Se nos escapan las cuestiones obvias. Al gran
escritor y humorista inglés Gilbert Chesterton se le ocurrió decir que si miras
una cosa novecientos noventa y nueve veces estás a salvo, pero si la miras la
vez mil corres el horrendo peligro de verla por primera vez.
EL PIANO SE TOCA CON LOS 10 DEDOS |
Cuando se le carga en exceso la mano a la MUD
reprochándole que solo sabe dirigir elecciones se pasa por alto que ese
organismo fue diseñado exactamente para eso, para dirigir elecciones y
esmerarse en encontrar la manera de resolver la cuadratura del círculo: unir
todas las corrientes opositoras a fin de impedir que fueran trituradas por la
máquina ventajista de un gobierno inescrupuloso. Lo mejor es que esas
corrientes divergen en la totalidad de los asuntos, menos en uno: la necesidad
de derrotar el modelo autocrático que les impide seguir debatiendo sin peligro
de parar en la cárcel o ser perseguidos.
Y eso en Venezuela no podía ni puede lograrse
sin derrotar al actual gobierno y restablecer el libre juego de opiniones en el
marco de una democracia más o menos confiable. El pluralismo y la diversidad
son la fuerza, no la debilidad de la democracia siempre que se sobreponga lo
que une por sobre lo que separa. Era la misión de la MUD y sería bien mezquino
no admitir que su desempeño fue francamente bueno.
Pero pasadas las elecciones y a sabiendas de
que no habrá otras sino dentro de dos años, la MUD sencillamente no está
habilitada para dirigir el hervidero económico social que calienta las
impaciencias de la mayoría de los venezolanos. Su estructura plural no le da
para eso.
Reprocharle que no se ocupe sino de
elecciones, es como molestarse porque un chef de alta cocina se dedique
exclusivamente a sus especialidades culinarias olvidando las restantes
necesidades del país, como por ejemplo la dirección de los trabajadores de
Guayana o del movimiento universitario.
Ahora se trata de solidarizarse con las
protestas legítimas que se extienden por el país y que con más razón lo
seguirán haciendo a lo largo de 2014, un año crítico como pocos en el largo
pasado. Eso hace obligante la reformulación, lo que a su vez pasa por
preguntarse como ejercer funciones de dirección y preservar la carísima unidad,
en un ambiente de liderazgos múltiples, vinculados orgánicamente a cada uno de
los sectores que reclaman con los puños en alto la satisfacción de sus
necesidades. Ese es el verdadero reto y la materia candente a ser resuelta.
Lo mejor es el ensayo y el error. Para
decirlo como Mao Zedong a días de su victoria, cuando aún no se había
encanallado en el poder: ¡Qué florezcan mil flores!¡Que compitan cien escuelas
filosóficas!
Que líderes de distinta procedencia salgan a
la palestra no solo no es malo, sino que es excelente. Lo ingenuo es
contraponer propuestas en el plano del maniqueísmo: tú o yo, lo mío y no lo
tuyo, salir a la calle y no dialogar o dialogar y quedarse en su casa. Esas son
disyuntivas falsas y sin sentido.
El diálogo generalmente favorecerá a la
democracia y perjudicará a los autócratas, siempre que transcurra sin candidez.
Salir a la calle no supone rechazar el diálogo. Los actos emanados de
dirigentes con opción y aspiraciones no tienen por qué excluirse o entenderse
como verdades absolutas. La lucha democrática es en todos los territorios y con
plenitud de formas legales; se da en espacios variados sin que la selección de
unas implique retirar las demás.
El diálogo le quema las manos a un gobierno
por principio negado a propiciarlo. Y si apela a él con el deseo de
desnaturalizarlo perderá en el país y en el seno de su propio movimiento, como
por lo demás ya está ocurriendo.
Los actos públicos de protesta o animados por
el deseo de ampliar las dimensiones del debate son excelentes siempre que no
pretendan erigirse en soluciones únicas. Salir a la calle es pues una buena
–pero no única- táctica
Pero entendamos lo obvio. Hacer actos
públicos no equivale a dirigir procesos sociales. En Guayana o en el área
petrolera los trabajadores ya tienen sus propios líderes y no sería cosa de que
una parte de la MUD pretendiera asumir la dirección de esos trabajadores y la
otra se dedicara a convocarlos a actos públicos.
En las Universidades, igual. En el área
educativa los padres y representantes, junto a maestros, directores,
estudiantes y federaciones magisteriales han consolidado, al calor de luchas
constantes, un movimiento ejemplar, respetado y poderoso como pocos, armado de
programas y líneas para desarrollarlo. En su conjunto respetan a la MUD y
también a los dirigentes que se presentan juntos a exponer otros criterios,
pero no le entregarán la dirección a nadie.
Todos esos procesos deben ir más allá de sus
fronteras, deben alcanzar unidad de objetivos y esa es la nueva sustancia de la
unidad. En su reformulación, la dirigencia opositora ha de respetar a los
líderes emanados de las contiendas parciales. Hay que ayudarlos, potenciar la
unidad y buscarla con ellos. Se debe ayudar, relacionar, procurar claridad. Es
una tutoría.
La amplísima variedad de causas y corrientes
opositoras aconseja combatir unidos en cada pulgada de terreno y participar sin
abstenerse nunca. Porque aparte del célebre Concierto de Maurice Ravel para la
mano izquierda, el piano en realidad debe tocarse con los diez dedos y las dos
manos. El todo es que emane una sola melodía, la melodía de la unidad, la
melodía de la democracia.
@AmericoMartin
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