“Si nuestra historia es nuestro infierno, no podemos apartar la vista de ella. Este horror no puede ser eludido sino asumido para superarlo, por los mismos que lo han vivido lúcidamente, no por los que, habiéndolo provocado, se creen con derecho a juzgarlo.” Albert Camus (El hombre rebelde).
Luego de la explosión de Amuay, la
deshonestidad oficialista busca convencernos que ellos no son culpables de la
tragedia que vive el país. Lo propio de esa tragedia es que el saliente se
enfrenta a un destino inevitable, una anunciada tragedia política.
El tiempo se
le agotó y por delante lo único realmente relevante es la venganza contra el
país por el resentimiento que le produce saber perdido el poder y será capaz de
hacernos un enorme daño antes de entregar la presidencia. En el país todos los
días suceden cosas que están ligadas con la tragedia y con la muerte, ya sea
accidental o provocada. Amuay nos demuestra, una vez más que el país está en
crisis, que requerimos un cambio político urgente o esperamos un nuevo Dante
que narre nuestra tragedia.
El chavismo es una tragedia que carcome la
moral y los principios básicos de la estabilidad, la convivencia y el bienestar
social en su afán de mantenerse en el poder y para ello recicla sus mentiras,
lo que sólo caracteriza a las dictaduras, un maquillaje ficticio para tratar de
justificar sus errores, su incapacidad y su ignorancia audaz, con sus trampas y
tramoyas pretende introducir en nuestra
sociedad sus pequeñeces humanas en perjuicio del colectivo, así “La función
debe continuar.”
Desde tiempo atrás se viene observando la
pérdida de respaldo de la mayoría del país al saliente, por ello, la táctica de
destrucción y violencia obstruccionista desplegada por los oficialistas desde
todas las instancias del poder, utilizando todos los recursos a su alcance,
confirma de manera fehaciente que se le teme al pueblo, por cuanto saben
perfectamente que solamente con la voluntad popular se deciden los destinos del
país.
Los oficialistas piensan que se puede ocultar indefinidamente la responsabilidad
del gobierno ante la desgracia del país, pero está demostrado hasta la
saciedad, que el gobierno no garantiza la supervivencia de los venezolanos, las
transgresiones oficialistas llevan a la sociedad a su desintegración y ello
constituye un acto inmoral violatorio de toda norma de convivencia pacífica.
Resquebrajada la viabilidad política del
régimen por la sospecha, la impericia y falta de razones éticas para gobernar,
el momento actual es, precisamente, la quiebra del régimen político y,
posiblemente, del mismo Estado, el clima de tragedia es irreductible y el
gobierno sólo busca llenar, de cualquier manera, su vacío político, las
tendencias apuntan una grave crisis de desestabilización. De nosotros depende
que el futuro del país no se ahogue en el aire viciado de nuestra propia
tragedia, necesitamos una avalancha de votos a favor de Capriles.
ffacchinb@gmail.com
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