La globalización, independientemente de su contenido y de sus efectos, es una realidad que abarca todos los ámbitos, inclusive el jurídico.
En la formación del Derecho Internacional consuetudinario se ha aceptado la doctrina del “objetor persistente” (persistent objector). La oposición de una Estado a la creación de una costumbre internacional impediría la aplicación de la norma, a ese Estado. Ello responde a la concepción voluntarista del Derecho Internacional que hoy, frente a las nuevas realidades, cede ante una concepción objetivista en la que la voluntad de los Estados deja de ser exclusiva, en cuanto a la asunción de sus obligaciones internacionales.
La sociedad internacional evoluciona constantemente y transita hacia una comunidad que supone intereses colectivos, en base a una relación con mayores rasgos de solidaridad. Se avanza hacia la creación de un mundo global, no hay dudas. Al lado de esos cambios surgen y se fortalecen principios y normas de Derecho Interncional que adquieren, muchas de ellas, carácter imperativo; es decir, normas superiores que no pueden ser derogadas por la voluntad de los Estados, como se definen en la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, de 1969. Se forma un orden público internacional que los Estados no pueden desconocer. Los conceptos de comunidad internacional, humanidad, patrimonio común de la humanidad reflejan esa realidad.
La globalizacion caracteriza las relaciones internacionales contemporáneas. Un concepto extraño hasta finales de los 80 que surge después del período de guerra fria que enfrentó los grandes poderes y determinó la organización del mundo. La globalización, independientemente de su contenido y de sus efectos, es una realidad que abarca todos los ámbitos, inclusive el jurídico. Los Estados deben enfrentar el reto de la globalización buscando su adaptación a los intereses colectivos y a sus propias perspectivas.
Los retos de la humanidad son comunes y solamente mediante acciones conjuntas podrán ser controlados y superados. La protección del medio ambiente y el respeto pleno de los derechos humanos constituyen algunos de esos ámbitos en los que el Estado ha perdido su papel protagónico como entidad individual. La soberanía, concepto hasta hace poco absoluto, cede ante esas nuevas realidades y estas materias dejan de ser de la exclusiva competencia del Estado, pasando a ser del interés de la comunidad internacional en su conjunto que vela por sus intereses y que permite a todo Estado, incluso no directamente afectado por la violación de una de esas normas, actuar y reivindicar el derecho lesionado; una suerte de actio popularis, reconocida hoy por el Derecho Internacional.
Algunos gobernantes irresponsables y con ambiciones desmedidas ignoran esta realidad y luchan perversamente contra la corriente, creando el desorden y la anarquía, en muchos casos. Promover la violencia y el odio, practicar la discriminación y elapartheid político, emprender una carrera armamentista irracional, desconocer la progresividad de los derechos humanos, ignorar la prohibicion del uso a la fuerza o a la amenaza de ella para resolver controversias o para imponer esquemas políticos, desconocer el derecho a vivir en paz y en democracia, son actos típicos del “objetor persistente” en política internacional.
Los lineamientos de política exterior presentados por Chávez para completar sus 20 años en el poder y la política armamentista y de confrontación anunciada sin ningún rubor entre militares, asi como el desprecio por el avance de la justicia penal internacional, un logro de la comunidad internacional tras décadas de arduas negociacionesen las que Venezuela participó activa y constructivamente, anunciado por la Fiscal en dias pasados, evidencia, además de la mas pura ignorancia, la cualidad de “objetor persistente” del régimen chavista y su actitud ante los cambios y las tendencias que marcan el rumbo del mundo.
La dirigencia responsable busca el acomodo ante las realidades, promoviendo la justicia y el bien comun, el crecimiento equilibrado, la inclusión y el bienestar social. El objetor persistente en las relaciones internacionales altera el orden y la evolución de las cosas, pero no los detiene. El rumbo está marcado y en ese camino la solidaridad y la sensatez se imponen. Hoy mas vigente que nunca la afirmación del poeta bengalí Rabindranath Tagore (1861-1941) Premio Nóbel de Litetarura en 1913, “o nos salvamos juntos, o desaparecemos juntos”.
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