“Esta programada la necesidad de repensar la
democracia, lo que establece una exigencia de la rehabilitación de la política
a los ojos de los ciudadanos: y ello resulta confrontado con el acelerado
proceso de infantilización y embrutecimiento y cretinizacion de los ciudadanos
realizada por los entramados mediáticos y por una contracultura en el cual el
obsceno consumismo y hedonismo han nublado la recta visión del tiempo libre, en
las grandes sociedades industriales”,(Robert Nozick de Ivy league)
Una acotación necesaria...
A raíz de su famoso examen del sistema
político de Estados Unidos, Tocqueville concluyo, que los pueblos democráticos
aman más la igualdad que la libertad. Sin embargo, los sistemas sociales de
tendencia efectivamente igualadora no aparecieron en los países decididamente
más democráticos, sino en regímenes de paternalismo autocrático, como La
Alemania de Bismarck.
Aunque el efecto y la propensión niveladora parece
intrínseca al modelo democrático por las razones mencionadas, la única forma de
llevarla a cabo es aumentar el volumen organizativo y coactivo del Estado, lo
que pronto resulta antagónico, no solo con la libertad de los ciudadanos más
emprendedores, sino la capacidad de los mismos para articularse con el Estado
en todas sus instancias, para redistribuir y proteger el Estado, que tiende a
crecer cada vez más apoyado por una estructura burocrática de especialistas en
administrar la indomable complejidad del mismo. Tales expertos en decidir
“Mejor”, se sentirán pronto con la facultad de disponer por los demás, a
contrapelo de que estos satisfagan por si mismos.
Este peligro de autocracia
logra sin embargo que llegue a convertirse en el ideal de algunos, el Estado
mínimo menos coercitivo y más controlable isonómicamente por los ciudadanos…, pero
la égida de la cual la desigualdad entre las
oportunidades sociales de unos y de otros, vuelven a aumentar peligrosamente.
Romper ese círculo vicioso no es nada fácil.
La democracia nació en pequeñas sociedades:
Aristóteles consideraba que cien mil ciudadanos eran una multitud desmesurada
que acaba con cualquier polis. En el
presente los países democráticos abarcan millones de ciudadanos. Las antiguas
democracias fueron agrarias y artesanas, lo cual reducía los márgenes de
posible enriquecimiento desigual; las subsiguientes se han ido formando en
industriales e hiperproductivas, dando lugar a astronómicas acumulaciones de
riqueza e insólitas diferencias de fortunas.
que un esfuerzo retórico, por enmascarar el
funcionamiento efectivo de un sistema, en el que algunos aprovechan las
ventajas y otros acumulan las dificultades.
Los primeros denominan explicablemente “Libertad” o defensa de la
autonomía política en cuanto que protege su prosperidad; los otros, en cambio,
sostienen no menos justificablemente que la única libertad que requieren es
resguardarse de la insaciable voracidad de las Elites Económicas y de poder y
por lo menos contar con la prestación de Servicios Públicos de asistencia, que
compensen su escasez de recursos. El equilibrio entre tales demandas sobre todo
si se consideran las cosas más allá de lo nacional, a escala mundial, está sin
duda todavía por inventarse.
Acechanzas a la democracia la Cleptocracia
De los males más sobresalientes que hoy
debilitan a las democracias desarrolladas provienen de la perdida de virtudes
tan necesarias, lo que ha desembocado en episodios vergonzosos de corrupción
política, lo que algunos teóricos lo consideran como el paso de la democracia a
la cleptocracia. Por otro lado en el
plano estético, sobre todo las diversiones tribales o tradicionales, no son ni
las más refinadas ni las más complacientes y elementales. En las democracias en
que vivimos, el desconcierto de cada ciudadano respecto a lo más recomendable
para alegrar su vida, suele desembocar en la ridiculez mimética (quienes son
individualistas pro-derecho político no se fragmentan, sino que se uniformizan
solos, por miedo o vanidad en su adocenamiento). Recordemos que ahora la
mayoría de los ciudadanos tienen a su alcance, eventos educativos, musicales,
literarios, disfrutes que antes estaban reservados a los aristócratas. Sin
embargo, la mayoría opta por desmochar lo más posible estas ofertas exquisitas
y se inclinan por los que menos esfuerzo
intelectual, exigen y se acercan a los refocilantés postulados de brutalidad.
Del mismo modo que la filosofía la componen
más que un repertorio de trascendentales certidumbres, un conjunto de antídotos
contra intransigentes alucinaciones colectivas, también la democracia es más
relevante por lo que evita, que por lo que proporciona.
El adocenamiento video conducido
A menudo oímos decir que el mayor peligro de
la democracia es llevar al poder a quienes no son demócratas. Como lo señala
Cioran, “La paradoja trágica de la libertad es que los únicos que la permiten
no son capaces de garantizarla”. Una de las formas de esa paradoja es que los
grupos políticos que no creen en la democracia (por fanatismo religioso o
político), (léase caso venezolano), pueden conquistar el poder en unas
elecciones “transparentes”.
Las decisiones democráticas son mayoritarias,
pero no toda decisión mayoritaria es democrática. Ninguna mayoría tiene derecho
democrático a votar a favor de la sumisión sin derechos de las minorías, o para
imponer la desigualdad política en razón de sexo, creencias y clase social. La
autonomía del individuo, base del proyecto democrático, exige que nadie sea
identificado irreversiblemente en sus acciones buenas o malas.
Concluyamos esta aproximación. Desde el punto
de vista filosófico, aquí intentado, la democracia es la verdadera y radical
revolución política acaecida en al historia humana. Repetir sus conquistas frente a cualquier
otro modelo de comunidad humana resulta hoy ya fastidioso por lo trillado, lo
cual ha conducido a muchos espíritus inconformistas a rechazar cualquier
veleidad, no para denunciar sus carencias y contradicciones lo cual es, además
de lícito, e imprescindible, sino para demoler sus principios. Pero aunque no
fuese así, aunque la democracia resultara menos “Eficaz” y más “Desordenada” e
“Insegura” que las formulas autocráticas (tal como los autoritarios enemigos de
sus formalismos siempre han sostenido), seguirá siendo filosóficamente preferible, humanamente preferible,
trascendentemente preferible, a cualquier otro sistema de organización social.
Pues lo más revolucionario de la democracia no es lo que puede lograrse por
medio de ella que es mucho, sino lo que ella hace con los seres humanos.
Advirtamos de paso, a los simpatizantes (léase en boga), hacia formas
autoritarias con apariencia de “Benéficas” que ninguna conquista socialmente
positiva (en educación, en asistencia de salud, vivienda, trabajo, prestación
de servicios públicos), esta ligada por razones intrínsecas a la abolición de
las libertades democráticas: todas podrían lograrse sin renunciar a ellas
que son verdaderamente deseadas por los
ciudadanos. Además no hay vuelta atrás;
como la evolución, como el escepticismo ante los dioses, la autonomía de los
individuos ha sido conquistada para siempre y nunca será ya olvidada. Si es
preciso, una y otra vez será reavivada desde su fogón, cuando parezca no ser
más que un frío montón de cenizas. De
modo que la tarea actual consiste más bien en una sana universalización real de
la democracia, pues parece imposible mantenerla acotada a unos cuantos reductos
nacionales privilegiados, mientras se globaliza la economía, se mundializan los
movimientos migratorios y los problemas fundamentales (superpoblación, defensa,
drogas, prostitución, guerras…), que no pueden ser enfrentados sino a escala
planetaria. La mundialización de la democracia tiene también otra vía no menos
importante: su emancipación de justificaciones étnicas o nacionales. Aunque
cada una pueda y deba conservar la memoria en que se ha fragmentado su
subjetividad, la comunidad democrática se compone de arraigar políticas
caracterizadas no por la raza, la etnia o cultura a que pertenecen, sino por
las leyes comunes que acatan y en cuya promulgación o revocación han
participado.
En este sentido el inmigrante, el que vino de
afuera y de lejos, el diferente que se compromete a someter sus diferencias a
la ley compartida que nos rige, no solo no es un obstáculo, sino que constituye
el mejor paradigma de la democracia.
Otro de los riesgos que hoy amenaza a la
democracia, es su gradual demolición desde adentro, por el entramado que han
articulado a escala planetaria los grandes medios de comunicación de masas, que
en su mayoría no son sino el ariete de los más conspicuos intereses
monopólicos.
“La simplificación y el adocenamiento video conducido, comprometen
su madurez intelectual, sin la que es difícil augurar un futuro placido a las
libertades democráticas”.
Recordando lo que decía Nietzsche, que ni fue
demócrata ni solía oficiar como maestro del conformismo: “Los defensores de la
verdad escasean más no cuando resulta peligroso sino cuando resulta aburrido”.
Pedro
Rafael Garcia Molina
pgpgarcia@5gmail.com
@pgpgarcia5
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