El pueblo venezolano
ha visto con sorpresa el exceso de violencia empleado por la Guardia Nacional
en el “control” de las manifestaciones de protesta enfatizadas por los
estudiantes en las más de cinco semanas iniciadas con énfasis en San Cristóbal.
Entendemos, pero nos hacemos los incrédulos ante tal conducta de una
institución que se caracterizó por su eficiencia y dureza, pero sin los excesos
innecesarios. El caso de la fémina guardia descargando su biliosa molestia
porque le destrozaron una uña provocó el paroxismo mediático, y no sin razón,
ya que tal conducta enervada por el letargo en que nos sumió el “difunto”,
apareció de pronto como un vendaval de cuaresma en la ya insidiosa vorágine que
despertó el intolerable e incapaz Maduro.
Veníamos observando
al general Rodríguez Torres en su secuencial ensarte de planes de seguridad,
apostando en cuál de ellos lograría deshacer la intolerante inseguridad, que
como plaga justiciera y atorrante conquistó para Venezuela el primer galardón
del mundo. Y no era para menos, ya que la incapacidad colectiva del
funcionariado ejecutivo militarizado, vino a consolidar la desgracia
“revolucionaria del siglo xxi”, que como encartado nos sembró el brujo de
sabaneta. Así lo veíamos venir, desde que el “por ahora” conquistó la gracia
intelectual de quienes hoy, 15 años después, solo sienten desesperanza, y hasta
se niegan a arrepentirse. ¡Así es como se lamentan!
Muchos dudan de un
mal heredado, pero lo que está a la vista no necesita anteojos. Con poder,
permitieron que Venezuela se convirtiera
en el maná del mundo, agotando sus recursos como misionera y proveedora de la
ayuda necesaria descargando sus alforjas hasta quedar como un paria redimido
sin leal y sin lopa. Pero lo que está pasando en el gentilicio es increíble.
Las hazañas candelarias se apagan pero no se extinguen y pareciera que
tuviéramos que acostumbrarnos a vivir en la zozobra y el odio, ya que a medida
que pasa el tiempo y se enerva la resistencia, más se agrava la “contra guerra”
entre los tres adversarios: los protestantes, las fuerzas del orden y los
paramilitares o colectivos; siendo aquí donde surge la gran preocupación con
miedo incluido, ya que las decenas de muertos, el centenar de heridos y los
miles de detenidos, no encuentra punto de inflexión en el gobierno, quien se
conforma con inculpar a los sufrientes de candeleros sin razón, incrementando
la violencia represiva.
No podemos ser
tolerantes en la crítica, cuando nuestra experiencia de 60 años de vivir y
tratar de encontrar a una Venezuela próspera y en paz, ayudando en su búsqueda
y formación, percibimos a un mando intolerante en la que otrora fuera nuestro
orgullo institucional, que levantaba como prestigio “el honor de la divisa”. Y
no nos vengan a decir que Venezuela es otra, porque en momentos de las grandes
crisis, tanto económicas como políticas en la segunda mitad del pasado siglo,
ayudamos a conformar el modelo de institución que superó a los cuerpos
policiales militarizados de Latinoamérica, hasta que en mala hora le fue
quitada su bandera, integrándola como un componente de la también minimizada
FAN. Pero de mayor gravedad, que se les quitó la potestad para participar en el
mantenimiento del orden público (Art. 332 de la CRBV), asignándole a la GN la
“conducción de las operaciones para el mantenimiento del orden interno”, que es
una función militar; pero que en esta mala hora, para terminar su destrucción,
se le ha dado la orden de masacrar a la disidencia, valiéndose de la
irracionalidad de los mandos sobrevenidos al poder de la “revolución”. Dios
quiera que el raciocinio prevalezca, para que entiendan Maduro y Cabello, que
la violencia ha sido promovida por su mal manejo de la protesta. ¡En Dios
confiamos!
Enrique Prieto Silva
enriqueprietos@hotmail.com
@Enriqueprietos
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