Los resultados electorales del pasado domingo
en San Cristóbal, Táchira, y en San Diego, Carabobo, no me sorprendieron. Los
esperaba. La mayor satisfacción es por la solidaridad y el apoyo a los alcaldes
Ceballos y Scarano. Como se recordará ambos fueron destituidos y permanecen
prisioneros en violación de hecho y de Derecho, del ordenamiento jurídico del
país. La reacción de Maduro, amenazas insólitas contra las valientes esposas
que arrasaron, sería un elemento más para el expediente de su renuncia o
destitución. El cargo le queda grande.
Pero los resultados de las elecciones
presidenciales colombianas, tienen trascendencia directa en la vida de
Latinoamérica en general, y de Venezuela, en particular.
Hay hechos que no merecen
discusión. El presidente Juan Manuel Santos, no solamente fue derrotado en la
primera vuelta, sino que sufrió un claro descalabro a los efectos de la
segunda. Su reelección está ahora mucha más comprometida que hace una semana.
El ambiente de descontento general y de decepción con algunas políticas
importantes del gobierno, influyeron en no pocos de los abstencionistas que
llegaron a un peligroso 60%. Hasta las negociaciones de paz de La Habana, con
el padrinazgo del gobierno venezolano,
caen en un plano de incertidumbre que las paraliza en cuanto a
consecuencias prácticas. Como decimos popularmente aquí, todavía “no se le ve
el queso a la tostada”.
Por otra parte, Oscar Iván Zuluaga cierra
esta primera etapa con un merecido triunfo, logrado a punta de constancia y
claridad con un mensaje inspirado en la plataforma política e ideológica del
Centro Democrático liderado por el senador Álvaro Uribe Vélez. Todos,
seguidores y adversarios, saben a qué atenerse con ambos dirigentes. Creo que a
estas alturas del proceso, el crecimiento de la intención de voto por Zuluaga
continuará. Las maniobras para desprestigiarlo están condenadas a un nuevo
fracaso, como tampoco serán determinantes las referidas a Santos en base a
especulaciones.
Independientemente de los resultados del
domingo, cambia la realidad política del hermano país. Santos creció de 7 a 9
millones de votos entre las dos vueltas hace cuatro años. Ahora se redujo a
3,3. Tengo la impresión de que los votos de Martha Lucía Ramírez se deslizarán
hacia Zuluaga, con o sin acuerdos concretos, unificando así la amplia base
conservadora que tan valiosa resultó en las elecciones de Uribe primero y
Santos después.
El dilema planteado por Santos sobre la guerra y la paz es falso. No se ajusta a la realidad, ni a la visión que desde aquí tenemos. Pretender ser el campeón de la paz frente al de la guerra, ha sido inconveniente para él. No es creíble. Ninguno de los dos es lo que señala. Todos quieren la paz, pero la visión de Zuluaga es más realista, menos oportunista y alejada de la demagogia, que la de Santos. Comparto la opinión de que no puede haber paz verdadera al margen de la verdad y de la justicia. La mayoría de los electores así lo entendió y votó en consecuencia.
Lo peor que puede pasarle a Colombia es venezolanizarse.
Permitir que el pantano venezolano se extienda y se convierta en otra pieza del
socialismo comunistoide liderado por Cuba, sería una tragedia continental. Para
Venezuela, una verdadera desgracia. Entre otras cosas, por la consolidación
aquí del terrorismo y del narcotráfico cuyos tentáculos ya están entre
nosotros.
Oswaldo
Alvarez Paz
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz
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