Esta epoca de fin de año, llena de resonancia espiritual y religiosa, es
propicia para el trato amigable, la actitud generosa y la reconciliación. Ello
se manifiesta en los ámbitos de la vida privada y en el espacio más abierto de
las relaciones familiares. Son días de reflexión, regocijo y definición de
nuevos buenos propósitos.También la vida pública suele adquirir un cierto sogiego, incluso en
actividades sociales tan ordinariamente agresivas como la política y la guerra.
En la una y la otra, que son dos formas distintas de competencia por el poder, la navidad se asocia a
oportunidad para el encuentro civilizado entre los contendores o para el cese
de la refriega bélica.
Sin muchas luces ni arbolitos de navidad, con pocos estrenos de gaitas y
un compensatorio CD de aguinaldos de Gaélica,
en medio de un anémico clima festivo, el espírtu de la navidad se asomó
vagamente con la invitación del gobierno nacional a los Alcaldes electos con la
tarjeta de la MUD. Una iniciativa que
vale mucho, al margen de la desconfianza que hace saltar a los picados
de culebra ante tan sorpresivo bejuco.
Su importancia es directamente proporcional a la evaluación que tengamos
sobre los efectos nocivos que cultural y socialmente ha provocado la más
enconada división de nuestra sociedad desde la Guerra Federal.
El choque de las
emociones comenzó por destruír amistades, separar familias y puso un cuchillo entre
los dientes a gente de ordinario tranquila, trasmutada en ardorosos defensores
de una concepción unilateral de la patria.
Un conflicto en torno a ella que se
ha trasvasado a otros comportamientos y que ha terminado por desconyuntar a la
sociedad, pues cada quien jala para su versión sin admitir que puedan tener y
hacer que coexistan democráticamente, divergentes visiones sobre lo que es hoy
y lo que debe ser mañana la casa común que termina por ser toda patria.
En medio de la tregua algunos, que ven los resultados electorales como
su botella media llena, buscan estímulos ideológicos para mantener encendido su
volcán de odios. Pero a quienes fuimos a votar en contraposición a las
políticas del Estado nos corresponde, porque nos jugamos la vigencia de la
pluralidad que defendemos, asumir el diálogo con disposición activa y
constructiva. No sólo para buscar un área de convenimientos mínimos entre el
gobierno y la Alcaldías, sino para tender la mano a los otros millones de
venezolanos que dieron su respaldo a los candidatos propuestos por el PSUV.
Para encontrarnos con ellos es importante aceptar lo que hay de verdad
en sus razones y en sus demandas. Tal
vez aprendiendo a oirlos y a manejar positivamente nuestras discrepancias
podamos entender por qué nuestra botella, a la luz de los comicios municipales,
está otra vez medio vacía.
No hay que disculparse por dialogar. Todos los que quieran, desde el
progresismo, trabajar por la unión entre los venezolanos tienen que hacer política
sin dejarse llevar a ejercerla como un sucedáneo de la guerra, donde el que
piensa distinto es tenido por traidor y enemigo. Dialogamos porque no validams
el apartheid hacia los que defienden el proceso revolucionario y porque la
unidad nacional es un bien público necesario para evitar que el país se vaya a
pique. Dialogamos porque los venezolanos rojos rojitos, tengan o no el
gobierno, son y serán importantes para
asegurar el bienestar político y social
de todos. Así que, ¿por qué temer el diálogo y las posibilidades de empeños
comunes que tanto hemos exigido?
Lo más importante es que la sensación de que seguir la peleadera es arar
en el mar, es compartida cada vez por mayor número de venezolanos en uno y otro
lado. La existencia de radicales, también en uno y otro lado, aporta el
señalamiento y el debate sobre objetivos máximos; pero siempre arrastra el
inconveniente de apelar a medios inviables o que sencillamente conducen
precipitadamente a aislarse de la mayoría. Pero los radicales son
consustanciales a la diversidad y hay que confrontarse dialogalmente también
con ellos.
Nada perdemos en dedicar estos días festivos a sembrar entre nuestros
amigos, de allá y de acá, las semillas del pluralismo y de la reconciliación.
Hacerlo con la confianza de que habrán de venir tiempos de regocijo compartido
y de mayores coincidencias desde proyectos políticos obligados a competir por
un modelo de bienestar sin abandonar la sabrosa experiencia humana de la
convivencia. Hacerlo, sobre todo, porque el 2014 se nos viene encima con rostro
duro y amenazas de resaca.
Simon
García
simongar48@gmail.com
@garciasim
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