Los sociólogos también tenemos nuestras
palabrejas. El orden fáctico es una de ellas. Para entendernos rápidamente
decimos que se está en presencia de un orden fáctico cuando el legal o formal
no existe o, en la mayoría de los casos, cuando es laxo o muy precario.
Para el observador desprevenido el orden fáctico
luce caótico y, para quien lo ve desde la perspectiva del orden normativo al
que pertenece, ciertamente lo es. En las sociedades modernas se trata de un
orden espontáneo que aparece allí donde el Estado y sus reglas formales no
operan.
Mafias delincuenciales, submundos de
sobrevivencia, ghettos de minorías atrapadas fuera de las normas de
funcionamiento general de la sociedad (por no poder adaptarse o asimilarse a
ellas), son clásicos ejemplos de espacios sociales donde el orden fáctico es la
forma de interacción social.
El cine, los documentales y la ciencia ficción,
se nutre de estos lugares con orden social espontaneo, para desde allí, o
inspirados en lo que allí ocurre, sorprender a sus espectadores mostrando la
crudeza y la brutalidad de vivir bajo las condiciones de dicho orden.
Venezuela es cada vez más un país fáctico. Una
sociedad que comienza a "ordenar" ámbitos, que anteriormente tenían
procedimientos y lógicas formales, según normas particulares que son impuestas
por la vía de la coerción de quienes se erigen como jefes de ese espacio
abandonado por el Estado.
A estas alturas las cárceles venezolanas y las
figuras de los "pranes" es probable que le haya surgido al lector
como ejemplo emblemático de lo que es el orden que surge del más absoluto
desorden.
Pero más allá de lo que se ha convertido en
símbolo de la violencia y sus protagonistas, lo verdaderamente importante es caer
en la cuenta de que cada vez más ese orden factico va "ordenando" la
vida social del venezolano.
Lógicamente las cárceles del país son la brutal
imagen de la ausencia de Estado, amén de su imposibilidad de reconquista; pero
lo mismo ocurre en los refugios de damnificados, o en las "invasiones
permisadas" por alguna supuesta autoridad, como ocurre en la famosa Torre
Confinanzas.
Los arreglos informales terminan siendo el tipo
de procedimiento que opera fuera de nuestras casas, en puntos de control
policial o militar, en el funcionamiento de los aeropuertos, en los sistemas de
transporte masivo, paradas de buses, mercados populares, oficinas
gubernamentales y muchísimos otros espacios públicos. Incluso en la propia
cotidianidad, en el vecindario, en aquellas zonas urbanas o rurales donde la
convivencia la rige un modo particular de interacción entre los vecinos y sus
organizaciones, sean legales o no.
Nuestra vida pública se ha ido ordenando según
una forma particular, independiente al Estado, nacida al saber y entender de
quien se hizo cargo de ella por la vía de la imposición coactiva o por el
simple hecho de llenar un vacío que hasta puede llegar a agradecerse.
Por esa vía el orden social se va parcelando, las
normas que imperan para montarse en un transporte público, contratar un brasero
en el campo, reparar un vehículo accidentado o, incluso, ir a un baño en un
aeropuerto, implica el conocimiento de unas reglas que le pertenecen a los
lugareños o a los asiduos visitantes al establecimiento o espacio del que se
trate.
Si no se pertenece a la parcela de orden en
cuestión, será preso de la discrecionalidad de otros y carecerá del principio
de fiabilidad que todo persona o institución moderna requiere para poder
convivir con otros.
Bajo esos preceptos lo fiable, lo que se
considera estable, termina siendo lo local, aquello que conocemos casi de
manera tan privada como nuestras relaciones familiares.
Terminamos teniendo nuestro propio colector de
autobús, nuestro malandro de la zona, el proveedor de confianza, el vigilante
al que le entregamos el carro o los peroles del puesto en el mercado, el
aseador del baño o el chamo que se las inventa para conseguirnos saldo para el
teléfono, hielo o cerveza después de las ocho de la noche.
Esa lógica, primitiva y de sobrevivencia, tiene
un origen. No es propia del venezolano, ni de ninguna otra nacionalidad o comunidad
específica. No es el resultado de un cómodo "somos así", o la
consecuencia revolucionaria de buscar lo alternativo como algo mejor o más
humano que el establecido.
Muchísimo menos es planificado o buscado por
ninguna autoridad o proyecto político específico. La Venezuela fáctica es
producto de la incapacidad y la irresponsabilidad de un gobierno que abandonó
sus funciones, no las supo asumir, privatizó para sí lo que debió ser una
acción guiada por los intereses del colectivo, nunca entendió de que se trataba
"lo público" en una sociedad moderna y terminó permitiendo, porque no
le quedaba más remedio, su sustitución por arreglos particulares y locales.
El país fáctico que tenemos no es sino la cruda
consecuencia de una autoridad que no supo, y mucho menos sabe, que orden
imponer y, para evitar conflicto y el consecuente costo político que es lo
único que le interesa, permite que se lleguen a arreglos locales, particulares,
que obviamente terminarán siendo caóticos.
El reconocimiento público y celebrado, aplaudido
en cadena de medios públicos, de la negociación a nivel presidencial para la
resolución del conflicto de la semana pasada en la cárcel de La Planta, no es
otra cosa sino la tolerancia pública del orden fáctico, su vigencia y
mantenimiento.
Es la aceptación de que el Estado está y seguirá
ausente en múltiples ámbitos de la vida nacional y, además, que esa forma de
"arreglar" las cosas irá ganando terreno.
Que el propio presidente reconozca y le dé
estatus a un orden nacido de la ilegalidad, es algo similar a lo que en algún
momento se pidió para los grupos guerrilleros de Colombia, beligerancia y
legitimidad. Eso mismo es lo que hoy se le confiere a los que ejercen el orden
social en las cárceles y, por correlato, lo van haciendo en el resto de la vida
pública.
El reconocimiento de la Venezuela Fáctica es la
certificación del desorden y el reconocimiento de que la violencia y la
incertidumbre primitiva, será nuestro destino presente como país, a menos que
el Estado vuelva a instaurar un orden normativo que haga fiable el país para
todos los venezolanos.
lespana@ucab.edu.ve
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA
Great website. Lots of useful info here. I am sending it to several pals ans additionally sharing in delicious.
ResponderEliminarAnd obviously, thank you on your sweat!
Here is my web-site ; insurance