“Si me das humildad,
no me quites la dignidad”. Mahatma Gandhi
Somos parte de una Sociedad conscientemente
democrática. Queremos y creemos la Democracia. Ese sistema de tomar las
decisiones “por el pueblo y para el pueblo”.
La Historia nos ha enseñado que se
ejerce por representación, por eso es “representativa” y no directa: la
sociedad somos todos, es universal, no selectiva, censataria o discriminada,
por lo que debemos ejercer el poder mediante la representación, en unos
delegados, diputados o representantes; y siempre vamos apelando al término
representativa para definir la Democracia, esa tan querida. Además, hemos
consentido en que Democracia son muchas cosas. Es el sistema que mejor defiende
el derecho de los ciudadanos, a la par que más les exige sus responsabilidades
sociales, políticas: el ciudadano actúa y acata; esa es la esencia del espíritu
democrático, y es lo que lo hace permanente como ideal a la vez que real para
la sociedad, desde que los distraídos griegos se ocuparon de repartirse las
decisiones y responsabilidades para hacerlas más comunes y entonces posibles;
luego vino el pueblo y se la impuso a los monarcas, donde los más inteligentes
la adoptaron y los más soberbios perdieron las cabezas por su insensibilidad
política e histórica. Pero esa Democracia tiene sus métodos y sus
características; no todo régimen puede acceder a su calificación. Se requieren
algunas características que respetar porque su esencia es la defensa del
ciudadano, entendido como el hombre libre que tiene garantizadas las
condiciones para ejercer plenamente su derecho a ser sujeto de la vida social y
política de su comunidad. Si el hombre no tiene garantizado el respeto de su
voluntad, es menos libre en la toma de sus decisiones, luego su acción en la
sociedad estará perturbada y no vivirá
en una democracia plena sino en un sistema alienante y alienado.
En Venezuela queremos vivir en libertad y ejercer
nuestros derechos ciudadanos para reclamar, con la fuerza de nuestra
responsabilidad, vivir de acuerdo con nuestra dignidad de seres humanos,
racionales y superiores de la creación natural. Es un derecho natural
irrenunciable y no puede sistema de gobierno alguno limitar nuestro derecho,
derecho natural.
No obstante a todo lo antes enunciado, hoy no vivimos
conforme a esas premisas. Una de las características de la Democracia es la
facultad del pueblo de elegir a sus representantes en eventos libres y justos,
bajo el patrocinio y dirección de árbitros legítimos y designados de acuerdo
con los parámetros previamente consagrados en la Ley. Esas autoridades
electorales no deben ser parciales, deben ser honestas y actuar con
independencia de otras personas y poderes. Además, son las encargadas de llevar
el registro de electores, renovarlo periódicamente, actualizarlo, y organizar
los mecanismos y métodos de la escogencia de los representantes. Todo esto debe
estar bajo el control de los electores, no se puede hacer a sus espaldas ni sin
su concurso. En Venezuela todo esto hoy no se cumple ni se respeta. Las
llamadas autoridades electorales no han sido escogidas ni designadas respetando
las pautas de la ley que rige esa materia, en nuestro caso, la Constitución
Nacional (art.296), y por consiguiente son ilegales e ilegítimas, espurias, y
su origen vicia de nulidad todos sus actos. El registro de los electores, bajo
el control de estas autoridades usurpadas, no es confiable y no está bajo el
control de los electores, como tampoco lo está el mecanismo de votación pues lo
han diseñado los usurpadores del CNE mediante el invento e implementación de un
conjunto de máquinas electrónicas que escapan a la supervisión del elector
común. El votante no puede acceder al resultado de su voto ni controlar su
destino. Lo grave de todo esto es que no es producto de la negligencia del
Estado sino el resultado de un diseño perverso, intencionalmente montado para
violentar la voluntad soberana del pueblo. Es un acabado instrumento de
sometimiento del ciudadano al poder, que a la vez se alimenta de él. Un
monstruo oficial destinado a impedir el ejercicio de la libertad política de
los ciudadanos. Un arma de la Tiranía.
Frente a este monstruo electoral se les pide a los
ciudadanos hoy que protestemos esta aberración pública votando, lo que suena
como un contrasentido, casi una manipulación de última hora. No se llama al
pueblo para que desde su foro natural, la calle, combata por sus derechos y su
libertad, sino que se le invita a someterse, una vez más, a unas autoridades
ilegítimas, permita un registro bastardo y utilice un mecanismo de votación
perverso. Nada más.
No obstante, está surgiendo con una fuerza sorpresiva
una reacción ante la iniquidad electoral descrita que rechaza a las autoridades
ilegítimas y solicita un cambio en las condiciones y procedimientos para que se
haga respetar la voluntad popular. Ese movimiento de rebeldía constructiva
exige una designación inmediata de un nuevo CNE, conforme a las pautas de la
Constitución, que revise con honestidad el REP e instale un mecanismo de
votación sin máquinas electrónicas sospechosas ¿Es esto posible hoy? Claro que
lo es, sólo tenemos que proponérnoslo como complemento a esa consigna de
“Protesta y vota”, y un ejemplo de camino a ensayar ya lo enunció el joven
dirigente Yon Goicoechea en su artículo “Votar por fe”, publicado en el diario
El Universal en su edición del 6 de noviembre pasado, y cuya esencia hago aquí
mía: Que la llamada dirección de la oposición, hoy bajo la responsabilidad del
Alcalde Mayor de Caracas, Antonio Ledezma, valiente y experimentado político,
nos llame a todos los venezolanos a una marcha hasta la sede del CNE para que
pidamos la renuncia de sus usurpadores y así permitamos que se restablezca el
orden constitucional violentado, escogiendo rectores idóneos, independientes de
los poderes e intereses en pugna. Entonces podremos votar con seguridad. Hay
que regresar a la legalidad por cualquier medio si queremos vivir en paz.
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