La
palabra diálogo se convierte en fetiche para el liderazgo opositor. Se la
repite con tanta falta de rubor como de contenido. El régimen la usa como
expresión táctica para disimular su pretensión continuista hasta el infinito,
pero ese es su juego. En el caso nuestro debemos clarificar las cosas.
Diálogo
¿para qué? Sinceramente no sé cuales son los propósitos del mismo. Me imagino
que no será para enterar al gobierno de lo mal que van las cosas, o sobre los
muertos, presos, torturados y exilados existentes. Lo saben mejor que nadie.
Son los protagonistas del desastre. Ya oyeron con atención palaciega en una
oportunidad reciente y no pasó nada. Se trató de una extraña conversación
unilateral en la que no se asumieron compromisos de ninguna naturaleza.
Quizás
lo único, seguir hablando en un diálogo de sordos mediante el cual una parte
denuncia y la otra no se da por notificada. Esto tendría algún sentido si se
tratara de una verdadera negociación con puntos concretos y objetivos
claramente definidos. La agenda tendría que estar previamente concertada y los
protagonistas deberían de gozar del respaldo de la nación entera, de todos sus
sectores. En el caso de la alternativa democrática no tiene que ser uno de cada
sector. Hay venezolanos capaces de representar los intereses de la nación
entera, más allá de las particularidades, siempre circunstanciales, políticas,
sociales o económicas. Debe haber compromiso serio para ejercer honradamente
esa representación y, por el lado del régimen tanta o más seriedad aún, para
dar cumplimiento a cualquier acuerdo y no repetir la vergonzosa experiencia de
la coordinadora democrática y los incumplimientos del oficialismo.
Lo
de la unidad es otro tema. Si queremos conservar lo mucho o poco que tenemos,
la vida, la libertad, el derecho a trabajar en paz, a levantar decentemente
unos hijos y consolidar una familia, hay que prestarle atención a Juan Pablo II
cuando pidió a todos “despertar y reaccionar”. Están en juego demasiadas cosas
importantes al mismo tiempo. Pero es grande el miedo, comodidad y molicie en
muchos espíritus. Vacilan recelosos esperando los unos de los otros, siempre
confiando en que otros resuelvan.
El
reto para la oposición es enorme. Hemos repetido que siendo difícil hacer igual
lo que es distinto por naturaleza, la unidad puede ser dinámica y diferenciada,
pero el objetivo del cambio a corto plazo, tiene que estar bien determinado. En
la única manera de diseñar una estrategia común. Cada sector la seguirá a su
manera, pero todos en la misma dirección. No será fácil la unidad de objetivos.
¿Qué queremos, que el gobierno cambie algunas políticas o el cambio de gobierno
como primer paso para la reconstitución integral de la República? Hay una gran
diferencia entre una cosa y otra. No hay margen para errores ni confusiones.
También el tiempo se agotó hace rato.
Oswaldo
Alvarez Paz
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz
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