En
Venezuela se vive en una sociedad humillada por el régimen. Humillación
significa: ultraje, desprecio, oprobio, insulto, agravio, denigración,
deshonra, vejación, sufrimiento, desdén y olvido. Ninguna persona merece ser
humillada; ese es el retrato fiel de la opresión, represión, la carencia de
productos básicos para sobrevivir el ser humano, la cárcel sin delito o con
delitos inventados por el Juez de turno.
La humillación política es una forma de tortura pasiva que atenta contra los DDHH y polariza las distancias entre los seres humanos. Es un acto cuyas consecuencias pueden ser impredecibles, por su atentado contra la dignidad de la persona humana.
La
dignidad es uno de los bienes más preciados del ser humano. Dividir a la población en ricos y pobres ha
sido una tradición al gentilicio nacional. Donde en forma cruel se incrementa
la pobreza extrema para oprimir al pueblo, fomentando la indignidad y la
desesperanza.
El régimen utiliza la humillación como
política de estado para dominar la psique de las personas y así, estrechar su
control absoluto sobre la sociedad, es una vieja táctica del comunismo y de la
extrema derecha, sector al cual pertenece el régimen.
El
venezolano, en términos generales, es un ser humano injustamente devaluado por
la humillación política, un fenómeno, como dije antes, comunista y de extrema
derecha, que ha sido denominado por los sociólogos y politólogos como “la bomba
nuclear de la emociones”.
La
Declaración Universal DDHH, ha definido la humillación como la denigración
forzada de una persona o grupo social mediante un proceso de subyugación que
daña ferozmente la dignidad del ser humano. Ser humillado, como estamos los
venezolanos con el régimen de extrema derecha que nos oprime, es una violación
flagrante a nuestros más elementales principios constitucionales, para el régimen,
la dignidad es una entelequia intelectual.
En
la obra “La Sociedad Decente”, de la israelí
Ashai Margalitvi se define el sentimiento de humillación como: “..la
sensación que invade a la persona cuando ésta pierde su autorespeto”, siendo
éste, “un sentimiento íntimo y básico que surge de uno mismo hacía sí mismo y
que, en condiciones generales todas las personas tenemos por el mero hecho de
sabernos seres humanos.” En consecuencia, el autorespeto es un valor esencial
para el desarrollo intelectual, social y político del ser humano con
conocimiento pleno de su propio derecho de pertenencia en el conglomerado
nacional.
La
humillación destruye el honor personal y la autoestima. Las amenazas y
ejecuciones a la seguridad, al desarrollo integral, al bienestar, a la libertad
a la estabilidad económica y social, así como la tortura y la cárcel injusta,
son elementos que desprecian la dignidad humana, si queremos paz, es necesario
que nos esforcemos en construirla, también desde el punto de vista psicológico,
social, económico y político. “La paz no va a venir dada desde fuera, ni se nos
va a conceder graciosamente. En el caso de que llegue, lo hará como una
conquista de los ciudadanos” Esforzarnos por evitar la humillación de los otros
es un paso primordial en este camino hacia la paz. Basta de degradación
ciudadana.
La
degradación del régimen es una realidad, la sociedad siente el vacío
estructural de un gobierno humillante, que cada día falsamente promete un
futuro solidario, pleno de felicidad y así crea nuevas y nuevas misiones,
nuevas y nuevas falacias, como si los venezolanos fueran mercaderías de
compraventa libre.
Finalizo
sosteniendo que la única forma de defender nuestros legítimos derechos, es
creando lazos de unidad activa y efectiva, pues dichos derechos no son una
utopía, ni una retórica vacía de contenido, ni aspiraciones abstractas, como los encadenados discursos oficialistas
señalados crea lazos sociales muy fuertes, y las aspiraciones de la sociedad como
un todo no es una utopía ni retórica, menos, aspiraciones abstractas. Es
imprescindible una unidad fuerte, sólida por parte de una sociedad humillada
para rescatar su dignidad.
Recordemos:
La humillación tiene límites. Tiene límites, porque el fracaso social y
político también tiene límites.
Fernando
Facchin Barreto
ffacchinb@gmail.com
@fernandofacchin
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