad tiene miedo. Yo
también. Es ese miedo que desaparece cuando la indignación rebasa los límites y
el temor a que nuestros hijos pasen hambre nos arma de valor. Somos un ejército
silencioso que cambiará hambre por libertad. Que nadie arrugue.
Enrique Pereira
vienegrande@yahoo.es
@pereiralibre
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