GERMÁN GIL RICO |
La
historia informa que los regímenes totalitarios, como para aparentar algún
respeto por principios básicos de la democracia, en vísperas de eventos
electorales, recurren a la confección, sanción y promulgación de leyes de
contenido social que, en la letra, dan fundamento jurídico al mejoramiento y
protección de la calidad de vida a los habitantes del país que despotizan. Pero
de la promulgación a la ejecución hay un trecho tan largo que imposibilita
determinar cuándo comenzarán a materializarse los beneficios enunciados. En
tales menesteres son expertos los castro-comunistas hoy, por arte de
birlibirloque, trastocados en socialistas del siglo XXI que viene a ser “el
mismo musiú con diferente cachimbo”.
Por
los tiempos fijados por la Constitución y la Ley de Procesos Electorales,
incluyendo la ventajista reordenación de los Circuitos Electorales, a finales del año entrante (2015) deben
realizarse comicios para elegir diputados a la Asamblea Nacional, lo cual nada
tiene de novedoso. No llamará la atención, más allá de la indignación, el
hostigamiento a los testigos de las organizaciones pertenecientes a la Mesa de
la Unidad Democrática, ni la prolongación de la hora de cierre de los centros
de votación, sin que elector alguno esté esperando turno y así “poner a
votar” a los abstencionistas, con la
ventaja de que el testigo opositor habría huido antes de que el poderoso
argumento de un fusil, manipulado por un individuo que no se sabe si es
efectivo de la FANB o de algún colectivo paramilitar, lo obligue a guardar
silencio eterno. Lo que si colma la paciencia es el desparpajo con que actúan y
el avieso propósito de continuar embolatando a la población más vulnerable.
Porque
esa catajarria de decretos con rango y fuerza de ley, emitidos hasta el último
minuto de vigencia de una cuestionable Ley Habilitante, no son más que trampas
“caza bobos”. Un amasijo de instrumentos legales para el desarrollo y
protección social con Reforma Tributaria confiscatoria y represiva, en
correspondencia con el talante totalitario del castro-chavismo más la de
Inversiones Extranjeras, sin la existencia de seguridad jurídica. Bien, todos
esos decretos-ley para ser ejecutados demandan la erogación de ingentes
cantidades y en la marusa no hay mucho. Con el precio del petróleo en caída
libre (en días pasados frisó los 70,oo US$ el barril) y la producción disminuida
a nivel de alarma, salvo que la máquina de fabricar billetes enloquezca e
imprima mucho más allá de la imprudencia, ni con los nuevos impuestos que, de
seguro potenciarán el desempleo, de la marusa no podrán extraer más de lo que
el negocio produce. Así pues que la
alharaca es pura demagogia electoral del gobierno, atado a un sistema
inviable que sólo prodiga esperanzas.
También
nos informa la historia que el venezolano es fácil presa de quienes se afanan
en ser constituyentes. Es la manía de ser fundadores, heredada de quienes
fijaron los primeros centros poblados, así como el de los padres de la
República. Por eso, hasta ahora, hemos tenido 26 constituciones. Porque un
revolucionario que se estime de tal no puede “pelar el boche” que lo acredite
como refundador de la República. Tampoco lo quiere “pelar” quien por medio del
voto ciudadano derrote a un impostor quien, por añadidura, ejerce de gobernante
totalitario. Tal es la motivación de los convocantes a una Asamblea
Constituyente.
Creo
que convocar elecciones para una
Constituyente en las circunstancias que vive el país, con un Consejo Nacional
Electoral y un Tribunal Supremo de Justicia obedientes a los dictámenes del
Poder Ejecutivo, es un error que podría conducirnos a un salto al vacío. Porque
supongamos que los ciudadanos borraron de la memoria la “lista de Tascón” y sus
nefandas consecuencias, que se recolecte el doble de las firmas necesarias y
las encuestan reflejaren que, en la intención del voto, la oposición tiene 15
puntos de ventaja sobre el gobierno, lo cual predeciría la conformación de una
nueva mayoría. Pero ocurre que la mayoría en el CNE la tiene el gobierno y
reordenaría (reacomodaría) los Circuitos para aventajar a la oposición. El
gobierno volvería a sacaría menos votos, pero tendría mayoría en la
Constituyente. Quedaría recurrir ante el TSJ y pregunto ¿alguien, en sano
juicio, podría imaginar que el TSJ
emitiría un fallo a favor de la oposición?
Alguna
vez le oí decir Carlos Andrés Pérez “el frío no está en las cobijas”. La afirmación
“gocha” contiene el peso argumental de quienes pensamos que la prioridad de la
oposición tiene que ser la elección de una mayoría holgada de diputados a la
Asamblea Nacional, holgada como para pararle los pies al desgobierno
rojo-rojito, teledirigido por los hermanos Castro, con tropas de ocupación
incluidas.
gergilrico@yahoo.com
@gergilrico
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