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martes, 16 de julio de 2013

ROSALÍA MOROS DE BORREGALES, ¡TENGA PIEDAD, SR. MADURO!

Una vez más uso mi pluma para hacer un llamado, a quienes están en posición de autoridad, por la compasión en nuestra nación. 

Muchos dirán que es algo totalmente infructuoso, como lo ha sido en el pasado; sin embargo, soy del pensamiento que debemos cumplir con nuestro deber y nunca dejar pasar las inspiraciones del corazón. 

A pesar de tropezarnos con una muralla cada vez que pedimos compasión, el intento se convierte en una oportunidad de rectificación para quienes obstinadamente han endurecido su posición. Quizá, de esta manera, un día ellos también puedan ser objeto de misericordia; si su soberbia les deja recordar que la Tierra gira, que absolutamente todos los seres humanos algún día, en algún momento, necesitaremos de la compasión de otros, de la compasión de Dios.

Como ciudadana venezolana, como portadora del derecho a expresar mis opiniones decente y libremente, hoy dirijo mis palabras, con respeto a Ud. Sr. Nicolás Maduro. De manera generosa Ud., ha ofrecido asilo al Sr. Edward Snowden; de acuerdo a sus palabras, entendemos que Ud. considera al Sr. Snowden un perseguido del gobierno de Estados Unidos de América, y como una medida humanitaria Ud. le abre las puertas de nuestra casa a dicho individuo. Solo Dios y Ud. conocen las motivaciones de su corazón. Quizá, Ud. es un hombre de principios morales, de ética, que se compadece de un muchacho de 30 años que anda dando vueltas por el mundo buscando un refugio.

No es que seamos indiferentes a las terribles circunstancias que atraviesa el exagente de la CIA, sino que simplemente no entendemos tanta bondad para con un desconocido mientras se priva de los derechos humanos más esenciales a gente de nuestra propia casa. Son unos cuantos los venezolanos exiliados que quisieran regresar a su patria. También son otros tantos a quienes la vida se les va extinguiendo tras los barrotes, a quienes la debilitada justicia practicada en Venezuela los ha condenado, no por razón de las leyes, sino por la razón de un corazón endurecido que buscó mostrar la intransigencia de su poder ejemplarizándolo en casos como el de Iván Simonovis. Razón que Ud. y su gobierno Sr. Maduro siguen izando como causa justa, a pesar de que el país entero conoce y entiende las irregularidades cometidas en el proceso de este caso.

Tal cual se lo expresé al presidente Chávez, nuevamente hoy levanto mi voz, levanto la luz que enciende el hambre y sed de justicia. La compasión, Sr. Maduro, es esa capacidad que tiene el ser humano de sentirse tan vulnerable como cualquiera de sus semejantes en desgracia, la cual despierta el deseo de aliviar la pena o reducir el sufrimiento en quien lo padece. Indudablemente, Ud. ha sentido esa compasión por Snowden, pero recuerde que realmente somos lo que hacemos en nuestra propia casa, con nuestra propia gente. Parece difícil sentir compasión por alguien ajeno si antes no hemos practicado esta virtud con los hermanos que viven bajo el mismo techo.

Solo unos pocos, Sr. Maduro,  tienen el privilegio de ocupar una posición de poder en la que su palabra dada en un esquema de autoridad se convierte en hechos palpables. Recuerde al centurión romano, aquel que le pidió a Jesús que sanara a su siervo: "Señor, no te molestes en venir, porque no soy digno de que Tú entres bajo mi techo; por eso ni siquiera me consideré digno de ir a Ti, tan sólo dí la palabra y mi siervo será sanado. Pues yo también soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: 'Ve', y va; y a otro: 'Ven', y viene; y a mi siervo: 'Haz esto', y lo hace" (Lc.7:5-8). Un ejemplo que nos ilustra claramente el principio de autoridad. Alguien que sabe que está en una posición de poder para dar órdenes que se convierten en realidades, y al mismo tiempo, sabe reconocer la autoridad sobre él.

Reconozcamos que por encima de cualquier autoridad y poder está el de Dios, el verdadero Supremo. Recuerde que la práctica constante del poder sin compasión va transformando al ser humano en una suerte de escorpión, empañando las posibilidades infinitas de bien que podrían resultar del ejercicio compasivo en la administración del poder, impidiendo la restitución de las grandes grietas que tiene la justicia humana. Solo cuando miramos a Dios, cuando consideramos nuestra vulnerabilidad, cuando analizamos atentamente los imposibles que el poder no puede resolver; solo entonces, nos damos cuenta que no hay autoridad en esta Tierra que pueda cambiar la sentencia de la mano de Dios sobre la vida de un hombre. Así pues, Sr. Maduro, haga el bien que tiene en su mano hacer, mientras es el tiempo para hacerlo. Quizá su compasión será tomada en cuenta a la hora de lo inesperado que inexorablemente nos llega a todos.

¡Señor, ten piedad!

rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB

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