Quienes creen en Dios y desean preservar su
fe deben discernir entre la dignidad, la verdad y el amor de la indignidad, la
mentira y el odio disfrazados de dignidad, verdad y amor.
Un contexto totalitario comunista en el que
la existencia de un grupo y su ideología depende de la extinción de cualquier
otro, requiere la desaparición de la dignidad humana, de la libertad y con ello
la desaparición de Dios en el corazón del grupo que pretende imponerse y del
que acepta la imposición. Para que esta situación llegue a plantearse es
necesario que mucho antes haya desaparecido del corazón de los hombres la
existencia de Dios-Amor.
Paulatinamente se va produciendo una
metamorfosis que nos adentra en un mundo al revés. La humanidad comienza a
desdibujarse, la gente hace cosas que en otras circunstancias jamás hubiese hecho,
la anarquía se impone mediante el ejercicio arbitrario del poder que hace
posible cualquier cosa.
Quienes no entienden que el comunismo
totalitario en la práctica es odio y mentira se dejan seducir por su discurso,
en apariencia lleno de valores que terminan siendo negados en la realidad, así
poco a poco el vaciamiento de las palabras va haciendo su efecto. La libertad
deja de serlo y se asume como libre quien renuncia a su dignidad, a su cualidad
de persona, a sus propias creencias para someterse a las que les han sido
impuestas, vendidas como propias y convenientes; el individuo y la familia dan
paso al colectivismo: visten un solo color, repiten el mismo discurso, tienen
un enemigo común y lo odian, se sienten poderosos y se regocijan con el poder y
el aplastamiento del otro. Lo justo, que cada quien reciba lo que le
corresponde, se convierte en lo contrario, pues sólo la parte privilegiada por
el régimen puede ejercer el poder, la otra parte no es sujeto de dignidad por
lo tanto no se le administra justicia.
Tampoco es concebida como digna una persona a
la que se le niega la satisfacción de sus necesidades básicas a su libre
elección mediante limitaciones impuestas, al punto de que en las que le son
asignadas accede cuando hay y el régimen se lo permite.
Como dice Constanza Espinel: “En la perdida
de la dignidad el asunto se extrema cuando se pretende llegar a la intimidad
del alma y a la relación de la persona con Dios, con su fe, el régimen
desvirtúa la esencia de la fe y pretende sustituir de manera sistemática y
constante la razón de esta fe, el Dios que es razón de trascendencia del
hombre, porque sólo se trasciende cuando a la persona le importan los otros, se
preocupa por los otros y activa por los otros; de manera que cuando la persona
que pretende sustituir a Dios se caracteriza por negar al otro, odiar al otro y
violentar al otro, manifiesta un abuso inconmensurable de irrespeto a la
dignidad del que por su carencia de formación se hace niño y por lo tanto más
débil. Ese niega a Cristo pretendiendo ser Él.
Con todo esto, en la práctica, el amor por el pueblo no es verdad y por
lo tanto está absolutamente negado para la mayoría de los que están con el
régimen y para la totalidad de los que no lo comparten.”
elmon35@gmail.com
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