En el enciclopédico estudio sobre Magia y
Religión, La Rama Dorada, el profesor J.G. Frazier desarrolla con lujo de
detalles y ejemplos multiculturales cómo, en la historia de la humanidad, las
prácticas mágicas antecedieron por mucho a las religiones.
El hombre primitivo
percibía cómo en la naturaleza un evento seguía al otro, independiente de
ninguna intervención personal o divina; el brujo creía que a las mismas causas
le precedían invariablemente los mismos efectos, a la noche le precedía el
amanecer, al trueno el relámpago, al invierno la primavera, a la preñez de la
mujer el alumbramiento de una criatura, pero toda creencia mágica parte de dos
errores del pensamiento, el primero es un error en la asociación de eventos
similares, que produce lo que Frazier llama Magia Homeopática, el otro es el
error en asociar eventos contiguos, que genera la Magia Contagiosa.
La magia homeopática es la que desarrolla el
vudú, por ejemplo, el crear figuras que representan a una persona, y al hacer
daño a la figura se espera, por medio de los ritos adecuados, hacérselos a la
persona real, es decir, manipulando una representación del objeto o sujeto, por
medio de la imitación, se logra, por efecto de un conjuro, afectarlo en la
realidad, es lo que hacían los cazadores pintando los animales en las cuevas, o
llevando en los collares garras de osos y tigres como amuletos para protección
del ataque de esas bestias.
La Magia, por contagio, presume que las cosas
que estuvieron juntas, una vez separadas, pueden afectarse sin importar la
distancia o el tiempo, cortes de pelo o de uñas se usan para influenciar la
voluntad de las personas a las que les pertenecen, el arma con la que se hirió
el enemigo puede ser usada para mejorar o empeorar la herida infligida, quemar
ropa del ser amado puede hacer variar su sentimiento hacia nosotros, los
seguidores de Pitágoras creían en borrar de la cama las marcas de sus cuerpos
después de dormir, pues pudieran ser usados para hacerles mal.
Frazier argumenta que todos los pueblos
primitivos practicaban la magia, aún aquellos que hacían elaborados ritos y
brindaban sacrificios a sus ídolos; estas prácticas y creencias fueron las bases
para el próximo salto evolutivo en la cultura, la religión.
La religión es un avance cualitativo en la
percepción del mundo, implica reconocer que el hombre no está en control ni de
la naturaleza ni de los eventos de su vida; a partir del miedo, del terror
cósmico, la inteligencia del hombre se hizo más sensible, pues pensó que hay
entes, poderes, divinidades que rigen el universo, y que existen maneras de
contactarlos, de conciliar con ellos, aplacar sus iras o complacerlos para que
intervengan y permitan que los eventos nos favorezcan.
Ya no se trata de brujos conocedores de los
secretos de la naturaleza y que por medio de ritos estrictos, de fórmulas
inmutables y sacrificios, pueden influir sobre el espíritu de las cosas, de los
eventos naturales y las personas; ahora son los sacerdotes, intermediarios
entre los dioses y los asuntos humanos, de hombres y mujeres consagrados con el
don de hablar con la divinidad.
Si bien en muchas ocasiones magia y religión
se confunden, la diferencia es clara, uno de los ejemplos que da Frazier para
ilustrar el punto llamó mi atención.
Entre los campesinos de Francia persistía la creencia, hasta principios
del siglo pasado, de algunos poderes sobrenaturales que atribuían a los sacerdotes
católicos asignados como párrocos en sus comunidades, como el de llamar la
lluvia en tiempos de sequía o desviar las tormentas, al igual que ciertas
oraciones y ritos secretos.
En la Provenza, creían en una Misa llamada
Saint Sécaire, que era especialmente contratada por personas que querían
vengarse de otras, oficiarla era un pecado sólo perdonable por el Papa. Se
celebraba en una iglesia en ruinas y sobre un altar des-consagrado, la misa
empezaba a las once de la noche, el sacerdote la iniciaba murmurándola de atrás
para adelante y tenía que finalizarla justo a la media noche; cuando hace la
señal de la cruz, lo hace sobre una cruz en el piso y con el pié izquierdo,
consagra agua de un pozo donde se ha sumergido un niño sin bautizar, el
resultado era que aquel por quien la misa se ha dicho, empezaba a “secarse”
lentamente hasta morir, sin que los médicos pudieran determinar su mal y hacer
algo para salvarle.
Frazier hace una importante observación, que
después pude confirmar con diversos autores que estudian la historia de la
ciencia, y se trata precisamente del paralelismo que existe entre la magia y la
ciencia. El origen de la ciencia se
encuentra en la magia (no en la religión).
Ambas buscan el conocimiento con la detallada
observación de los procesos naturales, de la cadena de causalidades y sus
efectos, pero según Frazier: “El error fatal de la magia se encuentra no en
asumir que la secuencia de eventos están determinados por una ley, sino en la
total incomprensión de la naturaleza de las leyes particulares que gobiernan
esas secuencias.”
La religión se separa radicalmente, tanto de
la ciencia como de la magia, al interponer un elemento sobrenatural para
explicar el mundo, pero fuera de esto, la religión sólo es posible cuando la
mente humana se repliega y acepta humildemente su limitado lugar en el
universo, cuando el hombre se da cuenta de que las brujerías no sirven, de que
hay otras razones para que las cosas sucedan que trascienden los hechizos,
amuletos y encantamientos; cuando se pierde esa falsa seguridad que otorga la
magia y se entra en las dudas y las grandes preguntas metafísicas, es cuando se
da pie al desarrollo de la espiritualidad y de las preguntas fundamentales que
marcan el espíritu humano.
La magia fue también la génesis de la
filosofía, ya decía Diógenes Laercio, en su Vida de los filósofos más ilustres:
“Dicen que los gimnosofistas y los druidas filosofaron, por enigmas y
sentencias, que se ha de adorar a Dios, que a nadie se ha de hacer daño y que
se ha de ejercitar la fortaleza…dicen que los magos tratan mucho de la
justicia… que ejercitan las adivinaciones y predicciones, y dicen que se les
aparecen los dioses… Visten de blanco, duermen en tierra, comen hierbas… llevan
una caña por báculo, y en su extremo ponen un queso y se lo van comiendo.”-
saulgodoy@gmail.com
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