PARA
UN FASCISTA O UN COMUNISTA, QUE SON LO MISMO, EL PEOR CRIMEN ES ATENTAR CONTRA
EL ESTADO
El
gobernador de Carabobo dijo que "el peor crimen es la violencia contra el
Estado", una declaración aberrante de un régimen aberrante, mala pécora de
Latinoamérica. Las dictaduras totalitarias se llaman así, a diferencia de las
dictaduras tradicionales, porque no sólo quieren controlar el poder político,
sino la vida privada de la gente y erradicar "los vicios" del alma
humana, pese a que sus caudillos históricamente han sido ni más ni menos que
unos degenerados. Avanzan para dominar también la sociedad civil. La fisiología
de una dictadura tradicional, como hubo por montones en Latinoamérica, es: si
no te metes con el gobierno, el gobierno no se mete contigo. Eso era bastante
así en los gobiernos de Batista, Trujillo o Pérez Jiménez, siempre que alguna
dama de la familia no osara despreciar peticiones de un funcionario poderoso.
Pero
a diferencia de esas tiranías de viejo cuño la esencia de las ideologías
fascista y comunista en los siglos XX y XXI, es la "ingeniería
social" que desenmascaró Popper: que hay que tomar medidas duras para
corregir la vida en común, inficionada de perversidades burguesas o
pequeñoburguesas, y que cada individuo milite en la construcción de la nueva
sociedad. Quien no se interesa en la política y se dedica a sus propios
asuntos, es tan culpable como quien hace oposición. Cualquier crítica es delito
y por eso la "criminalización" de la disidencia. Para sobrevivir a la
represión o al ostracismo interno, hay que ser activista a favor de la
burocracia lombrosiana. Los medios de comunicación, el proceso educativo, la
actividad cultural, la formación familiar, deben modelar al colectivo en la
nueva visión del mundo del partido y el líder máximo. De no hacerlo serán
traidores y perseguidos.
FASCISMO,
COMUNISMO: LO MISMO
Para
un fascista o un comunista, que son lo mismo, el peor crimen es atentar contra
el Estado y es coherente la afirmación del gobernador de Carabobo. No es que
sea bueno hacer tal atentado y ninguna legislación lo acepta, pero oír esa
expresión de alguien cuya respuesta fulminante batió récord de muertes, hace
que alguien pueda sentir vergüenza de pertenecer al género humano. El peor
crimen en el mundo civilizado -al que totalitarismo obviamente no pertenece- es
que el Estado que recibió de los ciudadanos la confianza y las armas, atente
contra ellos. Hasta en un planteamiento tan duro como el Leviatán de Hobbes, el
gobierno nace porque los hombres se reúnen por miedo y delegan en un grupo para
que los protejan.
El
peor crimen es cuando una facción de traidores violenta el mandato de la
soberanía popular y la Constitución que juraron, pasan a ser gánsters, y
utilizan la violencia institucional para esclavizar y asesinar a quienes no
aceptan su corrupción, incapacidad y pobreza moral. Valientemente sentados en
las bayonetas, sus expresiones para humillar gente desarmada dejan saber que Al
Capone o Pablo Escobar no eran peores. Funcionarios que no se inmutan por
apagar los rostros de decenas de jóvenes, en complicidad con las instituciones,
sobrepasan cualquier límite de abyección, y navegan un inmenso pozo séptico en
el que nuevamente naufragará "la revolución" como siempre ocurre.
Traicionaron como el amigo que se aprovecha de la confianza que le brindó la
familia para violarlos y robarlos. Los dos grandes pervertidores de la sociedad
actual Lenin y Karl Schmit dan los argumentos ideológicos.
RACIONAR
EN ABUNDANCIA
Rompen
con la tradición de que el papel del Gobierno es asegurar la existencia de
intereses diversos, y que cada quien haga lo que le da la gana dentro de la
ley. Ellos propugnan que el Estado total debe trazar el destino y los fines de
cada ciudadano, y obligarlo a cumplirlos, como un padrastro dominador que
establece el bien y el mal. Si alguien quiere dedicarse al comercio o la
producción, tiene que pedir permiso y un burócrata malencarado y corrupto
determinará qué puede hacer y qué no. Las revoluciones avanzan hasta el máximo
de control sobre los seres humanos, y con sus roñosos argumentos llegan a
determinar cuáles son las necesidades a las que cada quien tiene derecho. Por
qué alguien va a viajar, si los dólares o euros los necesita la revolución para
armas. Por qué alguien puede ver las pe- lículas que están en la cartelera
global o televisión por cable, si en la construcción de la nueva vida esos son
aspavientos "del capitalismo".
Por
qué alguien va a comer carne, si otros no lo hacen, o por qué va a comprar
cuatro kilos de harina, preguntas tramposas, ni siquiera en países
desarrollados, sino en Colombia, Perú, Panamá, Ecuador o Chile, ya sociedades
de abundancia.
Vienen con el contragolpe a las "guarimbas" porque necesitan violencia y polarización para profundizar la revolución, encubrir el alza de la gasolina y la tarjeta de abastecimiento seguro, como llaman en su neolengua esta síntesis de humillación, derroche, incapacidad. Por eso detienen a los alcaldes Ceballos y Scarano. Producen "guarimbas" para continuar su discurso cínico mientras depauperan masivamente y los arribistas revolucionarios se convierten en oligarcas. En una triste foto Fidel Castro devora langostas con un ministro francés socialista, en pleno "período especial", al tiempo que los cubanos desayunaban té de concha de plátano seca.
Carlos
Raul Hernandez
carlosraulhernandez@gmail.com
@carlosraulher
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