Ya
Venezuela y Cuba no marchan en la misma dirección. Así lo escribe Américo
Martín en las últimas páginas de Huracán sobre el Caribe (UCAB, 2013) cuando
contrasta la persistencia del impulso estatizador del régimen venezolano con
las reformas “desestatizadoras” de la economía que de modo lento e ineficaz ha
echado a andar el sucesor de Fidel Castro.
Eso no niega, como lo escribe quien
ha estudiado y vivido muy de cerca los viejos y nuevos cruces en las historias de
los dos países, que en ambos se mantenga la hostilidad hacia el pluralismo
político y que los dos estén “en el umbral de una era de dificultades que
pueden llegar a ser inmanejables”.
A
esas consideraciones finales nos conducen con peculiar fluidez, entre las
precisiones y los juicios que se puede permitir el buen conocedor, los quince
capítulos de este libro. Sus páginas atraviesan las tramas que rodearon la
salida de Fidel Castro y el ascenso de su hermano Raúl al poder sobre una
economía en ruinas. Entre uno y otro, la consigna “patria o muerte” se
transformó en “ahorro o muerte”.
Para
comprender el origen del derrumbe, reiteradamente atribuido al bloqueo, esta
lectura ilumina otros problemas de fondo. Por una parte, el pobre
aprovechamiento de los cuantiosos subsidios –soviético por treinta años y
venezolano, que se acerca a los quince– para hacer productiva la economía de la
isla. Y, detrás de esa dependencia crónica, la figura de Fidel Castro; como nos
dice Américo Martín: “Invencible en el arte de hacer promesas infladas”,
siempre inclinado a “convertir decisiones económicas importantes en grandes
jornadas propagandísticas” cargadas de militarismo y cada vez más temeroso de
una “perestroika” en Cuba, de que la revolución no fuera irreversible, como había
hecho acuñar en la Constitución.
Con
signos inocultables del derrumbe, después del auge y la caída de varios
“delfines”, el poder pasó a manos del menos viejo de los Castro, ya
octogenario. Manos abiertas para los inversionistas y entreabiertas para algunos
gestos políticamente apaciguadores, como las consultas para preparar los
“Lineamientos de la política económica y social” entre 2010 y 2011 y la
liberación de presos políticos en entendimiento con la Iglesia, hasta cierto
punto y momento. Porque en materia de reformas políticas el puño se mantiene
bien cerrado.
La
lectura de Huracán sobre el Caribe asoma interesantes preguntas sobre la
transición cubana, a cargo del mejor representante de la vieja guardia, que ha
hablado de “cambiar la paralizante mentalidad excesivamente conservadora” pero
que ha colocado en primera línea a contemporáneos suyos –entre otros, Ramiro
Valdés– vinculados a la represión del “quinquenio gris”, tan benignamente
bautizado. A la vez, es visible la incorporación de cuadros emergentes cercanos
a Raúl Castro sometidos a escrutinio para el relevo, como es el caso del
vicepresidente Manuel Díaz-Canel. Otra pregunta, sobre la que Américo Martín
nos ofrece su perspectiva, se refiere al impacto social y político de las
reformas, no obstante su lento ritmo y muy limitado alcance, sobre un país
tremendamente empobrecido.
Al volver sobre las primeras líneas de estos comentarios no es difícil concluir que incluso frente a la Cuba que se caracteriza en Huracán sobre el Caribe, el régimen venezolano –tan atado a la Venecuba de Hugo Chávez y Fidel Castro– se nos presenta estancado en el derrumbe y empeñado en hacerlo irreversible.
ecardozo@neblina.reacciun.ve
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