JOSÉ DOMINGO BLANCO |
A todos los que escribimos, en algún momento,
nos abandona la musa. O, simplemente, un día ocurre que nos bloqueamos porque
queremos evitar que nuestro nuevo
artículo, parezca una copia sin fin de los anteriores.
Volver a denunciar lo
mismo que, entrega tras entrega, hemos venido señalando. No creo ser el primero
ni el último; pero, hoy, por más que me esfuerzo, mi musa anda dispersa. Quizá
buscando temas más esperanzadores. O quizá, como muchos de nosotros, esté
agobiada de tanta delincuencia, escasez, enfermedades, corrupción e inflación
que parecieran no alejarse de los titulares de los pocos periódicos que se
atreven a publicar la calamidad que nos acogota.
Así me encuentro en este
momento: paseándome de nuevo por la realidad de nuestro país que, día tras día,
parece calcado del anterior, sólo que protagonizada por otros nombres. ¡Qué
pena con los lectores volver a martillar sobre las mismas denuncias, la misma
descomposición, las mismas quejas de un pésimo gobierno -que dicho sea de paso,
siempre da de qué hablar- y de una blandengue oposición que le sirve la mesa a
estos nefastos gobernantes! Y entonces
ocurre el bloqueo: porque me frena esa sensación de que los venezolanos vivimos
de deja vu en deja vu.
Me encuentro con las caras tristes de la gente, gente
triste, que lleva la procesión por fuera.
No termina de ocurrir algo que
revierta la situación económica, social y política de nuestra nación.
Y hoy,
por más que me esfuerzo, tengo ante mí un panorama que se mantiene gris, con
amenazas de cambiar a negro; pero, para mi consuelo, no es una sensación que me
pertenezca exclusivamente: con cada persona con quien converso o a cada experto
que entrevisto, termina refiriéndose a la lamentable condición actual de
Venezuela, de la que aún no hemos logrado salir y que sólo a muy pocos parece
no hacerles mella.
Sin embargo, recientemente, conversé con una
amiga psicóloga social, que me insistió en que los venezolanos, a pesar de lo
que vivimos actualmente, somos resilientes y tenemos una enorme capacidad de
superar las adversidades que se nos presentan.
Ella, a quien no puedo más que
calificar de profesional brillante y optimista, insiste en que a pesar de que
tenemos quince años poniendo a prueba nuestro equilibrio físico y emocional
-porque durante estos lustros, hemos visto amenazados nuestro sentido de futuro
e incluso nuestra supervivencia- hemos sido capaces de superar los escollos y
seguir abrigando esperanzas; esperanzas de cambio y tiempos mejores.
Pero, a pesar de la resiliencia –un concepto
que aunque no es nuevo, se ha puesto muy en boga- no puedo dejar de percibir
las amenazas a esa “capacidad de superar adversidades” que mi amiga insiste nos
caracteriza a los venezolanos. Porque, si en algo ha sido hábil este nefasto
gobierno es en promover el pánico, el aturdimiento, la depresión y el
estancamiento. ¡Y esos, mis apreciados lectores, son los enemigos naturales de
ese sistema que nos inmuniza o protege de los infortunios!
A diario, la
realidad aplastante del país, pone a prueba nuestra capacidad de salir
adelante. No es sencillo vivir en una nación que ocupa los primeros lugares en
los rankings, pero de las mediciones nefastas y vergonzosas. El otro día
escuché a una mujer conversar con otra y comentarle que la situación del país
le había hecho desaparecer hasta las ganas de reír “a ella que tanto le gustaba
carcajearse”, que arrastraba una tristeza y un cansancio que sólo podía
atribuirle a la pérdida de calidad de vida. Y, para serles francos, no es la
primera vez que oigo algo como eso.
No dudo que, en el fondo, los venezolanos
somos resilientes; pero, tampoco es mentira que en los últimos años, la
tristeza, la amargura y la hostilidad, son las características a flor de piel
en cada uno de los ciudadanos. Y de nuevo le atribuyo este logro al gobierno y
a su enorme capacidad de seguir insistiendo en un modelo fracasado que sólo ha
dejado ruina y destrucción en los países donde se ha impuesto.
Apelo a esa resiliencia que insiste mi amiga
tenemos los venezolanos porque, de otra manera, no lograremos superar los
pronósticos que en materia económica anuncian para 2015. Mucho menos resistir a
lo que, a todas luces, se vislumbra como el más agorero de los años.
José Domingo Blanco (Mingo),
mingo.blanco@gmail.com
@mingo
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