Con López en la presidencia, algo sí es seguro: el regreso del viejo PRI otros 70 años más. Por eso no soy ni seré 132.
La semana pasada algunos
lectores se molestaron con quien esto escribe, en razón de que afirmé que el
movimiento “yo soy 132” es pejista y con un fuerte tufo socialista. Algunos
expresaron ser miembros de dicho movimiento y no ser pejistas; otros más
afirmaron incluso ser liberales de la Escuela Austriaca.
A los socialistas
pejistas, perdón, no les respondo pues ya antes he debatido con ellos y he
comprobado en estos años que es una vil pérdida de tiempo. Sólo insultos y
descalificaciones se espera de los fans de López. Intolerantes, igual que su
ídolo de pies de barro. Por supuesto, agradezco a los bien intencionados
correos (la mayoría). A quienes no insultan y simplemente difieren de la
opinión de este analista, les muestro el mayor de mis respetos, eso es parte de
una sociedad abierta y democrática y quien esto escribe, definitivo, no es el
dueño absoluto de la verdad (sólo el Mesiánico tabasqueño se siente el dueño
absoluto de la verdad). Así que aquí no se censura a nadie, incluyendo a los
pejistas cuyo rencor y odio, definitivo, les hace más daño a ellos.
Yo no soy nadie para dudar si
algún participante de este movimiento no es seguidor del peje. Incluso me da
gusto saber que algunos de este movimiento sigan esta página (Asuntos
Capitales) y se empapen de la cultura de la libertad. De veras, lo celebro. Así
que mi posición no es ofender a nadie que se diga liberal y participe en yo soy
132.
No obstante lo anterior,
perdón, pero sean más cuidadosos, en particular si se dicen liberales, en ser
seguidores de un movimiento claramente chilango y pejista (la mayor agitación
del movimiento se ha dado en el DF; en provincia la participación es marginal,
y tal vez deje de serlo conforme más pejistas se adhieran a “a yo soy 132”).
Y tal como lo afirmé, hay
profesores “progre” detrás de dicho movimiento. Son socialistas, en particular
de la UNAM y la Ibero (algunos dan clase en ambas universidades) y
marginalmente de otras universidades privadas que condenan al “maldito
capitalismo materialista”; los “profes progre”, que pululan en el DF, han
anunciado ya su afiliación a “yo soy 132” (cualquiera puede verlo en internet o
visitar la página de yo soy 132).
El movimiento no puede menos
que simpatizar con López. En sus mítines se oyen consignas como, “muera el
neoliberalismo” (¿de veras saben qué es eso?); “apoyo total al SNTE” (¿conocen
de verdad a este gremio chupeteador del presupuesto público y obstáculo para la
modernización educativa?); “por una educación pública y gratuita” (¿sabrán que
esa es precisamente la causa de la mala educación en México?); “hay que apoyar
más al campo” (cómo se ve que no saben nada de los subsidios anuales
multimillonarios a “los campesinos”); “más becas para todos” (quitarle a unos
para darle a otros); “por una pensión universal” (¿a qué costo?, cómo se olvida
la quiebra europea); “hay que democratizar a los medios de comunicación” (¿a
los medios pejistas también?, porque entonces se puede pensar que ser pejista
es ser democrático y no, lo contrario; perdón eso es vil fascismo chavista);
“repudio total al TLC” (es propio de los socialistas rechazar el libre comercio
y ser proteccionistas, pues creen en la vieja y falaz teoría latinoamericana de
la dependencia); “no a la entrega de Pemex a los extranjeros” (o no saben
escuchar bien, pero ningún candidato propone eso); “apoyo total a “Occupy Wall
Street” (esto sí no me sorprende, la solidaridad con un movimiento también de
inspiración socialista); “extrañamos a Mario Aburto” (qué aberración mostrar
estima por un asesino); “por un alza de emergencia a los salarios” (aunque
cause espiral inflacionaria, cómo se olvida la historia); “hay que detener el
alza a las gasolinas” (¿conocerán por qué sube este precio?); vaya, hasta
universitarios de universidades privadas gritan “goya”, “goya”…
El movimiento “yo soy 132” no
es un movimiento espontáneo (tal vez sólo lo fue al inicio), no se trata del
“despertar de la juventud” y menos es “la primavera árabe”, esa que surgió para
derribar a dictadores árabes. El movimiento es ya plenamente pejista y le
querrá ayudar a López a reventar las próximas elecciones. Es un movimiento con
tufo socialista, y que se identifica con los gobiernos de inspiración marxista
de Nicaragua, Bolivia, Venezuela, Ecuador y Argentina.
Y les recuerdo algo del peje.
No, no me referiré a las múltiples sandeces que dice cuando trata temas de
economía. Me refiero a que es un charlatán e intolerante; el sólo hecho de
querer hacer creer a los mexicanos que un medio de comunicación puede imponer a
un presidente es querernos ver la cara de idiotas; ya no se acuerda que él
mismo tuvo el apoyo de las dos principales televisoras en 2006 (incluyendo el
apoyo tácito del poderoso Carlos Slim), ya no se acuerda que tenía a todos los
reflectores de los medios todos los días a las 6 de la mañana (igual que
Echeverría, dando discursos desde la madrugada), ya no se acuerda cómo varios
de los periodistas del programa “Tercer Grado” lo apoyaban abiertamente (ahora
les dice vendidos y los repudia), ya no se acuerda.
Y finalmente, su intolerancia
se refleja desde el 2006, al no querer reconocer su derrota en los comicios.
Jamás logró probar lo del fraude, y perdón, pero para cualquiera de los que
hemos participado como ciudadanos en una casilla electoral sabemos que los
intentos de fraude son minoritarios (suelen anularse por la autoridad), que los
filtros son múltiples, que políticos y ciudadanos se vigilan mutuamente, que, a
diferencia del pasado, ya no votan los muertos, ya no vota una sola persona más
de una vez, ya no se rellenan urnas, hay observadores voluntarios y el padrón
es enteramente confiable. López lo sabe y no le queda otra salida fascista que
rechazar a todas las instituciones electorales.
En Tabasco quiso el poder por
todos los medios y jamás lo logró en las urnas, así que se puso a tomar
distintas instalaciones petroleras (su consigna era que se hunda Pemex, que se
hundan los mexicanos, yo quiero todo el poder); en el DF aunque jamás probó el
tiempo de residencia que se exige para ser candidato, se puso a patalear, y el
entonces presidente Ernesto Zedillo cedió a sus chantajes y López pudo competir
(tenía miedo de que hiciera el vandalismo de Tabasco). En 2006, perdió por
pocos votos, pero perdió, y tampoco aceptó la derrota, apostó a la anulación e
hizo cerrar la avenida Reforma, con la consecuente pérdida de empleos de miles
de capitalinos.
Ahora, su nueva estrategia,
anunciar desde ya que el fraude está nuevamente listo. Reventar desde ya las
elecciones, ese es su nuevo negro rostro, como buen porro le apuesta a la
ingobernabilidad, si de conseguir el poder se trata; a López le tiene sin
cuidado si en ello se lleva a los mexicanos entre las patas. ¿Si va a haber
fraude para qué demonios participa en el proceso electoral? Que se ponga mejor
a denunciarlo, pero con pruebas en la mano, no con “papelitos” de dudosa
procedencia.
Y por favor, nadie puede medir
a la opinión pública. Pensarlo es lo más antiliberal del mundo. Las encuestas
sólo son una foto de una pequeña muestra de la realidad y su éxito depende de
qué tan bien estén diseñadas. Si un periódico (el Reforma que le daba el
triunfo en Michoacán a la hermana del Presidente Calderón hasta por dos dígitos
y, oh, sorpresa, perdió las elecciones) arma una encuesta con los capitalinos,
obvio, gana el peje-o sale muy cerca de Peña Nieto (ese fue el ejercicio
reciente que hizo Reforma entre sus suscriptores en la Ciudad de México), pues
el DF es tierra principalmente amarilla; si la arma en el Estado de México,
obvio, gana el PRI, pues es tierra “mayoritariamente” tricolor-(hasta ahora,
mañana pueden cambiar las preferencias de la gente -no olvidar que buena parte
de la gente no vota- y eso nadie lo sabe, menos una encuestadora), así que las
encuestadoras tampoco imponen presidente. Hablan mucho del éxito de las
encuestadoras en “predecir” el resultado de algunas recientes elecciones. Sí,
pero se omite cuántas veces se han equivocado en el pasado, cuántas veces,
incluso, hasta hacer el ridículo de que a quien ponían tercero resultaba el
ganador de la contienda. Las encuestas pueden ser útiles cuando están bien
hechas, pero no “predicen”, no miden a la opinión pública (nadie puede hacerlo)
y menos imponen presidente. Así que otro más de los falaces señalamientos de
López.
A los del 132, chequen este
link que expone quién es realmente López Obrador (la mayoría de los jóvenes del
132 eran muy chiquitos cuando gobernó López el DF).
Con López en la presidencia,
algo sí es seguro: el regreso del viejo PRI otros 70 años más. Por eso no soy
ni seré 132.
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