“Un cielo tan sucio no se aclara sin una tempestad” William Shakespeare (1564 -1616) Dramaturgo, poeta y actor inglés.
A
la revolución la agarró el tobogán de la amargura. La caída es indetenible. La
inseguridad, inflación, escasez, desempleo, pésimos servicios públicos y en
especial la crisis educacional y de la salud, tienen al pueblo angustiado,
irritado y en permanente estado de crispación. Las esperanzas de una
recuperación con los actuales gobernantes desaparecieron. El grueso sector de
la población, que creyó en el “Mitómano eterno”, en su gran mayoría, andan como
avioneta sin piloto. No creen en Maduro, pero por ahora, la verdad sea dicha,
no ven a la oposición como opción. Con la verdad ni ofendo ni temo.
Los
que visitamos los sectores populares constantemente, los que intercambiamos
puntos de vista con todos los estratos sociales de las comunidades, los que
participamos en jornadas de reflexión con dirigentes comunitarios, sociales,
gremiales, económicos y políticos, podemos hablar con propiedad del estado de
frustración que embarga a los que apostaron por la revolución y, la desazón les
crece, cuando voltean hacía la oposición y la perciben dividida, sin espíritu
de grandeza, para unificarse en función de los supremos intereses de la patria.
Una verdadera tragedia. Hay que ponerle el oído al pueblo.
El
gobierno es caso perdido. La revolución entró en fase terminal. Chavistas y
opositores opinan, que con Maduro no hay vida. La coincidencia es general. Esta
situación es insostenible. En lo único dónde hay opiniones encontradas, es en
el procedimiento constitucional a aplicar para salir de la pesadilla. Nadie
quiere marchar al vació, caer en la anarquía y mucho menos entrar en el túnel
oscuro de una dictadura. La salida tiene
que ser democrática y constitucional. Los pueblos se crecen en la
adversidad y Venezuela cuenta con suficientes reservas morales, éticas y sobre
todo gente capaz, para superar esta desgracia. Es cuestión de unificar
criterios.
La
convocatoria de un Congreso Ciudadano, sin ataduras políticas, a los cuales
asistirán delegados electos por las comunidades, en asambleas populares, con el
único requisito de notificar su realización, levantar el acta de los puntos
discutidos, los datos y firma de los asistentes, será un excelente escenario,
para exponer ideas, unificar criterios, escoger una hoja de ruta frente al
régimen y los más importante, elaborar una proyecto de país, bien cimentado y
legitimado por el pueblo, en esa gran asamblea pública, en el cual se
convertirá, el Congreso Ciudadano. El pueblo no pierde las esperanzas y tiene
olfato. El cielo está encapotado y anuncia una gran tempestad popular.
José “Cheo” Salazar
sjose307@gmail.com
@Cheotigre
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