Una
vez más uso mi pluma para hacer un llamado, a quienes están en posición de
autoridad, por la compasión en nuestra nación.
Muchos dirán que es algo
totalmente infructuoso, como lo ha sido en el pasado; sin embargo, soy del
pensamiento que debemos cumplir con nuestro deber y nunca dejar pasar las
inspiraciones del corazón.
A pesar de tropezarnos con una muralla cada vez que
pedimos compasión, el intento se convierte en una oportunidad de rectificación
para quienes obstinadamente han endurecido su posición. Quizá, de esta manera,
un día ellos también puedan ser objeto de misericordia; si su soberbia les deja
recordar que la Tierra gira, que absolutamente todos los seres humanos algún
día, en algún momento, necesitaremos de la compasión de otros, de la compasión
de Dios.
Como
ciudadana venezolana, como portadora del derecho a expresar mis opiniones
decente y libremente, hoy dirijo mis palabras, con respeto a Ud. Sr. Nicolás
Maduro. De manera generosa Ud., ha ofrecido asilo al Sr. Edward Snowden; de
acuerdo a sus palabras, entendemos que Ud. considera al Sr. Snowden un perseguido
del gobierno de Estados Unidos de América, y como una medida humanitaria Ud. le
abre las puertas de nuestra casa a dicho individuo. Solo Dios y Ud. conocen las
motivaciones de su corazón. Quizá, Ud. es un hombre de principios morales, de
ética, que se compadece de un muchacho de 30 años que anda dando vueltas por el
mundo buscando un refugio.
No
es que seamos indiferentes a las terribles circunstancias que atraviesa el
exagente de la CIA, sino que simplemente no entendemos tanta bondad para con un
desconocido mientras se priva de los derechos humanos más esenciales a gente de
nuestra propia casa. Son unos cuantos los venezolanos exiliados que quisieran
regresar a su patria. También son otros tantos a quienes la vida se les va
extinguiendo tras los barrotes, a quienes la debilitada justicia practicada en
Venezuela los ha condenado, no por razón de las leyes, sino por la razón de un
corazón endurecido que buscó mostrar la intransigencia de su poder
ejemplarizándolo en casos como el de Iván Simonovis. Razón que Ud. y su
gobierno Sr. Maduro siguen izando como causa justa, a pesar de que el país
entero conoce y entiende las irregularidades cometidas en el proceso de este
caso.
Tal
cual se lo expresé al presidente Chávez, nuevamente hoy levanto mi voz, levanto
la luz que enciende el hambre y sed de justicia. La compasión, Sr. Maduro, es
esa capacidad que tiene el ser humano de sentirse tan vulnerable como
cualquiera de sus semejantes en desgracia, la cual despierta el deseo de
aliviar la pena o reducir el sufrimiento en quien lo padece. Indudablemente,
Ud. ha sentido esa compasión por Snowden, pero recuerde que realmente somos lo
que hacemos en nuestra propia casa, con nuestra propia gente. Parece difícil
sentir compasión por alguien ajeno si antes no hemos practicado esta virtud con
los hermanos que viven bajo el mismo techo.
Solo
unos pocos, Sr. Maduro, tienen el
privilegio de ocupar una posición de poder en la que su palabra dada en un
esquema de autoridad se convierte en hechos palpables. Recuerde al centurión
romano, aquel que le pidió a Jesús que sanara a su siervo: "Señor, no te
molestes en venir, porque no soy digno de que Tú entres bajo mi techo; por eso
ni siquiera me consideré digno de ir a Ti, tan sólo dí la palabra y mi siervo
será sanado. Pues yo también soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados
bajo mis órdenes; y digo a éste: 'Ve', y va; y a otro: 'Ven', y viene; y a mi
siervo: 'Haz esto', y lo hace" (Lc.7:5-8). Un ejemplo que nos ilustra
claramente el principio de autoridad. Alguien que sabe que está en una posición
de poder para dar órdenes que se convierten en realidades, y al mismo tiempo,
sabe reconocer la autoridad sobre él.
Reconozcamos
que por encima de cualquier autoridad y poder está el de Dios, el verdadero
Supremo. Recuerde que la práctica constante del poder sin compasión va
transformando al ser humano en una suerte de escorpión, empañando las
posibilidades infinitas de bien que podrían resultar del ejercicio compasivo en
la administración del poder, impidiendo la restitución de las grandes grietas
que tiene la justicia humana. Solo cuando miramos a Dios, cuando consideramos
nuestra vulnerabilidad, cuando analizamos atentamente los imposibles que el
poder no puede resolver; solo entonces, nos damos cuenta que no hay autoridad
en esta Tierra que pueda cambiar la sentencia de la mano de Dios sobre la vida
de un hombre. Así pues, Sr. Maduro, haga el bien que tiene en su mano hacer,
mientras es el tiempo para hacerlo. Quizá su compasión será tomada en cuenta a
la hora de lo inesperado que inexorablemente nos llega a todos.
¡Señor,
ten piedad!
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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