Ya son públicos los contactos entre Juan Manuel Santos y los actuales
jefes de las FARC para impulsar la tan ansiada pacificación. Entre la
confrontación armada y la paz, la elección es obvia. Demasiado ha sufrido el
hermano país como consecuencia de una lucha de la más variada naturaleza. No se
trata de una guerra convencional.
El factor terrorismo, las complicidades internacionales y la
intervención dominante del crimen organizado que sirve de instrumento operativo
al narcotráfico, introducen elementos imposibles de ignorar al definir la naturaleza
de las negociaciones. No desaparecerán por decreto, ni por un voluntarismo
peligroso a los efectos de alcanzar el objetivo.
Tenía razón el expresidente Álvaro Uribe al preanunciar lo que se
venía adelantando, negado por autoridades de Colombia y por voceros que
pretenden descalificarlo presentando sus planteamientos como un mezquino
desahogo en contra de Santos.
Equivocadamente acusan a Uribe de mantener una pasión personal
desbordada contra el sucesor que se alejó de las políticas que hicieron posible
su elección.
Falso y alejado de la verdad. Lo que importa no es el enfrentamiento
entre tan importantes personajes, sino la manera de derrotar al enemigo común
del pueblo de ambos.
Desde Venezuela estamos altamente preocupados, siguiendo muy de cerca,
el camino para alcanzar una paz negociada. Están frescos los fracasos de
administraciones anteriores utilizando vías e interlocutores similares. No
puede olvidarse que sigue vivo, a pesar de todo, el éxito de la política de
seguridad democrática encabezada por Uribe y ejecutada, entre otros, por el
actual presidente Santos como Ministro de la Defensa. La dinámica de estos
conflictos no es estática, puede ser hasta diabólica. Pero eso mismo obliga a
mantener una inquebrantable firmeza hasta lograr la rendición incondicional de
los narcoterroristas. Lo demás, aunque debamos preverlo, vendrá después de
comprobada la buena fe de la contraparte.
Fidel y Raúl Castro, Hugo Chávez con pasado y presente de probadas
complicidades, Piedad Córdoba y otros por el estilo, no son garantía de final
feliz. Queremos la reconciliación. También un perdón que no será fácil para
muchos colombianos y venezolanos víctimas. Pero nada de eso puede ser
incompatible con la justicia, objetivo final de quienes amando a Colombia también
sufrimos.
oalvarezpaz@gmail.com
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