Todo podemos decir de
Gustavo Petro, menos que no nos proporcione temas interesantes para hablar,
sobre todo en cantinas y fiestas de bufones.
Cuando pensábamos que
habíamos visto y escuchado todo en estas administraciones del Polo-progresismo,
llegó Petro para animarnos la desgracia y encontrar consenso en que sí era
posible ser más tonto y desagradable que Samuel, Mockus, Lucho y Clara López
juntos.
Clarita López nos
sorprendió mucho. Primero, cuando apoyó las marchas “estudiantiles” azuzando a
los vándalos para que destruyeran la ciudad, y luego cuando dijo que la culpa
de las inundaciones en Bogotá eran de Gonzalo Jiménez de Quesada y los otros
fundadores, por haber escogido este sitio para establecer la que sería capital
de Colombia. Ante los reclamos de la falta de previsión de su administración,
Clarita salía a repetir una y otra vez que nos fuéramos a quejar al mono de la
pila porque la responsabilidad había sido del Adelantado don Gonzalo. Y punto.
Pero ahora Petro le ganó
la mano a Clarita en estas mentecateces. El antiguo guerrillero y secuestrador,
medio cobardón –hay que decirlo-, ha batido record en majaderías. Lo primero
que dijo fue que daría agua gratis a los estratos uno y dos; luego se le agravó
la locura y se fue por las calles de Bogotá buscando un perro callejero y
pulgoso para adoptar. Lo encontró y le salvó la vida porque los perreros iban a
matarlo a punta de “electrocutazos”; lo presentó en sociedad a la prensa
capitalina y nacional, y todos los medios cubrieron la noticia como si fuera
algo de carácter presidencial, alabando la gran bondad del burgomaestre por
recoger a un perro de por ahí, pero sin mencionar ni por asomo que este
“bondadoso” alcalde fue el autor intelectual de una de las más pavorosas
masacres que haya conocido el país: El asalto al Palacio de Justicia, amén de
varios secuestros, asesinatos de policías, militares y civiles, asaltos a
bancos, robos, incendios, etc., etc., etc.
Luego, Petro salió a decir
que prohibiría el porte de armas legales en la ciudad, dándole al hampa
capitalina el no despreciable tiempo de tres meses para atraquen, secuestren y
asesinen personas de bien, ya que éstas estarán desarmadas por decreto.
Cualquier ciudadano decente que sea encontrado con un arma legal, irá a la
cárcel. Supe que el sábado pasado un conocido mío, que normalmente anda armado,
fue atacado por cuatro sujetos –ellos sí armados- que lo golpearon, hirieron y
robaron. Y a menos de 100 metros de un CAI. Mi amigo se comunicó por teléfono
al puesto de policía, y dos motorizados llegaron cerca de 25 minutos después.
¡100 metros recorridos en 25 minutos…! Esa es la protección que tenemos los
ciudadanos.
Ya envalentonado porque
nadie dijo ni mú sobre la prohibición al porte legal de armas para la legítima
defensa, Petro lanza otra prohibición: la venta y porte de “armas blancas”, es
decir, machetes, cuchillos, navajas, destornilladores, etc. ¿Esto significa que
si a una ama de casa se le rompe el cuchillo de la cocina o del comedor, deberá
abstenerse de salir a comprar uno al supermercado o la ferretería..? Nada de
raro que si lo hace sea capturada por nuestra policía petrista, y judicializada
por nuestra fiscalía-M19 acusándola de ser un peligro para la sociedad. ¿Qué
pasará con quienes sean sorprendidos en la calle con cortaúñas y descorchadores?
¿Serán procesados como terroristas de ultraderecha?
No sabemos. Pero sí
estamos seguros que nuestro alcalde guerrillero la sacó del estadio con la
manifestación que él mismo montó y puso en marcha para atacar el sistema de
Transmilenio.
Sin poder negar que este
sistema de transporte masivo es degradante, ineficiente y costoso, y que los
socios de Transmilenio, incluidas las administraciones pasadas, estafaron y
estafan a los bogotanos con sus altísimas tarifas y con el robo que están
haciendo de nuestro espacio público, por cuyo uso no pagan ni un peso de
impuestos, y que desde la administración Peñalosa, pasando por las de Lucho,
Mockus, Samuel y Clara López, esos bienes no enajenables fueron entregados en
manos de particulares, lo cierto es que a Petro no le interesa eso.
Gustavo Petro quiere
acabar o “renegociar” los contratos con los socios de Transmilenio por otra
razón; una sencilla razón: No lo dejaron robar a él. Las administraciones
pasadas –como se destapó recientemente- recibieron multimillonarias comisiones
por las etapas de ese sistema que quedaron contratadas. Por eso Petro tumbó la
decisión de convertir la carrera Séptima en otra horrorosa vía de Transmilenio;
no le dejaron tajada y Clarita López, dos días antes de salir de su cargo, dejó
firmados cientos de contratos para obligar a Petro a respetarlos, pero sin el
cobro del “Cómo-voy-yo”, es decir, la mordida, el chanchullo.. el atraco a
Bogotá.
Como Petro es experto en
emboscadas, asonadas, secuestros, incendios y demás, yo tengo la firme e íntima
convicción de que, ni corto ni perezoso, se valió de un par de manifestaciones
ciudadanas espontáneas para encender la mecha del polvorín. Para ello, su
secretario de Gobierno, el también guerrillero, secuestrador, asesino y
terrorista del M-19, Antonio Navarro Wolf, envió a una asesora suya –Selma
Asprilla- para espolear a las juventudes de izquierda, de por sí vandálicas,
para que hicieran lo suyo con el sistema de Transmilenio. ¡Y vaya si lo hicieron…! Miles de millones de
pesos en pérdidas, daños en propiedad privada, agresiones a ciudadanos y
destrozos por doquier dan prueba de ello. Como Nerón, Petro no dudó en
incendiar la ciudad.
Y, también como Nerón, el
roñoso Petro salió prontamente a acusar a otros de sus pecados pirómanos; señaló
a sus compas del Polo y el MOIR de haber planeado y dirigido el vandalismo que
se tomó Bogotá el viernes pasado. ¿Por qué traiciona a sus camaradas? Por lo de
siempre: por dinero. Por la misma razón que, a pesar de que comió y se
aprovechó de los contratos del Distrito durante las eras de Lucho, Mockus y
Samuel Moreno, decidió apuñalar a sus copartidarios compinches: Porque Petro
quería más y más.
Como todo malandro, Petro
hace uso de su poder, su astucia y sus medios para lograr su cometido. Petro quiere
una participación chanchullera más jugosa en los contratos del Distrito y no
dudará en incendiar la ciudad entera para conseguir su cometido. No le bastará
con su Metro Ligero… Quiere una tajada más grande en el reparto del ponqué del
robo.
Esas son las “petradas”
del alcalde contra Bogotá. Me dan escalofríos de tan sólo pensar que Petro le
siga la corriente a don Michel Eyquem de Montaigne, alma bendita, quien lo debe
inspirar con la frase: “El bien público requiere que se traicione, que se
mienta y que se masacre”.
Porque es lo que Petro ha
hecho toda su vida.
Fuente: Periodismo sin
Fronteras (Colombia)
www.periodismosinfronteras.com/
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