Desde hace muchos años, al despertarme,
habitualmente voy a la cocina y enciendo la radio Auténtica 107 FM. Inicio el día mientras preparo el
desayuno, escuchando el resumen noticioso
regional, nacional e internacional leído por 2 periodistas: estafas,
fraudes, corrupción, asesinatos, desastres, violaciones, contaminación,
delincuencia, violencia; opiniones de los más reconocidos economistas
asegurando que vamos directo al desastre; los politólogos con sus clásicas
soluciones de bolsillo, anotando todas las equivocaciones del gobierno; los
brujos de la verdad que nos pronostican un final trágico.
Por vez primera, hoy antes de escribir este
artículo tomé conciencia de que mi alimento espiritual de las mañanas era toda
la mugre producida en el mundo. Salí a la calle, y me detuve en el Kiosco de
periódicos que está en la esquina de mi edificio, saludé al dueño y vi los
encabezados de los periódicos del día, y mi dosis de negativismo aumentó
considerablemente.
Ahora me explico el mal humor que domina por las
mañanas a la mayoría de los venezolanos y maracayeros. Me dediqué el resto del
trayecto caminando al Centro Comercial Maracay Plaza, a observar a quienes iban
en los carros y a quienes esperaban impacientes en la parada de los autobuses o
taxis; algunos parecían que estaban ladrando; pocas, sí, muy pocas sonrisas;
por supuesto, usted seguramente ya lo adivinó, esas sonrisas eran de niños y
jóvenes, porque los adultos se veían como si estuvieran a punto de suicidarse.
Recordé aquel cuento infantil que contaba mi
padre a mí y a mis hermanos, en el que un rey cayó muy enfermo y, ya en agonía,
llegó a verlo, de tierras lejanas, un médico, quien le recetó cubrirlo con la
camisa de un hombre feliz; eso sería lo único que le salvaría la vida.
Los heraldos y cortesanos se dieron a la búsqueda
de la valiosa prenda, ofreciendo a cambio una cuantiosa recompensa; desde
luego, se presentaron muchos candidatos, pero a todos, sin excepción, les
faltaba algo para disfrutar la felicidad plena: quien tenía salud se quejaba de
su pobreza, al que poseía una gran fortuna le faltaba salud, algún otro se
lamentaba por la falta de un brazo, otro carecía de apetito y así sucesivamente
a todos los descalificaron.
Un día recibieron la noticia, que en una aldea,
en los confines del reino, vivía un hombre muy feliz, o al menos aparentaba
serlo. Al acercarse a su cabaña, escucharon cómo silbaba y canturreaba; él los
recibió en su hogar, el cual era muy austero y, sin esperar más, iniciaron el
interrogatorio: -¿Se
considera una persona feliz? -Por supuesto -contestó. -¿Tiene suficiente dinero para vivir? -Lo necesario
para estar bien. -Pero se ve pobreza en
su hogar -replicaron los cortesanos. -No necesito más; pobre no es quien posee
poco sino quien anhela mucho.
-¿Y en cuanto a salud? Sonriendo, aquel hombre contestó:
-Para mí la enfermedad es una aliada que me
avisa que debo cuidarme; sé que lo inevitable sucederá: la vejez, la enfermedad
y la muerte, y como son algo natural no me da miedo enfrentarlos. -¿Está satisfecho con su familia?
-Amo a mi esposa y a mis hijos y los acepto como
son; es más, los he educado para ser libres, no para tenerlos prisioneros con
deseos egoístas que cambien para darme gusto. Convencidos, los enviados del rey le pidieron su
camisa y para su asombro, les contestó: «Lamento decirles que yo no poseo
camisa alguna», y despidiéndose cortésmente, reinició su trabajo cantando.
Recordando el cuento, le pregunto yo a usted,
apreciado lector ¿Es usted verdaderamente feliz?, ¿Qué le falta para lograrlo? ¿Se deja influir por la corriente
de negativismo que lo rodea? ¿Se haría el
hábito de iniciar la mañana con pensamientos positivos? ¿Se atrevería a ofrecerse a usted mismo y a la gente
con quien convive diariamente?
Ser optimista en estos días equivale a ser un
auténtico hereje; inclusive se le considera un cínico y atrevido a quien, a
pesar de todos los males que nos aquejan, se atreve a sonreír.
La felicidad es una decisión, así como también lo
es, empantanarnos en el pesimismo. El secreto para sonreír siempre es aceptar
nuestra circunstancia, y si no estamos de acuerdo con ella, intentar
modificarla con una actitud positiva, con la confianza de que lo lograremos.
Piense, de todas maneras el tiempo transcurre, ¿por
qué insistimos en permanecer en el lado oscuro, en lugar de vivir en la parte
luminosa?
Debemos proteger nuestro cerebro en forma similar a la de un jardín del que tenemos que arrancar las malas hierbas, regarlo y fertilizarlo; que no significa perder contacto con la realidad, sino aprender a procesarla, no dejando que nos contamine y arrastre a la depresión, el resfriado común del espíritu.
Para ello, es preciso tomar la dosis mínima
necesaria de noticias para estar bien informado, buscar la lección constructiva
que trae implícita cada noticia, por mala que ésta sea y lo más importante,
alimentar nuestra mente con expectativas positivas, esperando siempre lo mejor,
imaginando finales felices, visualizando el éxito en cada tarea que realicemos.
La parte fundamental es decidir todos los días si
seremos felices a pesar de las adversidades. Recuérdelo: <SER FELIZ ES UNA DECISIÓN>. Miguel
Ángel Cornejo. Excelencia. Pág. 254.
Siempre decimos que es imprescindible, tener
referentes a todo nivel para que sepamos hacia dónde llevamos nuestros pasos.
Saber si queremos superarnos, con quién a través de qué. Estos pasos que
anteceden, son una elección nuestra: tratar de buscar mejores elecciones e ir
tras ellas o quedarnos en la «melaza» de las malas noticias y depresivas
historias breves, que nos conducen a la rutina y a la depresión o a claudicar
en superarnos antes de empezar.
Hay muchos más «héroes anónimos» que delincuentes
en primera plana de las noticias. Pero ¿por qué aparecen más? ¿Rating? Las
buenas cosas que pasan, que en definitiva son las que sacan a los gobiernos y a
los ciudadanos hacia delante, todas radican en nuestra conciencia, es la parte
espiritual la que mueve las montañas. Tras ella debemos ir y no dejarnos
amedrentar por lo negativo que «parece mayoría».
Pero es una decisión personal. Debemos animarnos
a salir de la mediocridad, a cambiar de canal cuando «el vocabulario se dispara
a lo vulgar… el sentimiento
personal de patria, de amor, de educación de sentido común, de respeto por la
tradición, para mejorarla, porque esa es nuestra responsabilidad: mejorarla
para nosotros y para nuestros hijos y para nuestros nietos…
Lo contrario, que denigra ( palabra que se
desconoce) nos lleva a ser «bananeros» en forma despectiva perdiendo tiempo
comparándonos con lo «bajo» en lugar de levantar la vista hacia la autoestima,
buscar los mejores logros en excelencia para llegar a ocupar el lugar que
pensamos que nos merecemos y que por derecho propio y respeto a la dignidad
humana, comenzando por la nuestra, debemos intentar elevar y concretar,
expresando y concretando : yo puedo, yo sirvo, yo valgo y por ende: me lo
merezco.
Merezco el respeto del progreso, por trabajar,
buscar y llegar, no sin lágrimas y sonrisas, a la excelencia, el apoyo, el
respeto que me piden mi patria y mis descendientes. La unión de la familia no se mide por
el número de miembros, sino por la unión que hay en ellos.
Zenair Brito Caballero
britozenair@gmail.com
@zenairbrito
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.