“Me
parece que la libertad de imprenta, que tanto nos ha molestado con su amarga
censura, al fin nos ha de servir de triunfo”
Simón Bolívar”
Nunca antes en la historia, Venezuela había
atravesado un caos tan profundo, que lo
sume en una dolorosa tragedia. Un país en el que entre otras cosas, la corrupción se ha
convertido en un virus mortal que está desarticulando todas las arterias
vitales que sustentan su estructura social, así como son los principios éticos
y espirituales, los valores morales y cívicos, que constituyen el pedestal
sagrado que alimenta e impulsa su civismo, desarrollo y grandeza. Todo está siendo destruido por falta de una
coherente política administrativa de los recursos, tanto económicos como
humanos, amén de la imperturbable posición de Maduro, responsable de la
dirección del Estado, quien ha permitido que la clase corrompida hasta la
médula cual fístula repugnante que se extiende desde la cabeza hasta los pies,
no haya sido extirpada y controlada en
su acción devastadora.
El actual inquilino de Miraflores, heredero
del difunto que nos sumió en la más espantosa y cruel página de la historia, ha
demostrado desde que asumió el poder, su incapacidad y desconocimiento de lo
que significa gobernar un país, ello aunado a su terca renuencia para
rectificar los errores causantes de la debacle económica y la descomposición
social, que con sus tentáculos está tiñendo de sangre los caminos de la Patria,
y cubriendo de dolor y lágrimas los hogares de muchas familias venezolanas. El
doloroso saldo de su represión con los estudiantes que tienen el derecho
constitucional de manifestar como cualquier otro ciudadano, y así lo contempla
la propia Constitución, no es sino una
evidente muestra de su soberbia actitud que desdice del talante de un verdadero
demócrata, pues lejos de conciliar incita al odio, la violencia, el desprecio,
la humillación, y amenaza a sus adversarios a los que califica groseramente con
encendido lenguaje callejero, que dista mucho del de un Jefe de Estado.
Los recientes hechos ocurridos el pasado
miércoles, en los que perdieron la vida dos estudiantes y un miembro del
colectivo del 23 de enero, defensor a ultranza del régimen, evidencia la poca
catadura democrática de la que Maduro presume y se jacta públicamente en sus
fastidiosas cadenas televisivas que a diario atormentan al venezolano. Y no es
sino una demostración poco convincente, pese a la cobertura mediática que tiene
de los medios oficiales (televisión, radio y periódicos), pues esa monserga
solo convence a quienes les corresponden sus favores políticos con aplausos y
sonrisas forzadas, en los lugares donde caprichosamente encadena al país.
Y es que Maduro no se ha dado tiempo para
gobernar , si es que así lo podemos denominar su pasantía por el Palacio de
Misia Jacinta, porque siempre está ocupado más en su función como dirigente del
PSUV, que de Jefe de Estado, que le queda muy grande por cierto, pues muestra
una enfermiza y reticente actitud de combatir al enemigo oculto, que
supuestamente pretende darle un golpe de
estado y liquidarlo físicamente, a ese enemigo que le hace vomitar y desvariar
cada vez que lo nombra, llámese Estados Unidos o sus acérrimos adversarios
políticos de la oposición, lacayos como
los llama, y en lugar de apagar el fuego de la indignación popular que el mismo
suscita por falta de un programa de gobierno, serio y responsable, se ahoga en
el estercolero de sus palabras muchas de ellas transgredidas gramaticalmente.
Esta laxitud suya es la causante directa de
la profundización de la crisis económica y en consecuencia del incremento de la
delincuencia, así como de la impunidad ante los brotes de terrorismo y crimen
que afectan gravemente la seguridad y tranquilidad ciudadana, como jamás había
registrado en su historia el país.
En definitiva, la vida de las familias
venezolanas se está convirtiendo en una verdadera pesadilla y la indignación
está subiendo hasta niveles que pueden ser irreversibles. El país con todo su
entorno político y social se halla en el despeñadero del abismo. Este proceso de
destrucción apocalíptica del país no puede continuar. Chávez no quiso entender
su función como primer magistrado de la nación, y Maduro menos, pues de haber
asumido con la responsabilidad del caso el compromiso de gobernar, se hubiese
evitado que naufrague el país en la turbulencia de la iniquidad y la
descomposición social.
Maduro olvidó que su más alto compromiso no
es con la tan cacareada y mal llamada revolución bolivariana del siglo XXI, por
cierto descalificada por sesudos políticos y estudiosos analistas
internacionales, sino con el colectivo nacional anhelante de la paz y
tranquilidad de la que siempre ha disfrutado Venezuela.
¿Qué pretende Maduro al violentar el derecho
de los venezolanos de estar debidamente informados?. ¿Qué no se entere el pueblo
de las tropelías, abusos, corrupción, inseguridad, desempleo, nepotismo, falta
de alimentos y medicinas, crisis hospitalaria, y una retahíla de dolorosos
episodios que quebrantan física, anímica y moralmente a quienes habitamos en
esta hermosa y hoy sufrida Patria?.
Comete uno de los más graves errores. La
libertad de expresión, es la más hermosa diadema que exhibe con orgullo una
nación, en la que los derechos humanos permiten a sus ciudadanos exhibir
altivamente su gentilicio.
Miembro
fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
careduagui@yahoo.com //
@_toquedediana
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