El
tipo no se anda con tiquismiquis cuando de violar las normas se trata. Pero,
claro, es que desde 1999 está practicando con los artículos de la Constitución.
Que tiene práctica, pues. Por eso —sin pararle lo más mínimo a esta, ni a ley
que mandó a hacer a su medida para ponerse como grado uno idéntico al de su
mentor cubano, ni a la que norma las campañas electorales—, se mandó de ancho,
durante un acto militar, con esta perla: "Aunque les duela, la Fuerza
Armada venezolana es bolivariana, socialista y chavista y cada día lo será
más". En otra ocasión reciente nos retaba preguntando que quién le iba a
prohibir que hiciera cadenas; era una befa contra los que aún pensamos que esos
espacios deben ser usados solo en ocasiones solemnes o en las que se deba alertar
a la nación de algo inminente e importante. Y las rectoras —a quienes se les ha
ordenado que el CNE no debe pasar de ser una mera oficina para la validación de
las arbitrariedades presidenciales— siguen como el “Stayfree” que ya dejaron de
usar: “como si nada”.
La
intención de ese tipo de mensajes es clara: intimidar al adversario al hacerle
sentir que es letra muerta la norma constitucional que tipifica que la Fuerza
Armada “constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia
política” y que en el “cumplimiento de sus funciones, está al servicio
exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política
alguna”. Quiere que creamos que el estamento armado tiene propietario: él. Se
intenta que pensemos que —conociendo bien su falta de escrúpulos— no vacilará
en usarla contra nosotros cuando salga perdidoso, porque saldrá. Y se intenta
reforzar ese pensamiento con el aumento del pie de fuerza de la fulana milicia
(un exabrupto inconstitucional más) por encima de la Fuerza Armada regular. Y,
por si fuera poco el aparato violento del que dispone, se refuerza con las
bandas de motorizados que —sobre motos compradas por el gobierno, esgrimiendo
armas que debieran estar en manos de policías, y cobrando sueldos por hacer sus
tropelías— son mandadas a causar terror entre las personas que quieren
manifestar su oposición al estado de cosas. Y si, todavía fuese poco, por
aquello de que “parió la abuela”, la Fosforito hace todo lo posible por dejar
vacías las cárceles de reos violentos y mandarlos a los sitios donde gobierna
la oposición. Es que necesitan más espacio en las mazmorras para seguir
metiendo, con la connivencia de fiscales y jueces de los que gritan “¡Uh, ah!”,
a adversarios políticos que tildan de “enemigos” por el odio instilado por su
caudillo. No en balde exclamó: “¡Al enemigo, ni agua!”
Pero
se va a quedar con las ganas a pesar de los dineros malbaratados comprando
armamentos y corrompiendo a los altos mandos; a pesar de las bandas violentas
que han organizado con gente que, enceguecida por unos cuantos billetes y una
media docena de consignas, es enviada a arremeter contra quienes creemos en la
democracia, el juego limpio y la alternancia de los mandatos; a pesar de la
libertad mal otorgada a malhechores soltados para hostigar a la gente decente.
Estamos ante lo que, muy acertadamente, un escritor señalaba hace días:
“generales, pranes y tupamaros forman los elementos de la fórmula con la que el
hombre de Sabaneta pretende apagar la mecha que Capriles está encendiendo en
cada municipio del país”.
Repito,
se va a quedar con las ganas porque el día de las elecciones, sin miedo, todos
iremos a las urnas a depositar la manifestación de nuestra creencia de que el
país puede ser mejor y más eficientemente gobernado, de nuestra afirmación de
que ya basta de ese potingue de fascismo con comunismo y gomecismo que hoy
mangonea y que no ha servido sino para quebrar al país, entregárselo a
potencias extranjeras como nunca antes y hacer surgir, artificialmente,
enemistades y odios entre los venezolanos, que tan cordiales éramos.
Otrosí
gramatical
Hay
quienes incurren en errores prosódicos voluntariamente para hacer un gracejo o
darle vivacidad a una conversación. No niego que yo soy uno de ellos. De cuando
en cuando digo, “sindudamente”, aun cuando ese adverbio no existe; “me es
inverosímil”, en vez de “me es indiferente”; “a Mato Groso”, por “grosso modo”
y otras trastadas parecidas. Pero el fin de semana pasado escuché decir a un
abogado que estaba siendo entrevistado en una emisora de radio: “inclusamente”.
Con su cara muy lavada, en tono serio y dentro de una respuesta que daba a una
interrogante del moderador del programa (ahora los llaman “anclas”). Ese
adverbio a juro me dejó patidifuso, turulato. Después me dije, para volver a la
normalidad mientras manejaba, que debía ser alguien graduado en la misma
promoción de aquel rábula que decía “disulidar”.
hacheseijaspe@gmail.com
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