Una
tarde de estas, sin mayores preocupaciones, decidió Dios echar una mirada a las
cosas por Él hechas. Si hemos de creer a
Moisés, y no tengo razón alguna para dudar,
todo cuanto Dios hizo fue de tal manera tan perfecto que no tuvo tiempo
para pensar lo que iba a hacer y muy menos cómo lo iba a hacer. Hacía.
A decir
verdad, no hacía nada, creaba. Y creaba
según le daba su real saber y entender, lo cual no es manera adecuada para
expresar las cosas que crea Dios porque, tanto el saber como entender son modos
propios y exclusivos del hombre que, en ese duro modo de existir, tiene que comparar, medir, tasar, evaluar
desde el saber para poder juzgar, y mas, para conocerse a sí mismo, que es el
mas duro, complejo problema que el hombre tiene que resolver y asumo, como
corresponde, que juzgar implica
sopesar, lo que a su vez es una manera de analizar a través de diversidad
de mediaciones religiosas, culturales,
psicológicas… y, probablemente hasta mutaciones, que no se quedan ahí, porque
cuántas dificultades se tiene que vencer cuando usamos la palabra Dios y
cuántas más si queremos asomarnos a sus decisiones y, en este caso como en todos los otros, no se
cómo, de modo pues que no hallé la mejor
manera de decir lo que no se puede expresar, sino recurriendo al lugar común para afirmar
las cosas de Dios como si se tratara de uno mas de entre nos y por eso
no me apena participar de la torpeza, diría imbecilidad, idiotismo de
llamar santo a dios y así y ponerle los demás atributos que el hombre a sí mismo
se destina.
Asomémonos a la creación de Dios y veremos
que Él
hacia las cosas sin son ni ton, sin orden, tal vez un poco ajustándose a un cronograma, quizá sería mejor decir a un cierto orden
cósmico, el primer día, el segundo hasta llegar al séptimo, no para descansar
ni para dormir, Dios no se cansa ni
siente sueño, si se duerme lo aprisionan
los demonios y lo inducirían a hacer
cosas satánicas en los sueños, porno eróticas las mas eficientes, si se cansa lo acosarían los hombres y lo harían cautivo, sino para,
probablemente, contemplar y repetir a
Moisés, que Dios veía que era bueno lo
que creaba en tan poco tiempo, lo cual, presumo, que no sería tan cierto exactamente porque a Dios
no le sobra ni falta el tiempo.
Él no sabe qué es eso, Él es anterior al
tiempo, al espacio y al ser.
Fue así
como, pues, hizo de la nada todo y hará
del todo nada. El primer día creó lo que se le ocurrió y así, según le iba saliendo
seguía haciendo. Y, al final, se miraba
a sí mismo, se sobaba alguna parte de
las que nadie tiene, pues como es Dios
que es ser y no ser, es y no es, no tiene forma, ni nada de que se pueda
asir…pero, tampoco hace falta tanto
detalle. Se sobaba alguna parte de la
que no tenemos y se reía, veía que todo
era bueno. Tendrá, lector, que perdonar
este gazapo, tampoco Dios se ríe, pero quede la imagen como complacencia.
Felicidad. La felicidad empieza a
saborearse y disfrutarse por boca.
Si
hemos de nuevo creer a Moisés, y no tengo duda alguna en ello, Dios creó e hizo al hombre a su imagen y semejanza, por
tanto le dio la posibilidad de ser perfecto. Lo vio solo y extrajo de él a Eva y les dio tal poder que serían los
dueños de la tierra por ellos poblada mediante actos aún no descubiertos,
porque Moisés se cuidó de ocultar
detalles del proceso.
Les dio tanto de todo que incluía en el paquete no hacer nada y,
entonces, en su afán de crecer quisieron ser como dioses, sorpresa para Dios,
no previó que quien lo tiene todo algo
distinto necesita hacer, y ellos lo hicieron con ayuda de Satán, quien
en eso de traicionar la confianza era maestro, patrón del adulterio; como ven en cuanto a las ayudas de Satán son
como las que se reciben de los consejeros,
la gente les hace caso, se
refugia en ellos, le rinde obediencia, lo convierte en su dios íntimo, su ídolo
de cabecera para, en definitiva, hacer lo que ellos quieren y ya en sus manos
dejan de ser ellos, el único beneficiado
es el consejero, los aconsejados
obedecen y se sienten felices en ello, lo cual prueba que la propia esclavitud
puede ser un placer para quien ejecuta la decisión del
consejero y este, en su dilecto espacio, el emboscao, vive la felicidad
de su juego.
Pues bien, por esas cosas
de imposible comprensión, Dios no previó que Eva caería en Manos de Satán al
obedecer su consejo y esto logrado, Adán caería en manos y piernas de Eva…
ambos convirtieron el amor en pleno acoplamiento de sus cuerpos y nació
Caín, mas tarde, meses después, Abel. Dios dio la muerte como castigo no por aquellos hechos, sino porque todos
mintieron, en esfuerzo de esconder, de ocultar
su propia responsabilidad, cada
otro tenía la culpa de lo que cada uno
de ellos hizo. El consejero, Satán,
marcaría la historia del hombre para siempre, el aconsejado peca, recibe su
castigo, paga por ello y el consejero recibe los beneficios todos de carne,
alma, huesos, besos.
Me
gustaría decir que esto lo sabía Dios de
antemano, pero no. Porque si hemos de creer a Moisés, y no tengo por qué dudar
de ello, Dios se arrepintió de lo que había hecho, y decidió destruir todo
lo de su
Ser nacido, promovido, creado, construido. Y tal fue la rabia de Dios y tal su propia
decepción, otra vez son enfermedades del espíritu humano, propias quizá
exclusividad del hombre, pero no existe aun sustantivos, adjetivos,
verbos, que puedan en la palabra asir de
Dios, virtudes, cualidades…que no sean hechas por los filtros del hombre, y
así, que bajo esa rabia, furia, fue como
Dios decidió optar por la destrucción de lo por Él creado. Dios entró en ira, ardió de rabia, se sintió
vilmente traicionado y padeció en el
peor de los sufrimientos del ser bueno, el arrepentimiento de lo hecho. Entonces recurrió a las catástrofes, incendios,
en los cuales tampoco tuvo éxito.
Sabemos, de creerle a Moisés, y
no tengo razón para dudar de él, que Dios fracasó con el Diluvio, allí se acabó todo, menos la maldad, la
perversidad, lo sinuoso humano. Pobre Noé, las cosas que sufrió al término del
diluvio fueron mayores que los miedos por los riesgos de capitanear la nave
donde todo se había seleccionado
para reconstruir a partir de lo
bueno. La destrucción de Sodoma y
Gomorra tampoco resolvió el problema… el
hombre es incorregible, como quien dice, leámoslo en voz baja, puede mas el
consejero Satán colmado de éxitos que el hombre recto, bueno, que solo lleva la
ética de avío para recorrer los mas duros trayectos. Mi confesor, siempre es
bueno tener un confesor, no un consejero, con aquel se dialoga, a este se
obedece, aquel no cobra, este tiene en la paga, preferida en especie, todo su
gran empeño; pero, en fin, Dios dejó una
lección no en la condena a muerte a Adán y Eva, no en
el diluvio para lavar las aberraciones del hombre y otros bichos, no en la
destrucción de Sodoma y Gomorra, para acabar con inmundicia humana, la mentira
entre ella, no, en eso no, allí está
su fracaso inmenso, como prueban
los acontecimientos posteriores, pues, todo es peor de cuanto estaba antes de esos terribles hechos, porque
no se sabe cómo ni por qué el hombre en estos suelos siempre ha vivido la dicha
de pecar por encima del bien, sino en haber
convertido en estatua de sal a la
mujer de Lot.
Y
tal mas importancia alcanza la lección, mucho más que haber
dispuesto que muriéramos los que ninguna culpa tenemos del pecado que cometieron
ellos, el abúlico Adán y la audaz Eva, sino que Dios nos deja su lección cuando
dispuso que la mujer de Lot se convirtiese en estatua de sal, como veremos
y según como Moisés reveló sus grandes decisiones, y si
algún error hubo se debe al transcriptor no a defecto alguno de la Revelación,
así habló para demostrarlo el padre
Aceros:
“Dios
no convirtió a la mujer de Lot en estatua de sal porque desobedeciera, sino
para que no se llevase el pasado con ella.
Para que no obedeciera al consejero
que, sean quienes fueren, montan su vida en la tragedia ajena, en el
poseso, el médium donde su voluntad se
hace obediencia según su consejo”.
Permítame un ejemplo modelo, Séneca fue
consejero de Nerón, Fidel-Raúl de Chávez y Maduro, en el caso romano, ambos
terminaron suicidándose, por estos lados confiamos en Dios… En esa revisión andaba Dios, como si quisiera, no se
si es posible decir eso, una reconciliación
de sí consigo mismo. Esto creo
que sí es una cualidad de Dios. Pasar de
un estadio de su vida de ver que todo lo que hizo bueno se dañó, y maldecir por
ello, a ese de placidez que da el amor, de encontrarse consigo en la bondad del
hijo, lo cual sin ser de Dios ningún
testigo, se evidencia en la actitud y acción de Jesucristo, en este
ensamble mágico que ha hecho el cristianismo sustantivo armonía perfecta entre
la sentencia del “cogito, ergo sum” hasta la de tener el corazón razones que la
razón no comprende. Jugar al diálogo e inferir el consenso entre Descartes y Pascal. Y esto es lo bueno
del ser bueno y encontrarse con ello es
responder que es bella la vida y
que es útil porque la muerte existe y que enfrentarla con la ciencia el arte,
en la bondad, la verdad, la fe, el amor es el camino.
Yo
pensaba que después de semejantes fracasos, Dios se había retirado previa disposición de que el hombre es el
único responsable de sus propios hechos. Qué falso es creer que dios nos llama
a su presencia mediante la muerte ora por causas “naturales” ora por guerras, epidemias, celos, o que las cosas suceden según su voluntad…
qué monstruo sería tal dios al permitir que se asesine, viole a niños o que la
corrupción sea inherente al poder, o que el
emboscao haga de su espacio sede
de sus macabros crímenes. Que lo que hace un Hitler o un Chávez es la voluntad
del Señor o que éste celebre con los adúlteros sus juegos abominables es
satánica aberración, una blasfemia. Dios
fue sabio, deja al hombre libre para que opte y de su decisión sea responsable.
Dios “sentencia” post morten, post factum.
Quien bien hizo queda cerca de Él, alcanza su reino, quien mal hizo se aleja de Él, se va al
centro mismo del infierno.
Pues bien, era una tarde de estas, Dios decidió echar
una mirada tal quedó escrito. Descorrió una nube, de las muy tupidas que se
extienden desde Mosquey, San Rafael y
Árbol Redondo y al mirar sin mayor atención al comienzo, observó a una joven
que se empeñaba en tomar del sol su luminosidad, mas que emulando a Prometeo
violando las leyes de la gravedad que impone el medio y de la ternura de la luna
alcanzar su eterna poesía, no la vio mas, ya habría tiempo, se dijo, su
destino será el bien si permanece buscando la verdad lejos de los refugios que
otorga Satanás. Montado sobre la cima de los cerros vio a dos seres, abajo, al
parecer varones que disputaban como
repartirse el Paraíso, que se extiende en el valle que había labrado en siglos
el rio Mocoy a los pies del Miranday, donde se escucha a Laudelino Mejía en
diálogos intensos con Mario Briceño,
reunión del Conticinio con Cartas
sin destino. Contaban, calculaban,
medían. Llegaron a un acuerdo que
impedía los disensos, pongámosle precio, la mitad es tuya y la otra es mía,
así hablaban y sorbían un escocés
añejo. Ah, se interrogaron. Pero ¿quien
pagará esto? Yo, respondió uno de ellos, a la sazón gobernador de la región por
decisión del césar. Buscaré los modos,
declarar la utilidad pública para crear un plan de viviendas confortables para
el pueblo, es mejor que la compra para coronar el negocio. Sonrieron,
asintieron. El otro, que de
lejos vino tantas veces para
probar ser el único heredero saludó
solazado la propuesta. Tres mil millones para cada uno. Sonrieron, asintieron.
“Además, los otros herederos es gente
pobre y los pobres nada saben hacer con
la riqueza, se envanecen, la despilfarran y nada mas, dad dinero al pobre y se
empobrecerá mas”. Así hablo el venido de lejos para luego imponer su
consejo, declararás las tierras del valle del Edén de utilidad pública para la construcción
de casas modelos, serán obra de nuestra
misericordia, reiteraba el sabio venido
de lejos. La gratitud que se muda del
rancho al buen hogar es inagotable.
Bienaventurados seremos.
Dios
se indignó como otras veces ha ocurrido
y envió una vaguada que descendía
de los altos cerros y convirtió el valle
del negocio en precipicio, perpendicular despeñadero. Dios se sonrió, la primera vez que su castigo
tuvo éxito, los mercaderes perdieron su inversión y su tiempo. Por ahí andan
sin la dignidad del ahorcamiento con el que Judas se inmoló en su intento por probar su arrepentimiento
del crimen cometido.
Dicen que andan
buscando como engañar a los muertos.
Dios cerró su ventana con orgullo de lo bueno hecho. Eran las primeras horas
del segundo día de la primavera.
En Mosquey una mariposa juega con el azul que
sustrajo a los ojos del cielo. Y Dios vio que era bueno.
Americo
Dario Gollo Chávez
americod@gmail.com
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