"...
entre la leyenda y la diatriba está la historia..." De Hoyos
La
vida y la obra del Almirante Cristóbal Colón es una de las más singulares de la
historia. Han transcurrido 563 años de su nacimiento y 522 de su empresa
principal, el descubrimiento de América, hecho ocurrido el 12 de octubre de
1492, el cual aún hoy suscita la polémica, ocupa el examen de los
historiadores, la reflexión de los políticos, la evaluación de los científicos,
de todos aquellos que no obstante sus respectivas posiciones admiten la
notoriedad del hecho y la del personaje.
Pasiones
extremas se manifestaron ante él: la envidia y el odio, la admiración y la
adulancia; todos esos sentimientos imposibilitan la auténtica evaluación y
comprensión de los hombres para juzgar los acontecimientos históricos, las
virtudes, los desaciertos y el legado de los grandes forjadores.
La
vida de Colón, única y extraordinaria, contiene enigmas y contradicciones en
algunos aspectos pero en otros nos revela la presencia de un carácter capaz de
advertir más allá de las negaciones y creencias de su tiempo las posibilidades
del futuro. Lanzado al mar imprevisible, en medio de las dificultades y
peligros, luego del rechazo de dos reinos que no avalaron sus proyectos, Colón
se empeñó en resolver un enigma mayor, superior inclusive a la ya importante
disputa de varias naciones europeas que intentaban descubrir las rutas del
comercio hacia el oriente.
La
visión de Colón en cuanto a la posibilidad de navegar más allá de los límites
geográficos establecidos era contraria a muchas de las concepciones hasta
entonces existentes, basadas en vetustas ideas sobre los mares y la tierra con
escaso fundamento científico pero que tuvieron un profundo arraigo espiritual,
cultural y social desde la antigüedad y hasta la Edad Media.
Tal
y como lo refirió su hijo don Fernando Colón, el Almirante sostenía que la
tierra y el agua del universo constituían una esfera. En su criterio faltaba
una tierra por descubrir, el espacio entre el sur de la India el que continuado
hacia oriente debía llegar a las Islas Azores o a Cabo Verde. Sus cálculos
erraron en ciertos aspectos, pero, sin embargo, la constancia al sostener su
iniciativa ante distintas cortes y haber logrado persuadir a los Reyes
Católicos, don Fernando y doña Isabel quienes habían advenido al trono de Aragón
y Castilla (1474) y, sobre todo, ejecutar la hazaña enfrentando toda clase de
obstáculos, constituye la evidente manifestación propia del genio.
Su
consideración sobre la forma del mundo generaba algunas desconfianzas y
aversiones. El Marqués de Hoyos, en 1891, escribió lo siguiente: "La
existencia de los antípodas era generalmente considerada, no sólo como un
absurdo, sino que tenía cierto sabor herético, y la zona tórrida era tenida
como inhabitable e imposible de abordar. Peor reputación gozaba el Océano,
llamado por la árabes mar tenebroso, y al que se suponía lleno de toda suerte
de horrores, monstruos y peligros".
A
la objeción simplista acerca de que Colón fue un aventurero la misma fue
rebatida por el propio navegante al comentar, en el lenguaje de su tiempo,
sobre su formación: "En la marinería me fizo Dios abondoso; de astrología
me dio lo que bastaba y ansí de geometría y aritmética; y engenio en el anima y
manos para dibujar esfera, y en ella las ciddades, ríos y montañas, islas y
puertos, todo en su propio sitio". El conoció, evaluó y se formó opinión
sobre los avances geográficos, astronómicos y marítimos de su época.
A
sus ambiciones de poder y riqueza puede señalarse cierta irrealidad en la
absurda pretensión de asegurar como infalibles sus propósitos asociados a la
voluntad de los reyes sujeta a circunstancias e intereses. Los bienes y los
males de la riqueza de América, usurpada por tantos, al menos recibió en
contrapartida por España el conocimiento general del continente y la implantación
de una cultura en todo su extenso territorio, su efectivo poblamiento y la
formación de instituciones en un empeño de descubrimiento y de conquista
fecundo y promotor en distintos aspectos como pocas veces se logró a lo largo
de la historia.
En
los últimos años, producto de bajas e innobles pasiones, del desconocimiento de la historia y el indebido
uso de la misma, se ha descalificado el nombre de Colón y se ha tolerado la
destrucción y abandono de sus monumentos.
Olvidar
a Colón es renunciar de manera indebida
a una parte de nuestro ser hispánico, a una parte de nuestro ser americano, a
una parte de nuestro ser venezolano del que nos enorgullecemos y admiramos, y
más al conocer que cuando el Almirante se acercó a nuestras costas, a la
desembocadura del Orinoco, sorprendido por su magnificencia, pensó que había
llegado finalmente luego de tantas travesías a la: "Tierra de Gracia"
que es la nuestra.
Jose
Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599
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