Uno
de los episodios más vergonzosos de los muchos que ocurrieron durante la guerra
civil española es el que tuvo lugar en la Universidad de Salamanca. Allí en
medio de una conferencia que, por supuesto, tenía por objeto tratar cuanto
estaba aconteciendo en tierras de Cervantes, Góngora, Casona y muchos más, el
fundamentalismo falangista izó la bandera de la intolerancia al grito de:
“Muera inteligencia, viva la muerte”. Todavía se discute si la paternidad es
del general Millán-Astary o de otro desmelenado mimbro de la Falange.
Instaurada
la 2ª República, las fuerzas reaccionarias se imbricaron y organizaron en
falanges con tentáculos dentro de la organización y mandos militares. En muchas
oportunidades se plantearon la posibilidad de un golpe de Estado. Faltaba el
líder militar. El general San Jurjo fue el primer referente, de cuya muerte aun
no se conoce explicación convincente. Le siguió, y aunque usted no lo crea, el
general Millán-Astary. Nacido en Cuba y de conducta cívico-militar bastante
cuestionable. El gobierno republicano lo había elevado a rangos de primera importancia y magnitud dentro del
ejército.
Así,
“el mandado estuvo hecho”. Un golpista nato, veterano de guerra y prestigiado
por graves heridas recibidas en combates y por más señas decidido
filo-falangista, no podía negarse a “tirar la parada” sin dar mayor significado
al hecho de no ocupar el puesto de San Jurjo a la hora en que el general
Francisco Franco invadió la península y avanzó por el Sur. Porque, en todo
caso, el horror sembrado por Millán-Astray a punta de balas y degollinas, acaso
dejaba reducido espacio para que la inteligencia, de suyo democrática, se
elevara por sobre los vapores de la pólvora. Y es cuando Unamuno sentencia:
“Estáis en el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis
profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta.
Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir
necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil
el pediros que penséis en España. He dicho”.
El
relato histórico guarda extraordinaria similitud con la actualidad venezolana.
En medio de una crudelísima guerra fratricida, un militar laureado de bárbaro
en los combates, con la más indignante brutalidad airea la profundidad
filosófica del falangismo. Es posible que a primera lectura no se identifique
el símil. Como aquí no estamos en guerra, por tanto los enfrentamientos armados
se dan entre delincuentes o entre éstos y la policía. Lo demás responde a
lucubraciones naturales en la insania mental de quienes nos desgobiernan. Pero
es que, en la misma medida en que Millán-Astray en nombre de la patria cometió
horrendos crímenes, el gobierno castro-chavista encarcela y asesina estudiantes
enterrando el futuro de la patria.
Ahora bien, cuando nos enteramos que el gobierno ha conculcado el derecho a la superación de jóvenes que, luego del pregrado en nuestras universidades, han optado por alcanzar metas superiores en el exterior y que el gobierno de Socialista delo Siglo XXI ha cancelado sus becas o negado las remesas mensuales a dólares preferenciales, llegamos a la conclusión de que son de la estirpe de Millán-Astray. Criminales capaces de cercenar la posibilidad de que el país llegue a disponer de talentos que lo catapulten a la escala de desarrollo de la cual el castro-chavismo nos hizo descender.
Esos
muchachos están condenados a no materializar sus sueños y Venezuela a no
obtener los réditos de su formación académica superior. Y, una vez más, usted
tanto como yo quedaremos perplejos ante
la evidencia de que el odio a la inteligencia profesado por los casto-chavista
que nos desgobiernan es idéntico al vociferado por el falangista Millán Astray.
German Gil Rico
gergilrico@yahoo.com
@gergilrico
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