Dicen
que “por suerte, madre hay una sola“. ¿Qué terrible pecado y/o delito hemos cometido los argentinos para tener
¡tres!? Personalmente no creo en eso de que sea una suerte tener una sola. A
mí, me encantaba mi Mamá.
La
quiero, así, en presente y eso que hace años que no está. Me refiero a que no
está físicamente, porque para todo lo demás me acompaña en lo que hago, pienso
y digo. A veces me pregunto qué haría Ella en determinada situación, si yo
estoy haciendo las cosas bien o en qué me equivoco. Hablo de mi Mamá. Mi Mamá
biológica, la que me educó; me enseñó a diferenciar lo correcto de lo
incorrecto, la que me explicó sin palabras lo que era el amor incondicional.
Y
así pasaron los años, la mayoría buenos, algunos no tanto. Viví acá y en el
exterior. Mi Mamá siempre estuvo presente, por carta, por teléfono o
maravillosamente tangible. Mis hijos la adoraron y mi marido la adoptó. Hablo
de mi Mamá. Un día se fue. Nos espera a toda la familia en alguna parte. Y
estoy convencida que nos cuida.
Y
un día, que no fue un día cualquiera, fue el 25/9/2003, escuché al presidente
Néstor Kirchner, desde Nueva York, en la 58° Asamblea de las Naciones Unidas,
decirme que Hebe Pastor, ex Bonafini, era la madre de todos los argentinos.
Corrí a buscar mis documentos. Comprobé que era argentina.
Pensé
que si lo decía el presidente de todos los argentinos (aún de aquellos que no
lo votamos), supuse que tendría conocimiento sobre hechos que yo desconocía. Me
quedó la duda, yo no debía ser argentina, porque “esa”, no era mi madre. Estaba
claro, tenía la nacionalidad equivocada. ¿O no?
Me
llevó meses y un simposio de siquiatras volver a encontrar mi identidad. Es muy
complicado para una persona que creyó toda su vida que su Mamá era una
determinada persona (en mi caso María del Pilar), y enterarse así, de golpe y
por televisión, que tenía otra madre,
una que en particular me da escalofríos. Quiero ser educada y en honor a
mi Mamá, no usar los adjetivos que me merece esa persona, que hasta me molesta
nombrar.
En
cuanto a la identidad, algo sobre lo que los dos gobiernos K han hecho bandera,
desde la propaganda con que nos han perforado (lo siguen haciendo) los oídos desde todos los medios
audiovisuales con eso de: “¿Usted está
seguro que no es hijo de desaparecidos?”, porque todos tenemos derecho a
conocer nuestra identidad. Parece muy desgraciado que traten de confundir
a las personas adjudicándoles una madre
que no es.
Pasó
el tiempo y más o menos me equilibré. Casi conseguí olvidar esta segunda madre
que me horroriza, impuesta desde el poder. Hasta el 27/3/2014. Todavía no puedo
reaccionar. Es muy fuerte. Y siempre me entero por televisión, esta vez por
“condena” nacional. Acto decididamente violento, que nos obliga a escuchar lo
que no hemos elegido escuchar. Y sucedió.
De
pronto, desde el quincho de la quinta presidencial, Cristina, mientras trataba
de convencernos que la baja de subsidios al gas y al agua no iban a pesar en
nuestros haberes y que el sol era cuadrado, cuando más distraída estaba
escuchando, ¡zas!, el mundo se me cayó encima. Pero en serio, no como excusa
política. Cristina me anunció, como al resto de mis compatriotas, que era
nuestra madre. En serio, “is too much”.
Había
empezado a reponerme del profundo disgusto de mi segunda espúrea madre impuesta
desde la presidencia, y me cae una tercera, también falsa y esta tampoco me
gusta. ¿Qué le pasa a esta gente que necesita endilgarnos madres que no son las nuestras, que de poder elegirlas
yo no lo haría y nos dan trato a todos los argentinos de huérfanos necesitados
de madres adoptivas?
Hablo
por mí. No quiero más madre que la mía. Y detesto la sola idea de que me
endilguen madres y menos que menos
madres que decididamente no me gustan. En un país que hace rato ha dejado de
ser una república y se ha convertido en un territorio, creen que desde el poder
pueden hacer lo que mejor les parezca. Y hasta ahora nadie se los ha impedido.
Pero
madres que no tengo ni quiero tener, no. Pueden estatizar Aerolíneas y perder
millones para que los chicos de La Cámpora jueguen a los avioncitos. Pueden
apropiarse (robarse) los ahorros de los que pretendíamos jubilarnos con una
AFJP. Pueden trampear durante 7 años las estadísticas del INDEC. Pueden vaciar
las cajas del ANSES y hambrear a los jubilados para hacer populismo que vamos a
pagar carísimo. Pueden disfrazar la venganza de justicia con militares que no
son culpables de nada, salvo de llevar uniforme. Pueden empobrecernos todos los
días con una inflación galopante. Pueden ser todo lo corruptos que se pueda ser
y encontrar jueces como Oyarbide. Hasta pueden dejar que la droga se adueñe de Argentina. Pueden sumergirnos en la
peor inseguridad. Lo hacen.
Lo
que no pueden, ni ellos, ni nadie, es decir que Hebe y Cristina son mis madres.
Mi Mamá, la única, la que quiero tener y tuve, es la mía. Y no hay otras. Es
una absoluta falta de respeto. Lo diga
quien lo diga.
Malú
Kikuchi
maluki@fibertel.com.ar
@malukikuchi
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